Photo España 2015 permitió ver en Madrid veintiocho fotografías en blanco y negro, seleccionadas del extenso archivo fotográfico del autor Miguel Bergasa, quien empezó a viajar regularmente a América Latina en 1983 y continúa haciéndolo hasta día de hoy.
Paraguay, Bolivia, Brasil, Perú, Ecuador, Cuba, Chile, Uruguay, Panamá y México, son los países más frecuentados. En ellos ha realizado numerosos reportajes fotográficos, a destacar la vida de los mennonitas en Paraguay, los pilotos de aviones carniceros en Bolivia o el día de muertos en México.
Las obras ofrecen una visión humanista. El autor invita al público a preguntarse si el protagonismo se encuentra en la mirada del fotógrafo o en las gentes y lugares fotografiados. La respuesta es compleja. Podría decirse que en ambos. Hay algo que llama la atención del observador de los trabajos expuestos: No se advierte la evolución en un tiempo tan largo. Es como si las gentes hubieran permanecido inmunes a los cambios. Quizá se deba a que hay pocas fotos urbanas. Quizá porque el interés de Miguel Bergasa ha permanecido en temas que aquí podríamos llamar típicos o tradicionales. Pero de alguna manera se echa de menos la dinámica evolutiva ocurrida en treinta años. Son fotos, en su mayoría de los descendientes de los habitantes precolombinos de esas extensas tierras; son muy interesantes y reflejan una cierta realidad de esos países, pero no toda. Nos muestran una realidad que es un poco lo que espera ver el europeo medio de las gentes de esos países, de sus usos, costumbres y la humildad de sus vidas. Pero falta el contraste de la evolución urbana. Es curiosa, como dice el periodista Rafael Herrera, la opacidad de las miradas que esconde el reflejo de sus almas. Yo añadiría que quizá esconde tras esa opacidad, las históricas violencias que han sufrido. Pero tan escondida está la violencia que no se ve. Hay que adivinarla en esos rostros sin sonrisas.
El periodista español Rafael Herrera, director durante algunos años del programa En Portada de TVE y corresponsal en Buenos Aires de 1984 a 1987 opina de las Miradas:
“Pocos son los que se entregan. La mayoría de esas miradas cuestionan. Son miradas duras y cargadas de misterio, unas; cansadas, huidizas, resignadas, temerosas, ausentes, inseguras, desconfiadas, otras; las hay risueñas, abiertas, resueltas, curiosas y desafiantes, pero pocas. Son miradas de ojos de coyas, quechuas y aimaras andinos; de guaraníes paraguayos; de mulatos caribeños y de europeos implantados en el Chaco.”
“Mucha gente cree que en los retratos se queda algo de uno mismo. Los viejos brujos andinos de la calle Linares de La Paz, esconden los ojos cuando una cámara les enfoca. Muchos pueblos de culturas antiguas creen que el alma se incrusta en las fotos. Y tienen razón. En los retratos personales y escenas de vida cotidiana, hay algo más que individuos y grupos familiares, mujeres, hombres y niños. Está captada el alma de la América profunda, la que sobrevive del encuentro de culturas sin ser pasado ni futuro, la América real quinientos años después, atrapada en el presente, víctimas de la intolerancia unos, y de la depredación, el subdesarrollo y la indigencia, otros.”
Miguel Bergasa. Mirada. Espaciofoto 2015“También mira América desde los paisajes. Cuatro hábitats muy diferentes ambientan estas miradas americanas. La calma mediterránea y tropical del Caribe; la frondosidad de la selva sur amazónica en el alto Paraguay; las pampas del Chaco inhóspito; las desérticas alturas de la Puna andina, fría, hostil, barrida por los vientos y yerma.”
“En la Puna crece la puya, una planta tan antigua como los Andes, que tarda cien años en desarrollarse para dar una sola floración. En los tres últimos meses de su siglo de vida, crece un tallo floral de seis metros de alto, hasta alcanzar la planta una altura total de nueve metros. Millones de flores se abren, se marchitan y esparcen al viento millones de semillas en pocos días. La planta muere y cien años mas tarde otra puya florecerá para morir después de dejar la semilla que la perpetúe. Cactus, flores y yuyos, crean sus propios sistemas de supervivencia en este mundo desolado.”
“No es mas rápido el crecimiento humano en los cañaverales, las sabanas, el chaco y la selva. ¿Qué dice la mirada de esa niña-mujer arropada en el aguayo? ¿Qué hay en los ojos de la niña pastora? ¿Y en los del anciano picador? Qué dicen las miradas de los soldados, del policía, de los cargadores y los capataces, de los peones del campo y los vaqueros. Qué, en las manos y los ojos de esa pareja de campesinos marchitos, en la de los cañeros, en las de las cholas que hacen mercadillo, en los de los crucificados, los niños de la escuela, la maestra, los chicos que juegan, los niños que trabajan, los adultos que celebran.”
“¿Será esta América como la puya que florece por siglos, para sobrevivir en tierra yerma esparciendo sus semillas al viento? ¿Cuántos tienen que pasar para cambiar la opacidad de las miradas en transparencias? ¿Cuántos para romper las barreras de la ignorancia, la explotación, el subdesarrollo y la represión que amaga las miradas en Latinoamérica? ¿Cuántos para ser libres y dueños de sus destinos? Hay algo de sus almas prendidas en los retratos preguntando con la mirada. Sin respuesta.”
No he podido resistirme a poner intacto, entrecomillado, el revelador texto del periodista Rafael Herrera. Un texto que explica en profundidad el significado de las miradas captadas por Miguel Bergasa que preguntan sin obtener respuesta. La falta de evolución, a la que me refería en uno de mis párrafos anteriores, refleja la situación estanca de la población indígena de esos países, donde casi nada ha cambiado en los últimos treinta años. Cosas tan normales aquí, como la vivienda digna, el alimento necesario, la educación, la sanidad, el ocio, allí padecen de enormes carencias y en algunos casos de ausencia total de servicios . Eso es lo que nos dicen las miradas de esas fotografías. La violencia de la injusticia social, por la falta de los recursos más básicos. Lo que aquí llamamos pobreza, en muchas zonas de los países visitados por Miguel Bergasa sería casi opulencia.
Yo conocí esos mundos en mis viajes por México, Perú, Argentina, Chile y Brasil. Pero también conocí las grandes y medianas ciudades, modernas como cualquier ciudad europea, con sus villas miseria, cierto, aunque hasta ellas no llegué. Pero conocí esos tremendos contrastes y conocí también, que criticando como critican a menudo injusta y tergiversadamente la lejana época de ‘la colonia’, siguen comportándose de manera brutal, no solo los gobiernos, también los ciudadanos acomodados con los indígenas actuales, aunque ahora, desde hace años haya fuerte contestación, como en Chiapas, México, y por eso hay dos presidentes indígenas, Evo Morales en Bolivia y Ollanta Humala en Perú. Y parece que las cosas están cambiando para la población indígena en esos países, aunque siempre se toparán con el sistema capitalista muy establecido y la fuerte oposición interna y externa.
Son veintiocho fotos en blanco y negro, lo que las dota de mayor dramatismo. Pero informan mucho a quien quiera verlo, de situaciones actuales muy visibles, en cuanto salgamos de nuestro territorio de confort.
