A punto de cumplirse treinta años de la masacre de la Plaza de Tiananmen, en Pekín, el escritor Liao Yiwu, una de las voces más escuchadas internacionalmente de la disidencia china, se encuentra en París para presentar su último libro, «Balas y opio», en el que rinde homenaje a aquella revolución ciudadana, cuando el 4 de junio de 1989 la Plaza Tiananmen se tiñó de sangre.
En Tiananmen hubo 10 000 muertos, amasijos de cadáveres bajo los blindados y manifestantes rematados con bayonetas por el ejército chino, como ya evocó en «La Gran Masacre», un poema lírico y terriblemente premonitorio que le valió pasar por los calabozos entre 1990 y 1994», escribe en el diario Libération Arnaud Vaulerin, quien ha asistido al acto y se ha entrevistado con Liao Yiwu.
El autor, de quien un crítico alemán escribió que «se diría que uno de sus ojos llora y el otro ríe y se burla de las lágrimas», que lleva treinta años de disidencia, cuatro de ellos en un campo de reeducación y ocho de exilio en Alemania, ha escrito el libro «trabajando los recuerdos», dando voz a los sin voz, «para recordar que gentes ordinarias, a veces pillos incluso, no hicieron aquello por nada. Para que no acaben en las fosas de la historia».
Recordando a su amigo Liu Xiaobo, profesor y escritor disidente Premio Nobel de la Paz, muerto a los 54 años el 13 de julio de 2017 de un cáncer contraído en la cárcel, donde se encontraba desde 2009 condenado a once años por «querer subvertir el poder del estado», Liao Yiwu ha dicho que «los dirigentes chinos son asesinos al frente de un imperio colonizador y paranoico que lava el cerebro a los chinos».
Liao Yiwu –firmante de la Carta 08 que pedía el fin del partido único y la instauración de la democracia- llegó a Alemania en julio de 2011, tras un largo periplo que le llevó a Yunán, provincia del sudoeste chino, y Vietnam, llevando por todo equipaje un ordenador, una flauta, algo de dinero, los poemas de Confucio y una biblia taoísta.
En Berlín ya publicó «En el imperio de las tinieblas», un libro en el que «explora hasta los abismos la perversidad del sistema totalitario y penitenciario chino (animalización, tortura, violaciones…)».
Según el autor del reportaje, «aparte del Premio Nobel de Literatura Gao Xinjiang, Liao Yiwu, de sesenta años, es el único «exiliado chino que puede vivir de sus derechos de autor». Lo mismo que el artista Ai Weiwei, su padre, profesor de literatura, fue una de las víctimas de la revolución cultural, que pasó en un centro de reeducación para intelectuales. Cuando tenía siete años, su madre, profesora, fue acusada de «especulación y humillada en la plaza pública». El niño no pudo soportar la escena, huyó y anduvo errante durante dos años «viviendo como un animal, no muy diferente de los gatos y los perros».
Se formó solo, leyendo, mientras desempeñaba distintos trabajos, muy poco politizado hasta que el 4 de junio de 1989 el régimen «fusiló a los manifestantes, aplastó al pueblo con sus tanques… Era impensable, fue un shock para mi generación».
1989 le convirtió en un escritor político y después en un preso político. «Cuando salió, le esperaba la soledad… Era un proscrito, su mujer le dejó». Vivió la traición de unos, la renuncia de otros y la desaparición de muchos.
Hoy se considera un «extranjero perteneciente a otro mundo» y en su último libro confiesa querer «desembarazarse de 1989». . .