Premio Nobel de la paz para los activistas antinucleares de ICAN

El Premio Nobel de la Paz, que se otorga “a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz”, según el testamento del propio Nobel, ha sido adjudicado este año 2017 a la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN, por sus siglas en inglés), un grupo que reúne a unas 460 oenegés de cien países.

El comité noruego señala en su motivación que el riesgo de conflicto atómico es ahora mayor de lo que ha sido en mucho tiempo y reclama a las potencias nucleares que avancen en el desarme de unas 15 000 ojivas que siguen almacenadas en sus arsenales.

ican-antinucleares-suecia Premio Nobel de la paz para los activistas antinucleares de ICAN
Activistas antinucleares de INCA en Suecia

ICAN ha emitido un comunicado en el que considera que con este premio se reconoce «nuestro papel en la consecución del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, aprobado el 7 de julio de 2017 con el respaldo de 122 naciones, que ofrece una poderosa y necesaria alternativa a un mundo en que permite que prevalezcan las amenazas de destrucción masiva las que, de hecho, van en aumento», informa Carlos Umaña Silesky (Pressenza).

Añade ICAN que «este premio es un homenaje a los esfuerzos incansables de millones de activistas y ciudadanos en todo el mundo que, desde el comienzo de la era atómica, han protestado enérgicamente contra las armas nucleares, insistiendo en que no pueden servir a ningún propósito legítimo y deben ser eliminadas para siempre de la faz de nuestra tierra».

Y agrega que «es un homenaje también a los sobrevivientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki – los hibakusha – y a las víctimas de las explosiones de los ensayos nucleares en todo el mundo, cuyos testimonios abrasadores y su incansable defensa fueron fundamentales para asegurar este acuerdo histórico»

Para ICAN, la creencia de algunos gobiernos de que las armas nucleares son una fuente legítima y esencial de seguridad no solo es errónea, sino que también peligrosa, porque incita a la proliferación y socava el desarme: «todas las naciones deben rechazar estas armas completamente – antes de que sean usadas de nuevo».

 

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