Juan de Dios Ramírez-Heredia [1]
Catorce millones de gitanos que vivimos en todo el mundo, de los cuales cuatro millones están en ambas Américas y diez millones en Europa, celebramos un DIA INTERNACIONAL en recuerdo y conmemoración del primer Congreso Mundial de nuestro Pueblo que se celebró en Londres el 8 de abril de 1971.
La historia del Pueblo Gitano tiene una clara línea divisoria. Tiene un antes y un después del Congreso de Londres. En aquel congreso, ―en el que tuve la inmensa suerte de participar― se sentaron las bases sobre las que nuestra comunidad quiso fundamentar su futuro. Teníamos conciencia de que éramos un pueblo con una historia común, con unos orígenes comunes, con una lengua que nos permitía entendernos entre todos y que habíamos conservado a lo largo de los siglos. Pero, sobre todo, sabíamos que nuestra fuerza principal estaba en la conciencia extendida entre todos nosotros de que formábamos una familia universal.
Por eso, el martirio que sufría uno cualquiera de los componentes de nuestra comunidad lo sentíamos en nuestras propias carnes. Y ese sufrimiento nos hizo fuertes, cada día más fuertes y más orgullosos de ser lo que somos. Frente a tanta ignominia, frente a tantas pragmáticas y persecuciones, frente a tantas agresiones gratuitas infligidas a nuestros antepasados por unas fuerzas de orden público crueles y racistas, durante siglos, hemos levantado con orgullo la cabeza proclamando que somos gitanos a pesar del peligro que corríamos de que nos la partieran.
El solo espantajo de la Segunda Guerra Mundial, la figura de Hitler y sus cámaras de gas, el medio millón de gitanos y gitanas, ancianos y niños que fueron masacrados en aquellos infernales campos de concentración, han logrado fortalecer nuestra conciencia colectiva como pueblo haciendo que las lágrimas calientes de nuestros mártires fueran como las espuelas que se clavaban en nuestros ijares para gritar en aquel florido Londres de 1971 que ¡¡Basta ya!!. Que queríamos justicia, exigíamos nuestro reconocimiento como pueblo, y dijimos a voz en grito, con el corazón saliéndosenos por la boca, que no estábamos dispuestos a agachar más la cabeza ante nuestros verdugos.
De todo eso se habló en Londres en abril de 1971. Y allí consagramos nuestra bandera, azul y verde. Un pueblo que no entiende las fronteras porque tiene por techo el azul del cielo y por suelo el verde de los campos. Y creamos nuestro himno. Con una letra dramática evocadora de las víctimas de la persecución nazi. Y pedimos a las Naciones Unidas, a la ONU, que nos reconociera como pueblo, cosa que logramos en 1978. Y creamos en la Universidad René Descartes de París un centro de estudio para homologar la lengua gitana, y decidimos crear la UNION ROMANI que debía ser la gran organización mundial, gitana hasta el tuétano, a través de la cual los gitanos del mundo hablaran con los poderes públicos sin intermediarios.
Hoy el 8 de abril es nuestro día Internacional. Un día que contempla como la incorporación de la mujer gitana a las tareas de liderazgo y representación de nuestro pueblo empieza a ser una venturosa realidad, cosa impensable antes del Congreso de Londres.
Hoy, cuando miles de gitanos y gitanas están arrojando pétalos de flores en las aguas de los ríos de todo el planeta, como símbolo de belleza y libertad. Hoy cuando vamos a depositar sobre esas tranquilas aguas las velas encendidas de la oración y de la esperanza por nuestros mártires y desaparecidos, dejadme que grite con emoción ¡¡OPRE RROMA!!
Al menos, que en un día como el de hoy, la sociedad mayoritaria de los gachés (los no gitanos) podamos decir, hermanados, ¡¡OPRE RROMA, VIVA EL PUEBLO GITANO!!
- Juan de Dios Ramírez-Heredia es abogado y periodista, presidente de Unión Romaní