No obstante, el reforzamiento de medidas represivas, la amenaza de movilizar al ejercito y una ley mordaza que pone en tela de juicio las libertades democráticas de manifestación y de expresión en Francia, el acto XIX de la protesta nacional de los gilets jaunes ha reunido este sábado 23 de marzo de 2019 a 40 000 personas según cifras del Ministerio del interior en Paris y en provincias.
Según cifras del colectivo “Nombre jaune” citado por Mediapart, la participación ha sido de 125 000 personas.
Se han señalado enfrentamientos con la policía en varias ciudades de Francia. El despliegue policial era de 65 000 hombres. Mas de 200 personas han sido controladas, 172 detenidas, y 107 multadas.
Una militante de la organización ATTAC, Genevieve Legaiy, de 73 años de edad, resultó gravemente herida por fractura de cráneo, al cargar la policía contra la manifestación de los gilets jaunes en la ciudad de Niza. Este martes 26 se ha desarrollado en la Plaza Garibaldi en dicha ciudad una manifestación de solidaridad con esta persona herida y para defender el derecho de manifestación.
El caso, que se añade a las múltiples y brutales violencias cometidas desde hace cinco meses por la policía antidisturbios, ha alcanzado gran dimensión en los medios informativos, pues el jefe del Estado, Emmanuel Macron, envió un mensaje deseando su “pronto restablecimiento”, pero también “une plus grande sagesse” (una mayor sensatez) por haber participado en una manifestación no autorizada por la prefectura. Un mensaje que ha provocado reacciones indignadas en todo el país, que pueden ustedes consultar en las redes sociales, y recogidas también por la prensa en general.
Macron no ha entendido todavía que en Francia son hoy cientos de millones de franceses los “insensatos”, jóvenes, o de mayor edad, que defienden el derecho de manifestación, y que participen o no en esas manifestaciones, se siente solidarios con las reivindicaciones expresadas por los gilets jaunes. Reivindicaciones que hasta ahora el gobierno ha recusado, en espera de las conclusiones de un presunto “debate nacional” y mientras aplica sobre el terreno una creciente represión policial y judicial.
El pasado sábado, un impresionante dispositivo policial impidió el acceso de los manifestantes en París a la zona céntrica de los Campos elíseos. La sociedad del espectáculo se vio esta vez privada de fotos del Fouquets en llamas, y las apariencias del orden publico quedaron a salvo en esa zona céntrica de la capital.
Una manifestación de gilets jaunes autorizada, previa declaración a la prefectura, atravesó París de Denfert Rocherau hasta la colina de Montmartre. Una gran pancarta “La Represión En Marcha, LREM” alusión a la mayoría parlamentaria macronista, y gritos hostiles al presidente Macron y a su ministro del interior Castaner, acompañaron esta protesta. Al termino de la manifestación, como ya es costumbre cada sábado, se produjeron diversos enfrentamientos con la policía.
Acabo de leer “La victoria de los vencidos”, lúcido y documentado análisis de Edwy Plenel, presidente y cofundador de Mediapart, un libro que es una contribución importante a la comprensión de los gilets jaunes, este movimiento de protesta que nació en noviembre de 2018 y que persiste en sus reivindicaciones y en su movilización a pesar de las múltiples tentativas del gobierno para dividirlo, de las numerosas provocaciones de elementos minoritarios violentos, y de la más brutal represión policial y judicial que se ha visto en este país desde mayo de 1968.
Una lucha social que el autor califica con razón de “inédita, inventiva e incontrolable”, y que ha desbordado en efecto tanto las previsiones del gobierno, como de la derecha o la izquierda en la oposición. Su carácter inventivo merece que nos detengamos un instante, pues en esta sociedad donde dominan el consumo y la imagen, los gilets jaunes han marcado un gol que hubiesen deseado todos los publicitarios del mundo: Son visibles y comunican con un chaleco amarillo que todos los franceses tienen en su auto, y que además es utilizado por miles de ciclistas o empleados municipales para ser visibles en medio del tráfico. Inventiva también en sus reuniones y ocupación de las rotondas en las carreteras, o con sus manifestaciones no declaradas previamente a la prefectura. Su carácter imprevisible está pues repleto de esperanza.
Subraya Plenel que el verdadero motor de ese movimiento es “una exigencia de igualdad social y política, que por vez primera pone en tela de juicio la cuestión institucional del presidencialismo en Francia”. Una rebelión contra el poder vertical de un presidente que a propósito del caso Benalla gritó con desdeño: “¡El responsable soy yo, que vengan a buscarme!”. Y en todas las manifestaciones desde hace cinco meses, conviene precisar que los manifestantes han intentado ir a buscarle al Eliseo, bien protegido por un híper cordón policial, al que se añade ahora el ejército.
Llevo desde hace tiempo llamando la atención en estas páginas sobre la crisis de la V Republica y los limites democráticos del presidencialismo francés y de su escrutinio mayoritario, que rechaza toda forma de representación proporcional, ignorando así la realidad del país, y utilizando la extrema derecha lepenista como un espantapájaros.
Leo con placer y comparto pues al cien por cien el análisis de Plenel sobre ese sistema presidencial que “desvitaliza la democracia francesa, mina la legitimidad y arruina la confianza, la V republica no consigue ya engañar al pueblo”. Ese “golpe de estado permanente” sobre el que teorizó antaño François Mitterrand, antes de traicionar los ideales socialistas en aras de su poder personal.
Les recomiendo pues encarecidamente la lectura de “La victoria de los vencidos” que analiza también con pasión y valentía periodística la siempre espinosa cuestión de la violencia, recordando las palabras de Helder Camara, obispo católico y pacifista brasileño, cuando hablaba de las tres violencias: «la del poder institucional y su explotación, la revolucionaria que busca abolir la primera, y la violencia represiva que intenta sofocar la segunda. Pero no hay mayor hipocresía que llamar violencia solamente a la segunda, olvidando la primera que la provocó y la tercera que la aniquiló”.
La cita ilustra bien el tratamiento que la prensa y los medios informativos progubernamentales en Francia hacen cada día de las violencias de los manifestantes y de la violencia represiva desproporcionada desplegada por el gobierno para amordazarlos e intimidarlos.
Excelente el análisis de Plenel sobre el “periodismo de gobierno”, y el periodismo critico de investigación, refugiado cada vez mas en Internet para poder sobrevivir al omnipresente poder bancario y financiero.
Rompiendo con el muy anclado corporativismo periodístico, aboga Plenel por un periodismo que se alza “contra la opacidad del poder, sus sombras y sus secretos”.
Un periodismo que suscita la reflexión, el espíritu critico, el reportaje, la investigación y el análisis, frente a ese otro “periodismo” conformista que sirve la sopa política, económica e ideológica del poder, en busca de audiencias publicitarias y de desinformación espectacular.