A punto estamos de comenzar la campaña electoral de unas elecciones generales que muchos consideran como las más importantes en los últimos años en España, ya que convergen varios factores que pueden hacer cambiar el rumbo político del país. Todo ello lo veremos a partir del próximo 20 de diciembre, fecha de los comicios, en los que una vez más será la ciudadanía la que marque con sus votos el rumbo a seguir.
Por una parte, y a tenor de las diferentes encuestas, los dos partidos hasta ahora hegemónicos, Partido Popular (PP) y Partido Socialista Obrero Español (PSOE), pueden dejar de tener o bien las mayorías absolutas o las abultadas de las que hasta ahora gozaban, mientras que por otra, dos de los partidos ahora llamados emergentes, como son Ciudadanos y Podemos, están llamados a jugar un papel importante, cuando no decisivo, en el próximo Parlamento.
No considerándome politólogo en modo alguno, pero sí interesado en la política, he seguido como periodista el curso de las elecciones habidas en España desde el año 1977, por lo que he visto de todo, y para todos los gustos, desde grandes triunfos a sonados fiascos. De unos y de otros, a la derecha y a la izquierda, que van del nacimiento de algunos partidos a la defunción política de otros; tal vez sea porque cerca de cuarenta años prestando atención al tema y tecleando en el oficio dan mucho de sí.
En esta ocasión son al parecer cuatro los partidos llamados a poder situarse en primer lugar tras unas elecciones en la que todos nos jugamos tanto como es el presente y el futuro del país, el día a día de su funcionamiento, estabilidad, más allá de las soflamas al uso que, vengan de donde vengan, acaba llevándoselas el viento. Cuatro partidos como PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos al frente de los cuales tenemos a los candidatos a presidir el próximo Gobierno como son Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias. Uno veterano ya en estas lides, como es Rajoy, mientras que los tres restantes se presentan por primera vez al cargo.
He de admitir que algo en lo que no he creído nunca en el plano político es en ese centro que algunos se atribuyen y al que todos acuden como un caladero de votos donde pescar y de paso arañar votos al vecino, porque en ese supuesto centro suele agruparse una clase media mejor o peor acomodada, pero que es, al fin y al cabo, la que puede inclinar la balanza hacia uno u otro lado. Por eso creo que estamos ante dos partidos claramente de derechas, como son PP y Ciudadanos, y otros dos de izquierda, como PSOE y Podemos, dicho todo ello sin que los términos derecha o izquierda lleven, por mi parte, connotación peyorativa alguna. Caben matices, es cierto, pero lo suyo es saber con quién nos jugamos los cuartos.
Por eso me llama la atención, curtido como estoy en el oficio, el hecho de que algunos de estos partidos llamados “emergentes” no llamen a las cosas por su nombre y se arropen con apelaciones tan curiosas como “transversales”, “arriba o abajo”, “no hay azul o rojo” y otras lindezas por el estilo. Lo importante a tener en cuenta es lo que dicen sus programas, que viene a ser su ADN y si, llegado el caso, pueden llegar a cumplirlo. Porque el único partido que intentó ser de centro fue la Unión de Centro Democrático (UCD) del expresidente Adolfo Suárez, que políticamente hablando saltó hecho pedazos por los aires precisamente porque sus miembros o bien estaban a la derecha ideológicamente, yendo a parar a Alianza Popular, madre política del PP, o bien a la izquierda, recalando muchos de sus miembros en el PSOE.
Es de agradecer por otra parte de cara a estos comicios el hecho de que hayan desaparecido del vocabulario de algunos políticos de nuevo cuño términos que utilizaban a menudo y que en nada contribuían al diálogo y convivencia en que estamos obligados a entendernos. Y ello porque no es de recibo que el hecho de no estar de acuerdo con las ideas de algunos o provengan de la primera parte de la Transición sea considerado como algo proveniente de “la casta” a extirpar, o bien el “bunker” a derribar. Semejantes argumentos conducen a la trinchera, felizmente superada en democracia, porque en mi opinión resulta preferible para el entendimiento dialogar en la tierra, incluso con las lógicas discrepancias, antes que conquistar el cielo con exabruptos. Claro que cada cual tiene sus preferencias.
Ninguno de los cuatro partidos mencionados parece dispuesto en esos momentos a hablar de posibles pactos poselectorales, y sin embargo es muy probable que tengan que hacerlo si la ciudadanía así lo decide con sus votos el próximo día 20, a tenor de lo que dicen las diferentes encuestas, pues todos están lejos de la mayoría absoluta y próximos entre sí en porcentaje de votos. Y con esos datos, señores políticos, son habas contadas. Por eso son tan importantes para todos estas elecciones, en las que cada ciudadano estará diciendo, con su voto, qué modelo de política prefiere para España, quién llevará con responsabilidad las riendas de un país donde temas como la educación, la sanidad, los servicios sociales, la Ley de Dependencia, la Ley del Aborto, el día a día, en suma, son tan importantes. Es cierto que además de los cuatro partidos mencionados se presentan otras opciones que posiblemente entrarán en el Parlamento, pero las encuestas dicen lo que dicen.
Y para los que pasan de todo, aquellos a los que la política no les dice nada, para los que se autoexcluyen, permítanme una advertencia de Arnold Toynbee, que puede servirle de aviso para navegantes: “El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan”…