La Constitución Española en su 40 aniversario sigue tildando de disminuidas a las personas con discapacidad en su artículo 49. Pero mientras siguen corriendo los días que lleguen al año 41, una mujer sorda, Vicky Bendito, colega nuestra, periodista, emprende una campaña en Change.org para que sea sustituido ese término por el de personas con discapacidad.
Estas no solo son capaces de vivir sin ayudas y con semejante discriminación, sino que en su fuerza interior se reinventan ante el espectáculo de los mediocres que viven en su zona de confort. Esos que manejan los hilos porque ven, oyen, andan y no tienen dificultades para escribir porque tienen los dos brazos. Esos mismos que han nacido sin una discapacidad intelectual o mental por una enfermedad que no eligieron. Esos son Sus Señorías, a las que se les ruega de tarde en tarde, ora por un comité de derechos humanos, ora por el de representantes de personas con discapacidad, ora porque una asociación lo pide, ayudas en plural, derechos en mayúsculas y empatía, ¿acaso existe la empatía?
No tenemos una educación inclusiva porque a las personas con discapacidad se las separa como si de churras y merinas habláramos. No sabemos cómo manejar los hilos de la vida porque las personas con discapacidad tienen que aprender de nuevo sin manual de instrucciones y con el ahí te quedas como modus operandi. A cualquier edad, con dinero o sin él, aunque teniendo posibles, como diría mi abuela, la vida es mucho más sencilla. No tenemos una sociedad que comprenda qué significa la discapacidad, porque esta no se enseña, no se exhibe, no hablamos ni vemos en la televisión a una persona en silla de ruedas ni en la escuela y acaso tenemos que dar saltos de alegría cuando una persona habla con la lengua de signos y nos permite entender si estamos sordos.
Tenemos que rogar que se nos ayude, tenemos que pedir cuando necesitamos algo y, aún pidiendo, encontramos profesores en los colegios y universidades que nos hacen un favor, ojo, un favor porque alteramos el ritmo de la clase; ¿quién es el discapacitado? y lindezas de esa tesitura. Esa es la España sin discapacidad, la de la Constitución de los disminuidos físicos, sensoriales, intelectuales.
¿De qué negociaciones estamos hablando? ¿Quiénes son los responsables de que las cosas no fluyan y pasen los años y sigamos como antaño? Vamos progresando lentamente, sí, porque la fuerza que emerge de las personas con discapacidad es más grande que todos los gobiernos mediocres juntos. Vamos adelante porque con personas extraordinarias la gente se reinventa y son modelos de superación; vamos creciendo como seres humanos porque en el empeño, vivimos como si fuera el último día cada mañana, porque salir a la calle es un reto, porque vivir es muy difícil, porque nadie ayuda, no vaya a ser que haya que seguir ayudando.
De tarde en tarde vemos el «buenismo» que sale adelante en los días próximos de Navidad o en algún otro sarao para sacar fondos para los pobres disminuidos. Famoseo y otros seres vivos que ni sienten ni padecen, hacen algo para sentirse bien mientras Sus Señorías siguen debatiendo qué concesión harán que llegará, ya si eso, como dice la gente joven, dos años más tarde.
Y mientras, ande yo caliente… viven sin poder transitar por la calle porque algunos imbéciles pueden arrollarles con el patinete, algunos no pueden caminar en el metro porque otros nos arrollan con sus vidas estresadas que solo piensan en la cogorza del fin de semana. Esa es la España inclusiva que no educa a los seres humanos, a esas personas que, en un día cualquiera, la vida les podría cambiar para siempre. Los días son esos, todos, las personas son esas, todas, y en el ínterin pretendemos que en la Constitución no se hable de personas disminuidas. No los son, son sordas, ciegas, cojas, mancas, ¿hay quién dé más?
Mientras Sus Señorías vayan con el chófer a cuestas, mientras tengan posibles para vivir a cuerpo de rey, a quién le importa, como diría Alaska, que estos seres disminuidos sigan siendo tildados así en la Carta Magna. A nadie, quizá. Ellos son el ejemplo en el mundo y su mundo tiene más valores, más fuerza y más grandeza que todos ustedes juntos. Y otra cosa, por si no les ha quedado claro. Todos tendremos alguna vez una discapacidad a lo largo de nuestra vida. Todos es todos. Ustedes dejarán poco a poco de ver, oirán peor y tendrán problemas de movilidad. Acaso entonces se acuerden de ese término y de los pocos derechos que tienen sus colegas con discapacidad. Acaso, entonces piensen que caminar por una ciudad española es un riesgo, leer carteles es un imposible y estar ausente del mundo si no oyen es una realidad.
Entonces, y solo entonces, hablarán de discapacidad. Con Dios, que pa mañana es tarde.