Un amor de verano, décimo largometraje de la realizadora francesa Catherine Corsini cuyo film más destacado es Partir, narra una apasionada historia de amor en un contexto histórico de gran relevancia para el feminismo en Francia, y que tuvo como escenario el París de los años 70.
La cinta se inicia en la primavera de 1971 y termina en la misma estación, pero de 1975. Hay, pues, un proceso de maduración en el que Corsini hace alarde, durante todo el rodaje, de una gran sensibilidad en el análisis las emociones más íntimas de las dos mujeres. De este modo, a la vez que transmite la vitalidad de una época que se distinguió por el compromiso político de las mujeres, deja claro que todo avance en la conquista de las libertades no es ningún lecho de rosas.
La sinopsis es como sigue: Año 1971 en Francia. Delphine, hija de campesinos, se va a París para huir del yugo familiar y conseguir emanciparse económicamente. Carole es parisina, vive con Manuel y defiende activamente los principios del feminismo. Delphine y Carole se conocen. Su historia de amor cambiará sus vidas. Un acontecimiento fortuito hace que se trasladen de París al campo, donde descubrirán que, a pesar de las maravillas de la vida el aire libre, hay otros muros que encierran más que los de París. Un argumento en el que es casi imposible no ver apuntes autobiográficos, ya que la propia directora Catherine Corsini ( 1956, Dreux, Eure-et-Loir, France) llegó a París con 18 años para estudiar arte dramático con Antoine Vitez. Desde esta doble vertiente de recién llegada a París y de estudiante de teatro y escritura dramática hay que considerar su aprendizaje de actriz y posterior realización como directora de los movimientos feministas que por entonces se desarrollaban en la capital de Francia y que ella capta en toda su energía y esplendor.
A causa del contraste tan brusco entre campo y ciudad, de donde ambas respectivamente proceden, y dado que a lo largo de la cinta hay varios viajes de ida y vuelta, lo más maravilloso de la película, allí donde la cámara verdaderamente se recrea y se detiene, es en las escenas que la recién llegada del campo contempla en París, lo que para ella supone el encuentro con este movimiento y cómo se deja arrastrar y seducir por él («he vivido aquí en tres semanas lo que allí no vivo en tres años»), y de la otra parte, el deslumbramiento gozoso de la parisina ante la vida del campo que refuerza su amor apenas nacido, particularmente la vida animal que descubre en todo su esplendor (también en sí misma), así como las esclavitudes de vivir y trabajar en una granja,
La directora francesa, que ha venido a España para promocionar su película, explica estos días cómo se vio seducida por la vitalidad e insolencia del movimiento feminista, motivo por el que las reivindicaciones femeninas son el punto de partida de la historia de amor que narra el filme. Todo ello configura la atmósfera, llena de estímulos y de novedades, con la que comienza el romance entre Carole (Cécile de France) y Delphine (Izïa Higelin), las protagonistas del film. Y esta atmósfera se consigue gracias en parte a los temas musicales de Janis Joplin, Colette Magny o Joe Dassin entre otros.
Iniciado en la Universidad, en una de cuyas aulas se reunían «las endemoniadas», que así las llamaban, a planear sus acciones provocadoras, el movimiento feminista pronto se extendió a otras jóvenes de clase trabajadora, que comprendían que, entre mujeres solas, se podían expresar con mucha más libertad que si hubiera hombres delante, aunque sólo fuera uno. Luego, cada una tenía su vida y más de la mitad convivía con su pareja masculina, pero la película nos muestra los cambios que en ellas producía la pertenencia al grupo.
Para esta transformación ha sido de vital importancia contar en el reparto con las consolidadas Cécile de France e Izïa Higelin (también cantante), que interpretan a las dos protagonistas. La química entre las actrices supuso la nominación a dos premios César, Mejor Actriz (Cécile de France) y Mejor Actriz secundaria (Niémie Lvovsky) en la pasada edición de los premios del cine francés. Mujeres que, a pesar de sus distintos orígenes y modo de vida, tienen mucho en común: desprenden una energía y vitalidad asombrosas, aman la vida y persiguen su felicidad. La búsqueda de independencia por parte de las protagonistas no estará exenta de dificultades y, sin embargo, el mensaje vitalista y reivindicativo de Catherine Corsini queda perfectamente plasmado: la libertad es la clave de la felicidad.