Aumentemos la óptica. Podemos compartir grandes momentos. El tiempo es de lo más valioso. Debemos aprovecharlo poniendo remedio a desencuentros, pugnas, insolidaridades, soledades, carencias, dolores, penas, enfrentamientos, controversias inútiles…
Queda mucho trecho, aunque nos digamos que la vida es corta. Lo es, pero los agobios la estrechan más, y, a menudo, sin necesidad, nos derrumban. Debemos aprender de la experiencia. Nos hemos de apropiar del destino.
Giremos hacia esos deseos que nos calman la sed y nos permiten mejorar. Cada día es una ocasión de amar y de ser amados. Todo supone acción. Nada sucede por casualidad. Intentemos descubrir el porqué de cada situación, sea ésta como fuere.
Calculemos lo justo, no más. En ciertas oportunidades, la improvisación nos ayuda. Sumemos ante la llegada del alba que nos suaviza la piel y nos recuerda que, por fortuna, estamos vivos. Ese regalo, amigos y amigas, lo hemos de utilizar. Lo contrario es desperdiciar lo que otros anhelarían. Podemos actuar, a veces, como auténticos egoístas.
Midamos con ingenuidad. Tenemos, ciertamente, por delante un nuevo recorrido. Está flamante. Abrochémonos el cinturón, y pongámonos en marcha. ¡Ah!: ¡Y con una sonrisa, por favor!