Con la mayor manifestación que se recuerde desde la celebración del fin de la guerra civil, en 1990, decenas de miles de personas desafiaron este lunes 23 en Nicaragua al gobierno, en lo que evidenció que la protesta no se aplacó con el retiro de la polémica reforma de la seguridad social, informa José Adán Silva [1] (IPS) desde Managua.
La multitudinaria concentración confirma, para participantes y analistas, que por primera vez en once años en el poder, el presidente Daniel Ortega perdió el control de las calles y el rumbo del país, que ha gobernado con mano cada vez más autoritaria, mientras crecía un larvado descontento que ahora lo pone en jaque.
Las protestas, que comenzaron el 17 de abril, se han saldado hasta ahora con al menos 28 muertos según organizaciones humanitarias, a las que se suman decenas de heridos y cientos de arrestos en Managua y otras ciudades del país, por las que se extendió el estallido, en el que se pusieron al frente los estudiantes.
Pero las dos grandes concentraciones que se produjeron este lunes 23 en Managua y otras 35 ciudades del país discurrieron sin grandes incidentes, en parte por la falta de presencia policial y militar, al menos hasta el anochecer de la jornada.
El detonante de la rebelión fue una reforma de la seguridad social, adoptada en forma ejecutiva y unilateral, que obligaba a empresarios y trabajadores a incrementar los aportes al sistema, reducía sus beneficios y cortaba en cinco por ciento las pensiones jubilatorias.
La medida, que perjudicaba a 22 por ciento de los 6,3 millones de habitantes de este país centroamericano, solo fue consultada con sindicatos y gremios oficialistas de trabajadores e ignoró incluso al que ha sido su interlocutor patronal más cercano hasta ahora, el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep).
La violenta represión de la policía y fuerzas de choque del gobierno contra los estudiantes universitarios que salieron a protestar contra la reforma, extendió las manifestaciones, a las que se sumaron banderas como la protesta por la corrupción, y a que fueron añadiéndose organizaciones sociales y fuerzas opositoras.
Ortega, exguerrillero sandinista de 73 años y presidente del país entre 1985 y 1990, se mantuvo ausente de la escena mientras a la represión se sumaba el Ejército y las protestas se extendían por al menos 84 grandes plazas de los 15 departamentos del país.
Gonzalo Carrión, del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, situó hasta este lunes 23 los muertos de las protestas en 28, todos por armas de fuego, la mayoría jóvenes universitarios y dos agentes policiales. A las víctimas mortales se sumaron 64 heridos, también baleados, y al menos 200 arrestados.
El domingo 22, Ortega compareció finalmente por radio y televisión para anunciar el retiro de la reforma y plantear un diálogo al respecto, al que convocó a los empresarios aglutinados en Cosep y a la Iglesia Católica.
Pero para el analista social Humberto Meza, la derogación del decreto llegó demasiado tarde «y ahora es urgente la exigencia de protección de los derechos humanos y el fin de la represión», dijo a IPS.
La socióloga Elvira Cuadra consideró lo mismo sobre el diálogo, «tantas muertes después», porque ahora el tema ya no es solo la reforma a la seguridad social, sino que se han sumado demandas acumuladas desde que en 2007 volvió al poder, de la mano del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Cuadra citó a IPS entre esas demandas la falta de transparencia en las elecciones, ausencia de institucionalidad, deterioro de las libertades públicas y políticas, la violación de los derechos humanos, la corrupción de los poderes del Estado y la carestía de la vida en el segundo país más pobre de América Latina.
«En los medios nacionales e internacionales se ha consignado la noticia del retiro del decreto como una revocación de la decisión presidencial, sin embargo, es prudente preguntarse si en verdad está revocando la reforma o se trata de un artilugio político para ganar tiempo a la protesta», dijo Cuadra.
Para la experta el anuncio presidencial pretende «ganar tiempo, desmovilizar a los protestantes y calmar a la comunidad internacional».
A su juicio, así lo entendió el mismo Cosep, que reaccionó ante el retiro del decreto y el llamado al diálogo, manteniendo la convocatoria de su manifestación de este lunes 23. La otra fue autoconvocada y seguida por estudiantes y organizaciones sociales.
Además, subrayó la especialista, Cosep emitió un pronunciamiento «donde reconoce la lucha cívica de los jóvenes, rinde homenaje a los muertos, exige una actuación de la policía de acuerdo a la ley, reitera su voluntad de diálogo y mantuvo el llamado a una marcha».
De igual modo, los diferentes grupos de ciudadanos que protestan y respaldan a los jóvenes universitarios rechazaron el anuncio de Ortega, bajo el argumento de que la protesta no es ya solo contra el decreto sobre la seguridad social, afirmó Cuadra.
«Ahora se trata de una agenda más amplia y el diálogo debe incluir a diversos sectores sociales y contar con autoridades de la iglesia católica como garantes», dijo.
En las marchas y en las universidades, sitiadas muchos días por la policía, los estudiantes rechazaron mediantes videos y mensajes en redes sociales el llamado al diálogo, mientras no retire a la policía de las universidades y mientras no investigue las muertes a balazos de los manifestantes.
«No vamos a dialogar sobre la sangre de más de 30 hermanos muertos, Ortega debe pagar por esta masacre», dijo este lunes 23 a IPS un joven encapuchado que agitaba una bandera azul y blanca en las afueras de la Universidad Politécnica, convertida en símbolo de la resistencia universitaria.
Desde el estallido de la crisis, el gobierno también sacó del aire a varios medios de radio y televisión y las llamadas fuerzas de choque y policías asaltaron, golpearon y arrestaron a periodistas de medios independientes.
Además, Ángel Gahona un comunicador de una televisora murió el sábado 21 de un balazo en la cabeza, mientras cubría las en Bluefields, Caribe Sur del país.
Con expresiones de «ya no tenemos miedo», el incremento de la represión hizo arreciar la protesta y la violencia. Hubo incendios de edificios públicos, destrucción de estaciones de policía, destrucción de propaganda gubernamental, barricadas, daños a vehículos y expresiones diferentes de pillaje.
La Iglesia Católica reafirmó la necesidad de diálogo pero puso como condición para su participación que se restablezcan los derechos humanos y cese la represión.
Lo mismo hizo el presidente de Cosep, José Adán Aguerrí, insistió en que mientras no se detenga el derramamiento de sangre, no se restablezca la libertad de expresión y el derecho a la manifestación pública de las nicaragüenses, no hay las bases para sentarse en un diálogo con el presidente.
Se espera ahora la respuesta de Ortega a la expresión de fuerza opositora de este lunes 23, al mayor acoso popular que ha debido enfrentar la figura que ha tenido un papel determinante en el país desde el FSLN derrocó a la dictadura dinástica de Anastasio Somoza en 1979, e integró la junta de gobierno que lo sustituyó.
Una reforma constitucional resistida internacionalmente le permitió ser candidato por tercera vez consecutiva y obtener una contundente victoria en las elecciones de 2016, para así mantenerse en la presidencia por un nuevo periodo quinquenal iniciado en 2017, esta vez con su esposa Rosario Murillo como vicepresidenta.
- Edición: Estrella Gutiérrez
- Publicado inicialmente en IPS Noticias