Una Wendy que le resuelva los problemas a Peter Pan. ¿Quién conoce a alguien que tiene miedo a crecer? Las personas que tienen la necesidad de complacer a los demás para buscar su aceptación y tienen miedo al rechazo, al abandono, trascendiendo los propios límites del amor incondicional, son personas que necesitan ejercer ese papel para ser felices. No es tanto ser Peter Pan, como ejercer de Wendy; uno no existiría sin el otro; ambos son codependientes.
Este tipo de personas, que por lo general son mujeres, padecen el síndrome de Wendy, dependiente relacional de Peter Pan, el del cuento, al que no le permite crecer ni madurar. Estas relaciones dependientes donde una persona inmadura requiere de una persona que le resuelva su responsabilidad haciéndolas si cabe, más irresponsables. Si hablamos de parejas, la mujer hará el papel de la mamá del esposo, si bien en otro tipo de relaciones, madre-hijo, la madre no deja de ser mamá y hace hijos dependientes que no saben resolver sus propios problemas aunque pasen la treintena.
Obtener el reconocimiento de los demás, tener sentimientos encontrados, hace que la Wendy tenga una disonancia cognitiva de su propia valoración interna; su autoestima está por los suelos, y en muchas ocasiones, sus iguales la pueden considerar una masoquista.
La personalidad de las Wendies, normalmente son mujeres de condición rescatadora con su pareja para sentirse útiles. Esa mujer necesaria, abnegada, resignada, sacrificada, que evita el desagrado de los demás tratando de que no exista el disgusto de mantener la aprobación de los demás.
Complacer constantemente, reconocer al amor de su vida y al no ser correspondida cae en la autoconmiseración, a mayor ilusión, mayor es la caída.
Los hombres que caen en el síndrome de la codependencia, no han sabido vivir conforme a unas reglas familiares sanas y normalmente se han adelantado a la etapa adulta dejando de divertirse por ser niño. En cualquier caso, el síndrome de la codependencia manifiesta una necesidad del otro, sea hombre o mujer que será el culpable de nuestra felicidad. Toda la responsabilidad está en sus manos, porque toda la felicidad, también depende de la otra persona.
Esta patología se trata y se cura, dado que es más una forma de vida que un trastorno en sí mismo. Averiguar el inicio de la cuerda y dar con la forma exacta de relación con los demás, nos hará crecer como personas y sobre todo, distinguir los límites del amor y las consecuencias de no aceptar todo. No todo vale, y por tanto, no debemos aceptarlo.
El amor se da, no se pide, así que pida ayuda de un profesional si toda vez debe pedir que le quieran y actúa como un infante.