Vamos a la vida desprovistos de lucidez, desnudos en nuestra cándida algarabía, acudimos sin un esquema y sin acicates, aprendemos a bofetadas o a caricias.
A la vida nos acercamos muy a lo loco de la mano asustada de nuestra madre, sin más pertrechos que nuestros huesos, vamos desnudos de cintura para dentro, a veces como mucho llevamos ánimos, espasmos de vítores o talantes recios. A la vida la miramos pronto a la cara para reconocer en ella quizás el candor, tal vez la fiereza de los días de sangre, nos sentamos entonces en el suelo y la rezamos todo lo que sabemos, incluso la componemos una canción, si se tercia hasta la queremos besar. A la vida vamos inocentes y vítreos, vamos a la vida como a un guateque donde seguro que suenan Los Beatles.
Conocí a Los Beatles cuando era muy chico. Había hasta una serie de dibujos animados que daban en la tele. Y lo mejor… Mi tío tenía todos sus discos. Los oficiales, claro. Me emocionaba hasta tocar el relieve de las letras del Álbum Blanco. Fueron de alguna manera mi patria. Mi infancia y los Beatles fueron mi patria.
Los Beatles fueron una serie de dibujos animados, if i needed someone, un poster en mi habitación, todos sus discos en la de mi tío Antonio, una viñeta de Mafalda, notas en la guitarra de Jose, cintas de cassette, get back. Los Beatles fueron The Beatles, parte de la eterna disputa Beatles o Stones, una guerra civil de canciones; yo era más de Beatles, here comes the sun, era de sus melodías redentoras. Yo crecí con ellos, me hice el adulto que soy tarareándoles, anytime at all. The Beatles y un balón. The Beatles y mi primera novia. The Beatles y la historia. The Beatles y ese que ahora soy yo. Una medicina para el alma, for no one. Y en el fondo no les debo nada, porque ni John ni Ringo ni Paul ni George, algunos ya muertos (de mentirijillas), saben que sin ellos mi vida habría sido mucho peor, ignoran que la felicidad está en sus ritmos, en su competente manera de enloquecernos, en sus baladas y en sus rocanroles, en el mundo que sin querer lograron cambiar para siempre, a day in the life.
Un día en la vida, suena un día en la vida, escucho ensimismado Un día en la vida, la primera vez de un día en mi vida en mi vida, hoy puedo decir sin temor a equivocarme que este día en mi vida, este día atlántico de hoy es el día de mi vida, porque desde que ella me besa, que son todos los días de mi vida, es el día de mi vida. Un día en mi vida con el beneficio del sargento Pepper y su banda de Corazones de los Beatles. Los Beatles no consiguieron tapar finalmente el agujero del Royal Albert. No lo necesitamos.
Los Beatles en dibujos animados en la tele y She loves you. Los Beatles en carne y hueso en una peli en blanco y negro y vayanocheladeaqueldía. Mi tío me deja recortar las cubiertas que lucen en un libro magnífico dedicado a ellos, y elijo el Sargento Pepper’s y el Abbey Road. Las pego esa misma noche en una pared de mi habitación mientras escucho muchas canciones suyas. Los Beatles son el eslabón perdido y felizmente hallado entre los monos y los dioses. Envuelvo con ellos la seda de mis recuerdos y todavía cada vez que los escucho soy un muchacho que es feliz aprendiendo a ser feliz. Pongamos varios años aquí: 1970, 1976, 1994, 2016. Yo supe cantar enterito el Yesterday, y casi traduzco el Let it be y alguna otra. Anytime at all es, hala, mi canción favorita de los Beatles. Después, ex aequo, unas cien más.
Un viaje maravilloso
con su misterio y todo,
un recorrido vital
con sus monstruos soñados,
laberíntico e hipnótico,
un viaje mágico
de ojos fieramente abiertos,
animoso y jocoso,
lúdico en su algarabía:
UN VIAJE MISTERIOSO Y MÁGICO
en sin par compañía,
un itinerario deslumbrante:
me voy con Los Beatles
una y otra vez,
ya os contaré
cuando vuelva.
Crecer fue esto: fueron Los Beatles.
Los Beatles serán infinitos hasta que los humanos dejen de serlo.