“El retrato de la Francia colaboracionista es más actual que nunca: la bestia no está muerta” (François Forestier L’Obs)
Basada en una historia real, vivida por el escritor Joseph Joffo, 86 años, “Una bolsa de canicas” (Un sac de billes) es una adaptación del fenómeno editorial de los años 1970 del mismo título. En ella se narra el viaje que inició a los diez años, cuando su padre les dio, a su hermano y a él, 5000 francos a cada uno y la orden de escapar de París, ocupada por los nazis, en tren y cruzar como pudieran la línea que dividía la Francia ocupada de la llamada «Francia Libre», para reunirse con sus hermanos mayores en Menton. La familia logró salvarse de la deportación, con la excepción del padre que murió en un campo de concentración.
“Una bolsa de canicas”, película dramática de guerra con final agridulce, está dirigida por el canadiense Christian Duguay (“Belle et Sebastien», «Scanners II: El nuevo orden») y protagonizada por dos jóvenes actores debutantes: Batyste Fleurial y Dorian Le Clech, acompañados por un reparto de veteranos franceses como Patrick Bruel (“Cena de Amigos», «El nombre”), Elza Zylberstein («Hace mucho que te quiero») y Christian Clavier (“Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho”).
En la Francia ocupada, Maurice y Joseph, dos hermanos judíos adolescentes que viven una infancia feliz en París, donde su padre regenta una peluquería en la que trabajan los hermanos mayores, y donde todos los chavales juegan a las canicas en la calle, tienen que escapar de los nazis y atravesar Francia sin la compañía de ningún adulto, demostrando enormes dosis de valor e ingenio para escapar del invasor y reunirse con el resto de la familia. Afortunadamente, en su camino encuentran primero un doctor y después un cura católico que les protegen y ayudan en su peligroso viaje hacia el sur.
Esta es la segunda adaptación para el cine de la obra de Joffo (la primera data de 1975 y fue realizada por Jacques Doillon), cuyo rodaje ha resultado “inútil” para una parte de la crítica francesa, y cuya pertinencia justifica su actual director, Christian Duguay, diciendo que “es una forma de reavivar la memoria y un mensaje para la generación más joven, que cree que antisemitismo y deportación no son más que palabras que aparece en los libros de historia”.
Se trata, en resumen, de una historia “popular”, simple y directa, una aventura peligrosa y divertida, bajo el signo de la solidaridad y la unidad familiar, que sin duda enganchará a los espectadores mediante el boca a boca; una proclamación a gritos (como en el momento de la liberación de París hace uno de los protagonistas) del orgullo de ser judío, magníficamente interpretada por los dos actores noveles que parecen crecer, como sus personajes, a lo largo de la huida, pasando brutalmente de la infancia a la edad de hombre mientras recorren las carreteras y los paisajes franceses.
Mención especial para la interpretación del padre, un Patrick Bruel que en el papel del peluquero Joffo consigue el equilibrio deseado entre autoridad y ternura y que, desaparecido después en las tinieblas de un campo de exterminio, será por siempre una referencia para sus hijos.
Pese al dramatismo e la situación, la película es deliberadamente optimista y su realización ha contado con el apoyo de la Fundación para la Memoria de la Shoah.