Uruguay, el querido país del sur, es la tierra natal de Federico Britos. Alli, nació, se formó musicalmente para convertirse luego en un músico internacional.
Trabajó y vivió en Venezuela y Europa, para finalmente llegar a Estados Unidos. Actuó con grandes estrellas del jazz y en las mejores filarmónicas del continente. Britos, maestro de las futuras generaciones, promotor de innovaciones musicales, le dio al violín impulso en nuevos caminos musicales.
Me recibe en su casa, mientras su amable señora me convida con un cafecito cubano. Me muestra premios, grabaciones, su violín y me cuenta de sus andanzas y trabajos, de manera sencilla, como es él, recordando con alegría su gran carrera musical y sus aportes al mundo de la música.
Estos son sus testimonios.
Federico Britos: Yo vine a Estados Unidos, con mi familia, a principio de 1993. Estábamos radicados en Venezuela, después de dar vueltas por distintos países, la noche de fin de año de 1992, con mi familia en Caracas, surgió la idea, de parte de mi hijo mayor Federico Alberto, quien me recordó la propuesta mía, de vivir en Estados Unidos, especialmente por ser la cuna del jazz. El proyecto estaba allí pero nunca nos habíamos sentado a conversar sobre él. Entonces, le contesté que me gustaría cumplir con esa meta. Cada uno dio su opinión, mi señora, mis hijos y todos aprobaron.
En tres meses nos mudamos, por etapas, mi hijo estaba jugando al futbol en Europa, y sin embargo, en poco tiempo estábamos reunidos en Miami. Y ya hace más de veinte años que vivimos en Miami. Ya tengo nietos americanos.
Adriana Bianco: Usted hizo muchas gira musicales y tocó en orquestas internacionales. Tocó con Duke Ellington.
FB: Tuve muchas oportunidades de tocar con mi violín en Argentina, Colombia, Cuba. Toqué con Duke, antes de venir a Estados Unidos, en el 90.
En la década del 70 y 80, también toqué con Dizzy Gillespie, Benny Goodman, era la época de las grandes orquestas y de las giras. Toqué como invitado, no permanentemente, porque estas orquestas tenían sus músicos.
A Ellington lo conocí en Montevideo, en la década del 50, a muchos de estos grandes músicos los conocí en Uruguay, fueron buenos contactos y una buena experiencia tocar jazz, con el violín.
El violín no ha sido muy utilizado en el jazz, yo creo que en este siglo va a ver un gran cambio. Los jóvenes músicos se están moviendo más en el mundo de la improvisación, el freno de que muchos violinistas no hagan jazz, es la improvisación. Hay violinistas que tocan muy bien, pero no se animan a improvisar.
AB: Usted fue un precursor del jazz en América Latina, porque no es una música, como el tango, originaria del sur, es una música de Norteamérica.
FB: Yo estudie música en Uruguay, hice toda mi carrera con estudios generales: teoría, solfeo, composición, piano, armonía. Pero nunca pensé que el violín era un instrumento para tocar, solamente, música clásica.
AB: Así que ya tenía la idea de esta fusión musical, de no fronteras con el violín.
FB: Tengo muchos años de música clásica y fui miembro de orquestas sinfónica y música de cámara, hice opera, ballet, siempre supe que el violín era un instrumento que cumplía diversas funciones.
Mi primer trabajo como profesional en el Uruguay fue en una orquesta de tango porque el violín tiene un espacio en las orquestas típicas de tango. Simultáneamente escuchaba radio y participaba en el Hot Club de Montevideo, un club cultural y donde se daban charlas sobre historia del jazz.
Por otra parte, los músicos americanos o de Europa, iban a hacer sesiones de jazz y yo me fui nutriendo de algo que me fue gustando. En mi familia, a todos les gustaba la música, a mis padres, mis tíos y en Uruguay había buenos programas de radio sobre jazz. Esa fue la manera que tuve de introducirme en el mundo jazzístico, escuchando discos de violinistas de jazz.
A mí nadie me enseño, no tuve ningún maestro, ni vi a maestros de violín en jazz, aproveché mi inquietud natural, empecé a improvisar y vi que tenía cierta facilidad para improvisar y tenía que encaminar esa vocación, tocando, viviendo la música.
Así, llegué al Carnegie Hall, toqué varias veces, incluso con orquestas sinfónicas.
En 1998, a un año de la muerte Stéphane Grappelli, ( uno de los grandes violinistas de jazz de origen francés, pilar del famoso Quinteto Hot Club, creado en l934 y de larga trayectoria en la historia del Jazz), al morir Grappelli, un productor italiano organizó el primer gran tributo en el Carnegie Hall. Escogió a cuatro violinistas: dos violinistas americanos, Mark O’connor, Regina Carter; de París trajo a Jean Louis Pontier y me eligió a mí como violinista latino.
El productor se enteró de mi existencia, escuchó una grabación que había hecho y me contacto y así toqué en noviembre de 98, en el Carnegie Hall, lo cual fue para mí un honor.
