Un apagón, sin precedentes y del que nadie se hace responsable, mantuvo a Venezuela paralizada por ciento nueve (109) horas, y aunque tomé algunas previsiones, no me fue posible elaborar y menos aun enviar a tiempo el artículo del sábado anterior.
El gobierno le echa la culpa a la oposición, y esta al gobierno; pero lo cierto es que el país estuvo sometido a las angustias que derivan de la falta del fluido eléctrico. Hace poco volvió a lo cotidiano, en medio de la incertidumbre sobre si el sistema de fuerza y luz se estabilizará o habrá que soportar los consabidos racionamientos y fluctuaciones de voltaje que proceden después de una falla de esa magnitud. ¡Amanecerá y veremos!
Por eso y por mucho más, vuelvo a pedir disculpas a todos los que siguen este trabajo de divulgación periodística, orientado al aporte para un mejor uso del lenguaje oral y escrito, siempre bajo la óptica de un aficionado del buen decir, con especial énfasis en el diarismo, que es en donde más abundan las impropiedades del idioma, que por el inmenso poder inductivo de los medios de comunicación, se trasladan al común del hablante.
Muchas personas que tienen la escritura por oficio, como periodistas, docentes, abogados y otros profesionales, tratan de justificar sus deficiencias amparándose en el hecho de que no son “doctores en lingüística” y por eso no están obligados a saber de lenguaje. Eso es un argumento ridículo, pues por ser profesionales en un área determinada, sí están obligados moralmente a conocer lo básico y lo fundamental de la estructura gramatical, más si son docentes o periodistas. Para ellos lo importante es darse a entender.
Hace algunos días me llamó la atención un tuit publicado por un colega locutor, en el que abundaban las letras mayúsculas como iniciales de cada palabra, y al preguntarle el porqué, me respondió que eso era un código personal y que lo usaba para llamar la atención. Respeto su posición; pero estimo que la mejor forma de llamar la atención, es escribir con exactitud, ser original, conciso y claro.
Pero no son las tildes, las mayúsculas, minúsculas, prefijos, sufijos o los signos puntuación los únicos que causan problemas a los redactores, dado que están las preposiciones que, según el criterio de grandes conocedores del aspecto gramatical y lingüístico, son las responsables de un alto porcentaje de impropiedades, vicios y defectos en el lenguaje. Trataré de ser lo más explícito posible, en función de que las dudas que aún quedan, puedan disiparse.
Es bastante difícil no tropezarse en los medios de comunicación, y con mayor frecuencia en las redes sociales, con frases como: “motivado a” y “en base a”. Incluso, han aparecido en escritos de personas a las que sería impensable encontrarles una impropiedad de esta naturaleza. Esto indica que el mal ha hecho metástasis en importantes áreas del saber, y aunque sea nadar contra la corriente, nunca está ni estará demás decir algo al respecto.
Todos alguna vez hemos leído o escuchado que “fulano de tal no viene hoy motivado a enfermedad”, lo cual de buenas a primeras no despierta ninguna curiosidad; pero si se revisa el significado de motivar y de motivo, la lógica indica que debió escribirse o decirse “motivado por” y no “motivado a”. La frase se puede modificar, y podrá afirmarse que “fulano de tal no viene hoy porque está enfermo” o que “por enfermedad de fulano de tal, hoy no vendrá”; pero muchos optan por lo más corto, sin caer en cuenta de que incurren en un vicio que se ha tornado casi indesarraigable.
La mayoría de los periodistas escribe, por ejemplo: “El juez dictó sentencia en base a las declaraciones de los testigos”. Se colige que para tomar la decisión, el juez se basó en las declaraciones de los testigos o que la base de la sentencia fueron las declaraciones de estos, solo que quienes lo escriben de esa manera, emplean la preposición inadecuada. Se puede decir: “…con base en las declaraciones de los testigos”, “…sobre la base de las declaraciones de los testigos” o “basado en las declaraciones de los testigos”, y ya.
Gracias David. Iluminando como siempre.
Esa es una duda frecuente que hoy podremos disipar gracias al aporte de David Figueroa