Los programas de convivencia intergeneracional se erigen como una respuesta seria a los desafíos que presenta el envejecimiento de la población en España, señala Carlos Miguelez Monroy, quien aporta el dato de más de 1,7 millones de personas mayores de 65 años en este país.
Carlos Miguélez Monroy1
Junto con Japón, España tiene la población más envejecida del mundo, con más de 1,7 millones de personas mayores de 65 años, según el último censo del Instituto Nacional de Estadística (INE). Pero esta revolución demográfica ocurre en todo el mundo. Se calcula que, en 2025, habrá 1200 millones de personas mayores de 60 años en el Planeta, el doble que los 600 millones actuales. Esta cifra llegará a casi 2000 millones hacia el año 2050, la mayoría en países en desarrollo.
De las 600 000 personas mayores que viven en Madrid, más de 160 000 viven sin compañía en sus casas, un fenómeno extrapolable a otras ciudades españolas y del mundo.
Pero la soledad no se compone de elementos objetivos como la falta de compañía, de relaciones familiares o de contacto con los vecinos. A veces tiene que ver con limitaciones físicas, propias de la edad, combinadas con barreras arquitectónicas que impiden a mucha gente una simple salida de casa.
Otras veces tiene que ver con la sensación de “pérdida”, con lo que el gerontólogo y profesor Malcolm Johnson llama “dolor biográfico”, asociado con la capacidad de personas cada vez más envejecidas y solas a reconciliarse con su pasado.
Un techo a cambio de compañía para una persona mayor que vive sola. Con esta idea se queda mucha gente que oye hablar de programas de convivencia intergeneracional que hay en el mundo. Pero hay más.
Este tipo de programas junta a personas mayores con cierto grado de autonomía y deseos de compartir y universitarios que se incorporan al domicilio en una vida de estudiante mientras comparte las tareas y los gastos en el domicilio. Se construye así una relación de confianza, de aprendizajes compartidos y de apoyo mutuo; la convivencia solventa problemas de soledad en los más mayores y de alojamiento en los más jóvenes, al tiempo que se construye una sociedad más sensible y más integradora.
Varios programas españoles se suman al desafío que plantea el envejecimiento de la población. Representantes de programas de convivencia entre personas mayores y estudiantes universitarios de distintas ciudades se reunieron para establecer posibles estrategias de impacto colectivo y de trabajo en red entre los programas de convivencia intergeneracional en España.
La puesta en marcha de una ‘comunidad de práctica’ estatal estaba en el orden del día de esta primera Jornada técnica de programas de convivencia intergeneracional que organizó y convocó SOLIDARIOS para el Desarrollo, que cuenta en Madrid con Convive, una de las iniciativas de convivencia entre mayores y estudiantes con mayor número de convivencias gestionadas cada año, un promedio de 75. Participaron además programas de nueve ciudades más repartidas por España.
En el horizonte se presenta la formación de una posible red nacional de programas de convivencia intergeneracional en España, como las que hay en otros países y que desde hace años impulsa Homeshare International. Para ello, se ha enviado un cuestionario a los programas detectados hasta ahora, con interesantes resultados que pueden servir para consolidar los programas, mejorarlos, y establecer modelos y prácticas comunes.
El 62 % de los programas los gestiona una universidad, el 13 % por un gobierno local y casi el 20 % por ambas instituciones públicas. Sólo un 6 % es gestionado por una organización sin ánimo de lucro, aunque éstas gestionan más del 50 % del total de convivencias anuales.
Cuatro de cada diez de los estudiantes acogidos en casa de una persona mayor son extranjeros, lo que enriquece con un componente intercultural a las convivencias entre personas de distintas edades. Como requisitos básicos, casi todos los programas coinciden en la necesidad de que la persona mayor tenga cierto grado de autonomía y de salud física para que el estudiante no se convierta en un cuidador a tiempo completo.
El 100 % de los programas reciben tienen fondos públicos como principal fuente de financiación. Sólo un programa es cofinanciado con fondos privados, lo que plantea quizá la necesidad de repensar modelos más sostenibles en el tiempo y que no dependan de los gobiernos de turno.
Conocer mejor los programas intergeneracionales permitirá ampliarlos y mejorarlos, además de convertirlos en una respuesta viable y eficaz al envejecimiento de la población, con sus consecuencias para gastos en salud y residencias, y en el encarecimiento de la vivienda para miles de jóvenes.
- Carlos Miguelez Monroy es periodista y editor en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)