Viaje a Nara (Visión) de Naomi Kawase, complicado melodrama japonés

“A veces, uno imagina los olores y acaba por sentirlos”

Historia confusa en la que es imposible saber que nos han querido contar, “Viaje a Nara (Visión)” la última película  de Naomi Kawase (“Una Pastelería en Tokio”, “Hacia la luz”) es un film contemplativo, poético y ecológico, una declaración de amor a la naturaleza, una oda a los bosques cargados de bruma, a las plantas que crecen en los jardines, las manos que acarician los troncos de los árboles.

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Y, en medio de esta saturación de verde, una Juliette Binoche (“Camille Claudel”, “Nadie quiere la noche”, “Cosmopolis”) que suspira enamorada de un japonés arisco que corta leña continuamente, que sufre de celos, que escribe lo nombres de las plantas en un cuaderno, que ilumina su rostro a la vista de un niño…y todo salpicado por secuencias documentales más propias de la publicidad de una oficina de turismo local.

En la región japonesa de Nara, Jeanne, una ensayista francesa (Juliette Binoche) que quiere encontrar una planta medicinal llamada Visión, que cauteriza las heridas del alma y tiene la facultad de autodestruirse, conoce a Tomo, un guarda forestal que vive con su perro en las montañas (Masatoshi Nagase, “Las delicias de Tokio”, “La sirvienta y el samurái”, “Paterson”).

Jeanne se instala en la cabaña del guarda y Tomo le acompaña en la búsqueda de las huellas de su pasado: hace veinte años, en ese bosque de Nara, famoso por sus cerezos,  Jeanne vivió su primer amor. A pesar de la barrera del lenguaje y la cultura, ambos sentirán la necesidad de acercarse el uno al otro. También forma parte de la historia Rin (Takanori Iwata, actor y bailarín japonés, “Dear sister”, “High and Low”), un joven que se ha herido en el bosque y se incorpora a la cabaña de Tomo.

Dicho así parece tan sencillo como en la sinopsis de la película. Visto en la pantalla, este melodrama japonés es una mezcla confusa de psicoanálisis y misticismo, sin línea argumental, sensible y hermética como los bosques, y lenta, lentísima, salpicada de “diálogos metafísicos de un simplismo embarazoso” (Alain Zind, Critikat)

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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