En el Carnegie Hall toqué varias veces con la Orquesta Sinfónica de Maracaibo, en giras que hacíamos todos los años. Después toqué con el creador del mambo, Israel López, Cachao, y cada vez que voy a Nueva York, me siento en un café que se llama Europa, a mirar el Carnegie Hall y le pido de volver. Me ha dado resultado. (Risas)
AB: Ha creado un grupo y toca frecuentemente en Miami.
FB: Si, tengo varios grupos. Tengo desde hace ocho años, un dúo estable de violín y guitarra, con el guitarrista cubano Jorge García y estamos terminando el tercer disco.
También tengo un Cuarteto de Jazz, a veces se convierte en Quinteto o Sexteto y tocamos en diferentes lugares.
Aparte tengo un grupo que fundé hace doce años, para tocar Danzón. El Danzón es un género extraordinario de la música cubana, todos los años hago un concierto o dos. Hice dos discos, para disfrutar la música y que no se pierdan estos géneros tan ricos musicalmente.
AB: América Latina es una creadora de música, nuestros países han aportado tantos ritmos: mambo, salsa, rumba, boleros, México con sus mariachis, Colombia con la cumbia y el vallenato, Argentina con el tango…
FB: Bueno, el tango es conocido internacionalmente, con la figura de Carlos Gardel, de Francisco Canaro y luego con Astor Piazzola.
Yo toqué con Piazzola en Montevideo, en Buenos Aires, grabé con él, un disco que se llama “Lo que vendrá”. Fui uno de los primeros admiradores de Piazzola, cuando era un poco rechazado, por sus cambios, después se impuso en Estados Unidos y Europa, antes que en Argentina, pero en todo caso es un músico que ha quedado en la historia.
AB: Cuando usted llega a Miami, se vincula a la Orquesta Sinfónica de Miami-MISO…
FB: Si. El maestro de la Orquesta Sinfónica de Miami se entera que estoy en la ciudad y me llama. Yo le digo que vine a quedarme y que estoy con mi familia. Entonces me invita a integrarme a la Sinfónica. Yo no tenía todavía documentación y quería que él lo supiera, al poco tiempo iba tenerla, por mi señora cubana y por la ley de ajuste cubano.
Así, comencé mi primer trabajo en Miami en la Sinfónica de Miami, de la cual fui, por varios años, el primer violinista, Concert Master, hasta que deje la orquesta porque preferí tener la libertad de elegir cualquier trabajo, hacer gira o trabajar sin la obligación de ensayos todos los días. Tuve más libertad para tocar, tango, jazz...
AB: ¿Cómo ve el panorama musical actualmente?
FB: Desde el punto de vista de la música clásica, la Florida no es uno de los Estados que más apoya la música clásica, pero tiene mecenas y empresas privadas que apoyan el ballet, la opera y también la música clásica. Los centros son New York, Chicago o San Francisco.
Yo fui miembro de la Orquesta Sinfónica de Miami-MISO, dirigida por el maestro Eduardo Marturet y tiene una muy buena programación y muy buen nivel.
La New World Simphony, tiene un precioso teatro en Miami Beach, no es una orquesta profesional pero suena como profesional y tiene una escuela de la cual surgen extraordinarios músicos.
Hay músicos dedicados a la música clásica pero cuando termina la temporada tienen que buscar otros espacios. Ese es un problema para los que viven de la música, hay opciones como las grabaciones.
En el campo de la grabación ha habido muchos cambios, a veces me llaman y cuando llego a estudio, no se para quién grabo, ni qué grabo, a veces, no hay música, están las pistas…..
El productor me dice: escuche esta grabación y aquí, en este lugar, usted ponga lo que usted quiera crear en el momento. Escucho la proposición, el estilo y luego improviso. Si hay música me siento y toco lo que me dan. Actualmente, hay muchas variantes en una grabación, yo grabo, en general, sobre lo que ya grabaron otros, es un mundo muy rico pero si no estás preparado para la improvisación…te perdés el trabajo.
Otra posibilidad es dar clases. Y hay muchos músicos, de todas partes del mundo que son muy buenos profesores. Han proliferado las academias de música, con metodología modernas, donde se enseña la música en general, con una metodología universal muy dinámica.
Hay también, trabajos en la música popular, porque hay muchos grupos, orquestas, dúos, bandas.
El violín, puede tocar tango, opera, ballet, mariachi, es un instrumento muy versátil.
La idea de que el joven que estudia violín tiene que ser concertista lo lleva a la frustración, porque ahora puede tocar lo que quiera o desee tocar.
AB: Y usted, maestro, ¿Qué es lo que desea tocar?
FB: Yo disfruto la música pero lo que más disfruto es tocar el violín, improvisar en el jazz.
También me gusta mucho tocar tango. Soy miembro de un cuarteto de tango, con el excelente pianista argentino Aníbal Berraute, el cuarteto tiene un concepto: solo para escuchar, con buenos arreglos, con música de Piazzola pero también de compositores viejos del tango con arreglos actuales pero instrumental no cantantes, no bailarines.
El tango que le gustaba a Borges, no acompañar a cantantes o bailarines, es un concepto que apoyamos. Hemos hecho varios conciertos. Y sigo impulsando el violín como un instrumento que puede crear diferentes caminos, en el tango, en el jazz, es un instrumento maravilloso y me gusta tocarlo, innovar, crear.