Repasar los beneficios a corto, medio y largo plazo de no volver a encender un cigarrillo es, sin duda, una buena manera para que la fuerza de voluntad se imponga al tabaco, explica Guadalupe Moreno de Statista[1].
Y es que, según la Organización Mundial de la Salud, solo 20 minutos después de fumar ya se empiezan a notar los primeros cambios físicos, como el descenso del ritmo cardíaco y la presión arterial, que recuperan sus valores normales.
Si mantenemos el cuerpo sin tabaco al menos doce horas más, los niveles de monóxido de carbono en la sangre disminuyen y, después de de dos a doce semanas, la circulación mejora, así como el funcionamiento de nuestros pulmones.
Entre las mejoras de salud a largo plazo no encender un cigarrillo nunca más se encuentra, lógicamente, la disminución de las probabilidades de padecer las grandes enfermedades asociadas con el tabaquismo. Entre ellas, la prevalencia de un cáncer de pulmón (que en diez años se reduce a la mitad) y el riesgo de enfermedades coronarias, como el infarto, que en quince años se iguala a la de un no fumador.
En solo un plazo de uno a cuatro años, el exfumador cuenta con un riesgo total de fallecer de alrededor de la mitad de un fumador.
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