Yasmina Khadra: en la mente del dictador

La madrugada del día que lo iban a matar, del 19 al 20 de octubre de 2011, Muamar Gadafi repasa, como en una moviola, los momentos más decisivos de su vida, sus orígenes en el seno de una familia pobre de un barrio miserable del desierto del Fezzan, el golpe de estado contra el rey Idris I de Libia, que lo llevó al poder absoluto después de una de esas revoluciones de los años sesenta del siglo XX tan jaleadas por la intelectualidad progresista de occidente (se le llamó “Che Guevara árabe”), su muerte a manos de su propio pueblo.

khadra-la-ultima-noche-del-rais Yasmina Khadra: en la mente del dictadorEl escritor argelino Yasmina Khadra novela en “La última noche del Rais” (Alianza Editorial) esas últimas horas de vida en las que Gadafi se enfrenta a sus contradicciones sin poner nunca en duda las decisiones que lo llevaron condenar a quienes creía sus adversarios: “he matado, torturado, aterrorizado, acosado, diezmado familias porque no me quedaba otra alternativa”.

Justifica la ejecución, por sospechas nunca confirmadas, de algunos de los leales que lo acompañaron durante el golpe de estado, el atentado contra un avión de la Lockerbie, la matanza en la prisión de Abu Salim de Trípoli, donde fueron ejecutados 1700 presos en 1996…

A lo largo de los diálogos y del extenso monólogo sobre los que Yasmina Khadra construye esta novela de no ficción, el gran misterio que asombra a Gadafi es esa constante que acompaña a todos los totalitarismos, la manera en que mudan de un día para otro la actitud y el comportamiento de los pueblos que hoy crucifican a los líderes que ayer encumbraron.

Le sorprende cómo de las plazas públicas y los estadios abarrotados de gente vitoreándolo hasta desgañitarse, con las tribunas rebosantes de fervor y las aceras desbordadas de multitudes aclamándolo a su paso, se pasa, de la noche a la mañana, al insulto, a la destrucción de monumentos conmemorativos, a saquear sus palacios y a embadurnar con excrementos los retratos que adornan las fachadas de los edificios, a buscarlo entre las ruinas y en las cloacas más inmundas para lincharlo sin compasión.

El mismo pueblo que le manifestaba ruidosamente devoción en cada una de sus apariciones públicas se dispone ahora a despedazarlo con sus propias manos. En su desesperación sólo piensa que debió tratarlo como a sus disidentes, como hizo Stalin, una de sus figuras más veneradas, que por eso murió en su cama cubierto de laureles, con el pueblo ahogado en lágrimas.

No menos sorprendente le resulta la actitud de sus antiguos aliados, desde los panegiristas del nacionalismo árabe que lo glorificaban, los aprendices de revolucionarios que besaban su frente, los presidentes africanos que comían de su mano, hasta sus antiguos socios europeos que colocaban alfombras de terciopelo a su paso durante sus visitas y que ahora lo han abandonado. Piensa en el traidor Sarkozy, en cuyo palacio irguió su jaima en medio de aclamaciones durante su última visita a París… Lo dejaron solo, a él, cuya presencia en las asambleas de la ONU ponía a temblar a reyes y presidentes.

muammar-gaddafi-por-xulio-formoso Yasmina Khadra: en la mente del dictador
Muammar Gaddafi por Xulio Formoso

En su análisis de la personalidad de Gadafi Yasmina Khadra profundiza también en los abismos de la mente del dictador, en sus frustraciones y en su megalomanía narcisista, en el pánico en el que lo sumían los rumores de ser un bastardo, hijo de un piloto corso superviviente de un avión abatido durante la guerra mundial, una idea que lo torturaba y que echaba por tierra la leyenda, alimentada desde niño, de ser el descendiente de un padre muerto en duelo de honor, nacido para restaurar aquel antiguo lustre de la tribu de los Gadas que narraban olvidadas epopeyas.

