Mauricio Kartún mistifica en “Terrenal/ Pequeño misterio ácrata”. Las dos nueces de Adán

Luis de Luis[1]

El escenario es un viejo y pequeño teatro, el lugar perfecto para representar varíeles, para celebrar vodeviles, está envuelto en ropajes raídos, acicalado con cortinajes negros de y su emplazamiento no puede ser mejor: justo al Este del Edén, según se sale por este lado del Paraíso.

El teatro cuenta, además, con una compañía estable que representa, desde los albores, la madre y el padre de todas las tragicomedias el primer y primigenio drama, y, en cierto sentido, el único habido y por haber: el enfrentamiento entre de Caín y Abel, el mayor match que vieron los siglos, y no se dejará de ver por los siglos de los siglos.

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Así, la Tierra Prometida se convierte en un ring  en la que combatirán  Las dos nueces, encarnados en esta ocasión por dos formidables clowns (de la subespecie) augustos y toman la encarnadura mortal de los dos formidables claudios , dos los flamantes cómicos que responden a los nombres de  Claudio de Passano (Abel) y Claudio Martínez Bel ( Caín).

Abel (Claudio de Passano ) será, en esta ocasión, zangolotino, desgarbado, obrero, disperso y soñador.

Caín (Claudio Martínez Bel) será, en esta ocasión, marcial, hipocritón, literal, ventajista y banal.

Y, el uno contra el otro pelearán por la posesión del Lugar de Promisión y el arma con que lo harán serán las palabras; palabras que manarán como chorros desmadejados de sus bocas; con la urgencia de un lanzallamas y la impaciencia de una ametralladora.

Caín frente a Abel, Abel frente a Caín; poderosos, locuaces y verborrágicos.

Ambos  encenderán significados, se apropiarán de significantes, anudarán ripios, descorcharán pareados, masticarán sílabas, arrastrarán eses, y silbarán eses, escupirán aforismos, decantarán sentencias y hasta se les escapará alguna greguería ( el trabajo es el vicio de quienes no sirven para otra cosa)  . 

Hasta que baje el Supremo Hacedor y lo vea. 

Y baja. Y lo ve Baja Tatita (para Caín y Abel); Dios (para los espectadores) y el gran Rafael Bruza (para todos).

Y así, donde cabían dos caben tres con un referee, otro clown, éste de la subespecie cara blanca, que quiere lograr el imposible de poner paz en el combate y, a la vez, no intervenir en el duelo. 

Como si fuera un  cruce entre Mary Poppins y Martín Fierro, un Tatita (Rafael Bruza) socarrón y comprensivo, resabiado y compasivo se une al billar para que pase a tener tres bandas para que estalle el sentido común, para que el huevo de Colón no deje de balancearse, para que cada silo, pasa a ser gismo; cada peji, una guera ; cada mírame, un nometoques, cada música, celestial y cada maldición, bíblica.

Hasta que llega el inevitable final, no por sabido menos catárquico, y el público estalla en aplausos, en una cerrada ovación que parece que viene de las mismísimas alturas, desde donde sopla su aliento Mauricio Kartun, como espíritu, no se si santo, o no.

And I believe
In a promised land
Bruce Springsteen

1.- Luis de Luis es crítico teatral

Ficha Artística

  • Reparto
    Caín: Claudio Martinez Bel
    Abel:  Claudio Da Passano
    Tatita: Rafael Bruza
  • Autor y director: Mauricio Kartun
  • Escenografía y vestuario: Gabriela Aurora Fernández
    Iluminación: Leandra Rodríguez
    Diseño sonoro: Eliana Liuni
    Asistente de dirección: Alan Darling
    Distribución en España: Producciones Teatrales Contemporáneas

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