El Pop-Art convierte en espectáculo las contradicciones de la cultura de masas y la sociedad de consumo
Andy Warhol, el artista más famoso del Arte Pop, estilo cuyo tema inspirador era la sociedad de consumo, supo explotar y rentabilizar los mecanismos de esa misma sociedad. «Un buen negocio -dijo en alguna ocasión, con intención provocadora- es la mejor forma de arte».
A las tres décadas de su fallecimiento, Warhol, como si de una estrella del rock o de una celebridad de los medios de comunicación de masas se tratara, sigue atrayendo a un público amplísimo a las exposiciones antológicas de su obra; recientemente en Barcelona; ahora en el Caixa Fórum de Madrid, y desde mayo a septiembre en el Museo Picasso de Málaga. Grandes colas para contemplar sus imágenes más emblemáticas y, de entre ese público, una nutrida representación de jóvenes; cuestión que subrayan con orgullo los promotores de la Obra Social La Caixa.
Actor y celebrity
Y es que Warhol (Pitsburg, 1928-Nueva York, 1987) no era un pintor sin más. Simboliza un nuevo modelo de artista en sus diversas facetas: el artista como celebridad, como estrella, como actor que representa un papel, se expone y actúa en todo tipo de escenarios. También era el empresario que produce su obra en serie, desde su Factory, que crea y promueve proyectos desde su Office, como la revista Interview o grupos musicales como Velvet Underground, con Lou Reed y su musa, Nico.
¿Pero quién era realmente Andy Warhol antes de convertirse en el artista pop más famoso del mundo? Nacido en la industrial ciudad de Pittsburg, hijo de emigrantes checos, trabajó como escaparatista, ilustrador y diseñador gráfico freelance para agencias de publicidad y para clientes directos como la compañía discográfica Blue Note, especializada en Jazz, para la que ilustró algunas portadas en la segunda mitad de los años cincuenta.
Warhol estaba fascinado por el trabajo de algunos artistas plásticos y por el floreciente mercado del arte moderno neoyorquino y sus galerías. Él quería encontrar su propio lenguaje y exponer en Manhattan.
Coca-cola, Superman…
De 1960 es su Coca-Cola, tal vez como muestra de ese gran tótem de la cultura del consumo y como una aproximación a su necesidad de encontrar su propia «fórmula secreta». En 1961 había comenzado a trabajar con otro de los grandes símbolos de esa cultura de masas que eran las viñetas de los comics, en concreto, con la figura de Superman.
Pero pronto abandonó esa línea de trabajo iniciada al comprobar que Roy Lichtenstein, el otro artista más cotizado del Pop-Art neoyorquino, ya estaba inspirándose en el Ratón Mickey, en el Pato Donald y en Popeye, y desarrollando para sus lienzos su propio mundo de viñetas con grandes puntos tramados, que recreaban la impresión sobre el papel prensa. Y lo más preocupante para Warhol, el galerista Castelli había decidido representar a Lichtenstein y en su primera exposición en Nueva York había vendido toda la obra en muy pocos días.
Cultura de masas
La pintura pop, para que se llamara así, había de inspirarse en los símbolos de la cultura contemporánea de masas norteamericana, del consumo enloquecido, de la publicidad y de los medios de comunicación.
En el caso de artistas como Lichtenstein (con una personalidad absolutamente opuesta a la de Warhol), esa “apropiación” e interpretación del lenguaje codificado de los comics se hacía desde una cierta ironía y sentimiento crítico, parecido al que habían comenzado a mostrar algunos artistas en Inglaterra, como era el caso de Richard Hamilton. Este pintor británico definía así la cultura pop ya en 1957: «Popular, concebida para las masas; efímera, con soluciones a corto plazo; prescindible, fácilmente olvidable; de bajo coste; producida en masa; joven, ingeniosa, sexy; efectista, glamourosa; un gran negocio».
Warhol, una vez abandonado su Superman y la temática de las viñetas, necesitaba encontrar un icono suficientemente potente que simbolizara el consumo norteamericano. Y lo encontró en la casa de su madre, cuando calentaba en la cocina una lata de sopas Campbell, sí, un envase que llevaba décadas viendo a diario en la casa familiar.
Sopas y hamburguesas
Con su nueva temática ya asumida, Warhol consiguió su primera exposición en 1962. No fue en Nueva York, sino en Los Ángeles, donde colgó 32 cuadros con las latas de Sopa Campbells, correspondientes a cada uno de sus sabores. Poco tiempo después realizó su primer díptico de Marilyn, precisamente el año en que la actriz murió. Después vendrían otras muchas serigrafías coloridas, siempre realizadas a partir de fotografías «apropiadas», ya publicadas previamente, de personajes conocidos en todo el mundo, como Jackie, Mao, Elvis o Elisabeth Taylor.
Ese mismo año de 1962 en que Warhol comenzaba su viaje a la fama y Liechestein conquistaba su sitio privilegiado en el mercado del arte norteamericano, en Suecia se daba a conocer una de las obras más emblemáticas del arte pop. Se trata de una escultura de Oldenburg titulada Dos hamburguesas con queso, con todo. En palabras del prestigioso crítico de arte, Will Compertz, es «divertida y banal, eleva la comida basura al nivel de arte y es un epítome del consumismo».
De esta forma se rompía con la idea preconcebida y la tradición asumida de que una obra de arte tenía que ser original y no tenía valor si se reproducía en serie, de forma mecánica. A partir de aquí surgirían otras cuestiones como qué es arte y qué no lo es, y si de lo que se trata es de hacer arte que no parezca arte, precisamente donde hay tantas cosas que parecen arte y, probablemente, no lo sean.