La semana pasada no tuve el tiempo suficiente para redactar y menos aun enviar el acostumbrado comentario de los sábados, que como es sabido, está dedicado a asuntos relacionados con el lenguaje escrito y oral, siempre bajo la óptica de un aficionado del buen decir. Una vez más pido disculpas por la ausencia.
Trataré de tomar las previsiones, aunque con la inestabilidad del sistema eléctrico de Venezuela, se dificultan muchas cosas, pues las interrupciones por fallas, cortes programados o las constantes fluctuaciones de voltaje, que son las más dañinas, afectan las comunicaciones, y por supuesto, a la Internet; pero siempre habrá tiempo para continuar con mis aportes a los lectores de este prestigioso medio informativo digital.
Las entregas anteriores estuvieron relacionadas con la forma maquinal con la que muchos diaristas, sobre todo los que laboran para medios informativos fuera de la capital de la República de Venezuela, con contadas excepciones, redactan sus notas.
Siempre utilizan las mismas palabras, además de que las impropiedades son igualmente proporcionales. No hice ni hago señalamientos concretos, pues la intención no es polemizar, sino arrojar luces en virtud de que las personas cuya herramienta básica de trabajo es la redacción de textos, puedan aclarar sus dudas y adquirir madurez para desempeñarse medianamente aceptable.
Y cuando digo mediamente aceptable, no lo hago por petulancia, sino por el hecho de que, por más conocimientos que se tengan, bien sean elementales, medios o avanzados, siempre habrá algo que por cualquier razón generará inquietud, que de no ser disipada, podría conducir a despropósitos. Para evitar eso, es fundamental tener presente que se escribe para un gran auditorio en el que hay diferentes niveles de conocimiento, además, todo lo que se escriba o se diga en algún medio de difusión, mal o bien, tenderá a arraigarse en el vocabulario de los usuarios, con extensión hacia el habla cotidiana. Es preferible que la tendencia sea hacia lo positivo.
Les he dicho que en los actuales momentos produzco y conduzco un programa de radio, cuya sinopsis es la combinación de la información con la música llanera, acorde con el estilo de la emisora Faenas 94,3 FM, que se caracteriza por exaltar las producciones musicales auténticamente venezolanas, en especial las del llano, de la que es autóctono el joropo en todas sus expresiones.
Para lo informativo abro los portales, en primer lugar para informarme de lo que ocurre en el mundo, y en segundo, seleccionar las notas y readaptarlas al ámbito en el que serán difundidas, respetando la fuente. Me ha inquietado la gran cantidad de impropiedades, y es precisamente lo que ha motivado los dos artículos anteriores y el de hoy. He tenido el cuidado de señalar que estas observaciones no tienen destinatarios directos, aunque muchas agencias y redactores pudieran aparecer retratados en las mismas.
La entrega de hoy podía estimarse como la continuación de las dos anteriores, pues en las tres el enfoque ha sido el mismo, y están orientadas fundamentalmente hacia la redacción periodística, y publicitaria, en algunos casos.
Se ha impuesto el uso de la coma entre el sujeto y predicado, y por eso es frecuente leer frases como: «Los niños menores de diez años, serán vacunados la semana entrante».
También abunda el queísmo, que consiste en omitir la preposición de cuando es necesaria, y por eso se lee: «Me alegro que te hayan dado el cargo». Se debe tener presente que alegrarse exige un complemento encabezado por la nombrada preposición, complementado por la partícula que: «Me alegro de que te hayan dado el cargo».
Las palabras con determinantes que empiezan por a tónica, también son frecuentes: la águila, la aula, la hacha. Debe colocárseles el artículo masculino para evitar la cacofonía que produce la concurrencia de las dos aes: el águila, el aula y el hacha, aunque seguirán siendo sustantivos femeninos. Algo parecido ocurre con la palabra azúcar, a la que algunas personas le dan un trato masculino, y por eso se ve y se oye: «azúcar blanco», azúcar moreno», «azúcar refinado», etc.
Para cerrar este escrito, es prudente recalcar que debe decirse «viniste», modo indicativo, segunda persona de singular del pretérito. Veniste no existe, por lo que no se debe emplear para expresar un pasado. Tampoco debe decirse vinistes, con S al final. También son errores las formas «fuistes», «comistes», «vinistes», «dijistes», etc.
Los ejemplos citados son, grosso modo, parte de los casos más frecuentes de impropiedades gramaticales, que deben evitarse en aras de hacer un buen uso del lenguaje que se emplea, y de ese modo cumplir la obligación moral de educar, entretener e informar.