«Sur l’Adamant», de Nicolas Philibert, es sin duda uno de los mejores documentales del cine francés que he visto en lo que va de año. El autor de «Etre et avoir» (César a la mejor película y mejor realización en 2003), vuelve ahora sobre un tema: la psiquiatría, que había evocado ya en 1996 con su película «La moindre des choses».
En esta ocasión nos anuncia una trilogía de la que «Sur l’Adamant» (A bordo del Adamant) es tan solo el primer capítulo. El segundo capítulo nos llevará al hospital Esquirol en Charenton Le Pont (afueras de París) y el tercero se centrará en las visitas a domicilio de los pacientes.
«L’Adamant’» es una especie de utópica barcaza anclada en aguas del Sena, cerca de la parisina estación de Lyon, en donde un equipo médico acoge durante el día a pacientes que padecen de trastornos mentales.
En ese atípico marco fluvial y urbano, se organizan diferentes talleres inspirados en la psicoterapia institucional, como la que practicaba el psiquiatra Jean Oury en la clínica La Borde filmado en «La moindre des choses» 1997 (Lo menos que se puede hacer).
«En un mundo en el que pensar se reduce a menudo a marcar las casillas, en donde lo singular se ve cada vez más aplastado, existen todavía lugares que no ceden e intentan mantener viva la función poética del hombre y del lenguaje». Afirma Nicolas Philibert como epílogo de «Sur l’Adamant».
A lo largo de siete meses a bordo de esa gabarra, Nicolas Philibert ha filmado a sus diferentes personajes, pacientes o personal médico, confundiéndose a veces unos con otros, que aparecen ante la cámara en momentos escogidos y ordenados por un esmerado montaje.
La deliberada intención del cineasta y documentalista francés es mostrar el rostro humano, a veces lucido, a veces frágil y al borde de la ruptura de cada uno de ellos, pero optando siempre por la vertiente más optimista y no exenta de humor.
Podemos imaginar que hay también violentas crisis de nervios a bordo del Adamant, pero Philibert prefiere insistir en la necesidad de esa utopía que consiste en avanzar contra la corriente de una psiquiatría cruel y destructora.
El Adamant es un centro experimental que intenta la práctica de una psiquiatría de rostro humano, en la que cada paciente es un caso peculiar y único.
Philibert no busca instrumentalizar el sufrimiento de los pacientes para construir un espectáculo cinematográfico, sino mostrar al espectador la humanidad y la dignidad de cada uno de ellos, tanto en su capacidad de creación artística como en sus delirios. Una empatía se establece así al observar su comportamiento.
Consciente del poder de la imagen Philibert pone su cámara a disposición de esa lucha contra las derivas de la institución psiquiátrica, para afirmar que la utopía y la experimentación es posible.
La cámara filma con discreción las reuniones de pacientes y personal médico, en una especie de sicoterapia de grupo, cuando discuten de la necesidad de talleres de dibujo, o de un cineclub y otras actividades. Pero se centra al mismo tiempo en los diferentes retratos individuales cuando se dirigen a la cámara o en conversación con el propio cineasta.
Cada uno de sus personajes, Pascal, Olivier, Catherine, Francois … representan un recorrido insólito y singular. Uno de ellos canta «la bomba humana», un superventas del grupo de rock francés Thelephone, otro es un dibujante y músico que se toma por el sosías de Theo Van Gogh, mientras otra paciente desea hacer un taller de danza, otros mezclan su delirio con la expresión artística y surrealista.
Tratando un tema grave y duro como es el de la enfermedad mental, Philibert logra una obra lúdica de profunda humanidad, que supo cautivar con razón al jurado de la 73 Berlinale, el pasado mes de febrero (2023) en donde fue galardonado con el gran premio Oso de Oro.
Sin embargo, quizás por el hecho de formar parte de una trilogía, muchas son las preguntas que quedan sin respuesta en «Sur l’Adamant». En cierto modo su generosa y amable mirada sobre la enfermedad mental es al mismo tiempo la fuerza humana y el límite de su documental.