Álvaro Pombo vuelve a internarse en el alma femenina para contar una historia de incomunicación
Si algún escritor ha conseguido penetrar con acierto en la sensibilidad femenina desde sus más variadas expresiones ha sido Álvaro Pombo.
Mujeres son casi siempre las protagonistas principales de sus mejores novelas y a veces incluso de sus títulos (“La fortuna de Matilda Turpín”, “Virginia o el interior del mundo”). Mujeres inteligentes, abnegadas, altruistas, víctimas de la realidad, engañadas o maltratadas por la vida, símbolos siempre de la fortaleza espiritual del ser humano, virtudes que el escritor resume en otro título con el que califica estos caracteres de la mujer, “El metro de platino iridiado”. Algunos títulos aluden a los diferentes estados que ocupan en la sociedad contemporánea: “Donde las mujeres”, “Aparición del eterno femenino contada por S.M. el rey”, “Telepena de Cecilia Villalobo”…
Otros temas presentes en la narrativa de Álvaro Pombo, de carácter personal y autobiográfico, son los de la homosexualidad y la adolescencia. Ya desde algunos de los cuentos de sus primeros “Relatos sobre la falta de sustancia” hasta una elaboración más madurada en “Los delitos insignificantes”, “El cielo raso” o “Contra natura”, Pombo los ha utilizado para entender el paso de la infancia a la edad adulta y para expresar literariamente la insatisfacción, la culpa y el castigo, el descubrimiento de lo oculto, la búsqueda del pasado familiar. Temas que están también presentes en su nueva novela, “La transformación de Johanna Sansíleri” (Destino).
Dos mujeres
Johanna Sansíleri se queda viuda después de veinte años de un matrimonio un tanto peculiar. Su marido, Augusto D’Alembert (“un gran pelma”), cinco años más joven, vivía con ella los fines de semana y el resto de los días lo hacía, a cientos de kilómetros, con otra pareja, de mote Monina, con la que tenía un hijo de veinte años. Cuando le anunciaron una enfermedad terminal Augusto decidió morir junto a Johanna, quien nada sabía de su segunda vida. Monina y su hijo Alexis, sin embargo, lo sabían todo acerca de Johanna Sansíleri, hasta los detalles más insignificantes, y sentían hacia ella una mezcla de respeto y admiración.
Álvaro Pombo aprovecha esta historia para narrar en “La transformación de Johanna Sansíleri” los cambios que experimenta una mujer que, tras conocer el pasado de su marido, decide reorientar su vida y darle un sentido de trascendencia. Elegante y culta (Johanna es aficionada a la filosofía y a la teología y lectora de Iris Murdoch), su nueva vida está relacionada con el servicio social en un centro de rehabilitación de drogadictos regentado por el párroco del pueblo cercano a donde tiene su vivienda, una casa de campo con jardín donde se había recluido desde que se casó, distanciándose de todo el mundo, hasta de sus más íntimas amistades. Una casa que se va vaciando de muebles y adornos a medida que pasan los años y que simboliza, como lo hacen mansiones similares en otras obras de Pombo, la opresión, a través de una atmósfera aplastante, y la decadencia, la de una cierta burguesía. Es esta casa el escenario en el que se desarrolla la mayor parte de la trama de la nueva novela de Pombo, y desde el que se contempla el desmoronamiento de un mundo y el nacimiento de otro.
La relación de Johanna con adolescentes con problemas de comunicación provoca en ella una reacción de insatisfacción consigo misma que le lleva a buscar la libertad, un estado que hasta entonces no conocía. Sus encuentros con Alexis, el hijo de la otra pareja de Augusto (hay una cierto parecido con Kus Kus, el protagonista reviejo de “El héroe de las mansardas de Mansard”), provocan en Johanna estados de inquietud y desasosiego, dudas acerca de sus propias reacciones, arrepentimiento. Las extrañas relaciones sentimentales entre un adolescente inmaduro de sexualidad indefinida con una mujer que ha rebasado la cincuentena conducen a ambos a situaciones comprometidas que complican el estado de inseguridad en el que se encuentra Johanna desde la muerte de Augusto.
La religión, la sicología, las relaciones humanas, el sentido de trascendencia, llevan a Johanna Sansíleri a reflexionar sobre su pasado y a hacer una autocrítica sobre su persona y sus actitudes, empezando por ese sentimiento de haber sido injusta con su marido, al que se une un complejo de culpabilidad por no haber sospechado nada durante veinte años (“No haber sentido la menor curiosidad, ni la menor sospecha acerca de Augusto le parece a Johanna una vileza” p.44). Complejo que se ve agravado por el hecho de que mientras tanto, la amante de Augusto y su hijo habían transformado el adulterio en una especie de culto a su persona, una imagen devota que Augusto había creado en el inconsciente de su otra familia.
Un desafortunado y dramático accidente viene a interrumpir la trayectoria de Johanna Sansíleri y a obligarla a replantearse otra vez su futuro, un futuro en el que están en contradicción valores como la libertad y la compasión, entre los que debe elegir. En buena medida, Álvaro Pombo traslada al lector esta responsabilidad.