Siempre se creyó elegido por Dios para plantar cara a las potencias que colonizaban las riquezas de su país, un ser excepcional predestinado para la leyenda, encarnación de la providencia enviada por los dioses para rescatar al país del oprobio y la miseria. Su vida estuvo siempre acompañada de una Voz cósmica, la voz del Profeta, que le dictaba lo que tenía que hacer cada vez que aparecía la duda. Y, sorprendentemente, por el autorretrato de Van Gogh, que le fascinaba, y con el que soñó la noche del 31 de agosto al 1 de septiembre de 1969, la del golpe de estado que lo llevó al poder.

Ahora, escondido en las ruinas humeantes de una vieja escuela en las afueras de Sirte, acompañado de algunos de sus más fieles servidores, espera un milagro para escapar del cerco de quienes incendiaron su país y arruinaron sus ciudades más queridas, convencido de poseer la protección de los dioses, la misma que lo libró de morir durante el bombardeo de su residencia de Bab al Aziziya, de las múltiples conspiraciones y de los intentos de asesinato. Aguarda la llegada de su hijo Saif el Islam al mando de la columna que va a rescatarlo de la muerte y a iniciar la contraofensiva que le iba a devolver el poder arrebatado por los traidores revolucionarios.

Las últimas páginas, magistrales, narradas con el dramatismo estremecedor de un testigo de su propia muerte, recogen los últimos momentos de su vida, de su huida trepidante en el vehículo blindado de un convoy destrozado por los atacantes, de su apresamiento por los rebeldes que lo maltratan y lo torturan durante el espantoso trayecto hacia la muerte por linchamiento, un trayecto en el que Yasmina Khadra introduce un dramático paralelismo con el camino de Jesús al Calvario.

Yasmina Khadra

mohammed-moulessehoul_yasmina-khadra Yasmina Khadra: en la mente del dictador
Mohammed Moulessehoul (Yasmina Khadra)

El escritor Mohammed Moulessehoul (Kednasa, Argelia, 1955) comenzó a publicar bajo el seudónimo de Yasmina Kadra (nombre de su esposa) para evitar la censura de sus libros cuando era comandante del ejército de Argel. Su padre, un antiguo oficial del Ejército de Liberación Nacional, lo inscribió en la academia militar recién cumplidos los nueve años. A pesar de su educación marcial, su vocación literaria pudo más que su carrera y en 1984 decidió publicar su primera novela, “Houria”, escrita once años antes.

Las críticas recibidas a esta y a sus novelas posteriores desde los sectores islamistas de su país le crearon problemas en su entorno militar y pusieron en peligro su carrera, por lo que a partir de 1989 decidió publicar su obra bajo un seudónimo, un nombre de mujer para dificultar más la identificación. Sus novelas triunfan desde entonces sobre todo en Francia, debido a las relaciones de este país con su antiguo protectorado, cuya sociedad es objeto de las críticas de Khadra.

El éxito de “Morituri” en 1997 le animó a abandonar el ejército para dedicarse a la literatura, momento en el que decidió desvelar su verdadera personalidad, lo que provocó una escandalosa polémica tanto en Argelia como en Francia, país en el que decidió instalarse para continuar su carrera literaria.

En “El escritor” contó los avatares de su clandestinidad como novelista en el seno de un ejército represor, y en “La impostura de las palabras” trató de justificar su comportamiento cuando era un militar.

Entre sus novelas destacan “Los corderos del Señor”, “Lo que sueñan los lobos”, “Las golondrinas de Kabul” y “La trilogía de Argel”.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

1 COMENTARIO

  1. A este monstruo sanguinario Hugo Chávez lo llamaba «El Simón Bolívar de África». Lo invitó varias veces a Venezuela, lo condecoró con todas las medallas existentes y hasta se inventó algunas exclusivas para él. Le dio una réplica de la espada de Bolívar y poco faltó para que lo nombrara héroe nacional. Es conveniente recordar estas cosas bastante recientes porque tenemos mala memoria y por demás corta y estrecha.
    El artículo de Pastoriza es excelente, de los mejores que le he leído y la caricatura refleja exactamente lo que fue este siniestro personaje, miembro destacado del cuadro de honor de la historia universal de la infamia.

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