2016

Nada. ¡Ni modo qué hacer! Con su ruma de historias, cuentos y anécdotas que le dejaron por herencia genética o aprendizaje vicario los viejos años que le han precedido, ya está aquí el muy temido y jamás suficientemente bien ponderado 2016.

Xulio Formoso: Hipocangrejo

Es un tiempo en el que la mayoría de la gente se dedica a las fórmulas políticamente bien aceptadas y socialmente construidas en un afán de convergencia y domesticación: ¿para qué esforzarse mucho si ya otras personas pensaron por usted y, cual letanías recitadas automáticamente, le colocan en su bandeja de entrada, buzón de voz, muro internáutico o lengua ensalivada las palabras mágicas que provocarán la sonrisa plana, el apretón lánguido de manos, el abrazo desafectado o la palmada en la espalda hecha bien a propósito como para sacar de un fuerte eructo los últimos gases que dejara el pasado que se despide? ¡Feliz Año Nuevo! ¡Qué el 2016 te traiga muchas felicidades! ¡Mis mejores deseos…! Francamente, comparto el criterio de mi joven nieto: ¡qué aburrido!

Sin ánimo de trolear, ciertamente estas expresiones están bien para mensajear en forma genérica más no dicen nada de quien las pronuncia ni suscitan ninguna emoción en quien las recibe. Es por ello que desde este lado del mundo, al igual que una vez inventamos alternativas tales como “que sueñes que una tarántula azul cobalto de la Península de Paraguaná teje un atrapasueños en el capitel de tu cama” en lugar de emplear el convencional “que sueñes con los angelitos”, como despedida antes de ir a dormir, a ti que lees esta nota, deseamos que este 2016 corrija el entuerto de los cuentos, sea un antirefrán, se cuele entre las ranuras de los versos para, finalmente, ser cómplice de las excentricidades que efectivamente sorprenden e impresionan.

Entonces, que en este 2016, ojalá que se encuentren en un remanso de armonía los camarones que por haberse quedado dormidos se los llevó la corriente; que cada lluvia que caiga sea a gusto de todos; seamos capaces de apreciar con euforia el ver a cien pajaritos volando en lugar de aprisionar a uno en la mano y la liebre salte por donde le dé su real gana sin que nadie le imponga por dónde hacerlo.

Quiera la vida que los Juan Peña, el niño con El diente roto, imaginado por Pedro Emilio Coll, no tengan que estar demostrando su sabiduría sino que puedan entregarse a amores desenfrenados y disfruten lo que verdaderamente les depare la vida siguiendo el rumbo indicado por Miguel Vicente “Pata Caliente” -hijo ilustrísimo de Orlando Araujo- quien con su cajita de limpiabotas se enfrente al mundo lustrando los sueños de toda la gente al igual que embetuna zapatos. Igualmente, ojalá que el Ratón Pérez pueda disfrutar de su Noche de Bodas y cincuenta años más de feliz unión matrimonial con la Cucarachita Martínez sin caerse en la olla del sancocho nupcial.

Te deseo, como canción de Otilio Galíndez, que jamás sean mezquinos los ojos amados que te miren sino que siempre sean estrellitas fugaces, cocuyos que alumbren impidiendo a las sombras nublar tu corazón. O, para regocijo de la infancia, Josefita Camacho, inspiradora de la gaita tradicional de Pradelio Hernández, permita que los muchachos jueguen con La Cabra Mocha, aunque sea mocha de los dos cachos, del rabo y las dos orejas. Sería lindo también que tuvieras una lección de culinaria venezolana con la Abuela de Perucho Aguirre, doñita que no sabía de geometría y, sin embargo, las arepas redonditas le salían y desdeñaba la tabla de dividir porque para ella lo mejor es compartir.

Que cada amanecer encuentres en la mesa servida para el desayuno Dos gardenias para ti y salgas con Sancho Panza sirviéndote de escudero; que en la tarde al volver del trabajo Pedro Navaja no te aceche por las calles, navegues en el bajel pirata de Espronceda y juegues con La cieguita de Carlos Gardel; y que cuando ya, felizmente cansado, vayas a dormir, tu cama se convierta en el Calypso de Jacques-Yves Cousteau y bajes con él y tu aqualung a una larga y placentera expedición submarina.

Recibe mi invocación amorosa que te envío en la boca de Milagros Veytía, hija irredenta de la escritora Ángeles Mastreta, “yo te deseo la locura, el valor, los anhelos, la impaciencia. Te deseo la fortuna de los amores y el delirio de la soledad. Te deseo el gusto por los cometas, por el agua y los hombres. Te deseo la inteligencia y el ingenio.

Te deseo una mirada curiosa, una nariz con memoria, una boca que sonría y maldiga con precisión divina, unas piernas que no envejezcan, un llanto que te devuelva la entereza. Te deseo el sentido del tiempo que tienen las estrellas, el temple de las hormigas, la duda de los templos. Te deseo la fe en los augurios, en la voz de los muertos, en la boca de los aventureros, en la paz de los hombres que olvidan su destino, en la fuerza de tus recuerdos y en el futuro como la promesa donde cabe todo lo que aún no te sucede. Amén.

Finalmente, te auguro un año 2016, nuevecito, de agencia, para que lo estrenes, lo uses con premeditación y alevosía con toda tu fantasía soplando a tu favor como si un hipocangrejo tomase el timón de ese barco que surca los mares y océanos y te lleve de uno a otro confín comunicándote con la dicha plena.

Ileana Ruiz
Ileana Ruiz (Venezuela). Activista de derechos humanos, investigadora social y periodista. Asesora en resolución de conflictos, educación popular, participación ciudadana y derechos humanos y profesora de la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad. Articulista en el semanario venezolano “Todosadentro” del Ministerio de la Cultura desde 2006. Premio Nacional de Periodismo de Opinión, 2013. Entre sus publicaciones: De la indignación a la implicación (2006); Pueblo de agua: Cuentos para la educación en derechos humanos sobre la identidad del pueblo warao (2009); Servicio de policía bajo la mirada ciudadana (2010); La clave del acuerdo. Practiguía para la resolución pacífica de conflictos (2011); Pasos dados poco a poco. Memoria y cuentos del proceso de constitución de los Comités Ciudadanos de Control Policial (2012).

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