Se celebra el centenario de uno de los músicos más completos del siglo XX, que representó la simbiosis perfecta entre el virtuoso instrumentista, el seductor cantante y el intuitivo vendedor.
Nat “King” Cole es conocido universalmente como cantante melódico, por su voz suave, melosa, aterciopelada… Fue el rey entre los crooners de la época. Sedujo al mundo por sus versiones de temas hispanos, como Quizás, quizás, quizás, canción de Oswaldo Farres, grabada en La Habana en 1958, o Cachito, compuesta por la mexicana Consuelo Velázquez, entre muchas otras.
Es inevitable recordar cómo –además de su portentosa voz– la pronunciación de Cole al cantar en castellano hacía las delicias de los españoles que le escuchaban normalmente a través de la radio durante los años cincuenta, sobretodo cuando susurraba aquella de “cachidou”. Y es que el bueno de Nat no sabía una palabra de nuestro idioma, pero oído y memoria le sobraban a la hora de grabar canciones en castellano.
Nathan Coles había nacido en Alabama, en el sur profundo de los Estados Unidos de América, en 1919, aunque a la temprana edad de cuatro años se trasladó junto a su familia a Chicago, en un periplo similar al que harían muchos cientos de miles de hombres y mujeres de raza negra, intentando alejarse del racismo y de la explotación en los campos de algodón.
Inventor del Jazz Trio
El joven Nat se convirtió en un pianista de jazz que ya grababa para la compañía Decca cuando sólo tenía dieciséis años de edad. Con un estilo y un swing elegante y ligero, pronto se adelantó a su tiempo “inventando” la idea del trio de jazz, compuesto de piano, contrabajo y guitarra.
Se trataba de una fórmula portable que permitía liberarse de la orquesta y de la banda, para poder hacer bolos en hoteles, restaurantes, bares y locales más pequeños. Esto facilitaba a los músicos sobrevivir con cierta independencia y desarrollar su creatividad, basada en la improvisación de cada uno de los instrumentistas en el marco del jazz.
Así, a los veinte años, en 1939, Cole formó su trio, los Swingsters, junto a Oscar Moore, guitarra y a Wesley Prince al contrabajo. Varios años después su fórmula sería copiada por algunos de los más grandes maestros del jazz de la época, como Oscar Petterson, Art Tatum, Ahmad Jamal o Bill Evans.
Únicamente hay que escuchar algunos temas como Sweet Lorraine, grabado junto a sus dos compañeros en 1943, en Los Ángeles; o su versión de Route 66, grabada también en Los Ángeles en 1946, para darse cuenta de las inmensas posibilidades que tenía este genial músico en el campo del jazz, tanto en su versión instrumental como vocal. Precisamente, bajo el título genérico de Route 66, ha reeditado la colección Dreyfus Jazz un disco que contiene una veintena de temas del Trio de Cole durante los años cuarenta.
En The Swing Era, auténtica referencia bibliográfica entre los expertos del género, Gunther Schuller afirmaba que Cole no era solamente uno de los más virtuosos pianistas de la época, sino estilísticamente, uno de los más avanzados.
Del Jazz a la canción melódica y susurrante
Pero Nat Cole fue abandonando poco a poco su faceta como pianista de jazz, inevitablemente minoritaria, para convertirse en un crooner exquisito, apuesto, seductor, en el King. Las cifras de ventas, de audiencias y de popularidad aumentarían exponencialmente para él y, en especial, para su compañía discográfica, la Columbia Records.
Todo el mundo recuerda al meloso y susurrante “King” Cole, pero también conviene rememorar y descubrir al joven y prometedor Nat: Aquel muchacho que grababa junto a leyendas del jazz, como Lester Young o Lionel Hampton, llamado a convertirse en el nexo de unión entre el swing y el be-bop.
Pero en 1955 dejó a un lado definitivamente The King Cole Trio y desvió su ruta hacia la música más comercial, los shows televisivos y unas canciones románticas que sonarían en todo el planeta.
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