El Tribunal Correccional de París ha condenado este 20 de diciembre de 2019 a la empresa France Télécom, hoy Orange, su antiguo presidente y director general, Didier Lombard, y otros seis altos cargos de la compañía, entre ellos el número dos, Louis-Pierre Wenes, y el director de Recursos Humanos, Olivier Barberot, por acoso moral a los empleados que, al final de la década del 2000, causó una crisis social en el interior de la compañía y llevó al suicidio de al menos diecinueve empleados.
En su calidad de ‘persona moral’, la empresa deberá pagar una multa de 75.000 euros y los directivos cumplirán cuatro meses de cárcel incondicional y pagarán 15.000 euros de multa. Sébastien Crozier, presidente del sindicato CFE-CGC Orange, espera ahora que la “jubilación dorada” de 350.000 euros anuales de Didier Lombard vaya a parar a un fondo para indemnizar a las familias de las víctimas.
El juicio se ha centrado en la investigación de los años 2007-2010 y los planes destinados a transformar France Télécom en tres años con el objetivo, entre otros, de provocar 22.000 despidos y los cambios de destino y función de otros 10.000, de un total de 120.000 asalariados. El tribunal ha considerado que los medios utilizados para lograr las bajas voluntarias o los despidos “estaban prohibidos”, y que en realidad lo que se llevó a cabo fue una “reducción de efectivos a marchas forzadas” mediante un plan de degradación de las condiciones laborales que creó “un clima de ansiedad” generalizado, y convirtió a France Télécom en el símbolo del sufrimiento en el trabajo.
Los dirigentes de France Télécom pusieron en marcha un amplio programa de reestructuración: Los planes NExT y Act, cuyos métodos han sido objeto del juicio. La primera denuncia, presentada en 2009 por el sindicato SUD, hablaba de una “gestión de extraordinaria brutalidad”. En 2006, el hoy condenado Didier Lombard, en un discurso ante los ejecutivos de la firma, aseguraba que “los despidos se harán de una manera o de otra, por la puerta o por la ventana”.
Los jueces de instrucción detallaron los “dispositivos de desestabilización del personal”, los “excesivos controles”, la “marginación” de los trabajadores, las “múltiples reorganizaciones”, etc.
Todo empezó en 2004 cuando el estado redujo su participación en la empresa pública France Télécom a menos del 50 %, lo que equivalía a una privatización en toda regla y la necesidad de reducir gastos. Pero los empleados de France Télécom eran funcionarios y “no se les podía despedir por motivos económicos”.
Así las cosas, en 2005 fue nombrado presidente Didier Lombard, quien puso en marcha el plan de reorganización NExT “para una nueva experiencia de las telecomunicaciones”, y el plan Act (Anticipación y competencias para la transformación), que afectaba directamente a los recursos humanos. En octubre de 2006, ante 200 cuadros reunidos en París, Lombard anunció que en tres años se iban a suprimir 22.000 puestos “sin despidos”, 14.000 trabajadores iban a cambiar de puesto o de localización geográfica y se iban a contratar 6.000 “nuevos talentos”.
La justicia ha calificado de “funesta” la famosa frase de que los empleados saldrían “por la puerta o por la ventana”, porque de hecho es lo que ocurrió literalmente: algunos de los diecinueve suicidios comprobados consistieron en un salto al vacío, en sus domicilios e incluso en la propia empresa.
Los planes NExT y Act se tradujeron en «incitaciones repetidas a la dimisión», «maniobras intimidatorias», movilidad forzosa y encargos en categorías inferiores; unas prácticas que «provocaron o acentuaron en muchos trabajadores un sufrimiento que se manifestó de diversas formas, siendo la más dramática el suicidio”.
En 2005 France Télécom abrió una «escuela de gestión» para llevar a cabo los planes. Miles de cuadros superiores se formaron en los nuevos métodos destinados a convencer a los empleados que se resistían a marcharse voluntariamente en seis etapas que, por lo visto, ya había descrito la psiquiatría: negativa a entender, resistencia, decomprensión, resignación, integración y, finalmente, aceptación del cambio.
Los cursos incluían también una serie de “astucias” para conseguir que los trabajadores se marcharan, como fijar objetivos irrealizables, retirar las sillas de la oficina, degradar a los empleados y ponerles a las órdenes de quienes antes eran sus subalternos: “Había que romper a las personas para obligarlas a marcharse”, declaró a FranceInfo Sébastien Crozier, presidente del sindicato CFE-CGC Orange.
En esa fase no fueron pocos los asalariados que se fueron de la empresa. El caso saltó a los medio tras el suicidio de un contingente importante y, en especial, en julio de 2009, cuando un técnico marsellés se suicidó dejando escrito que se estaba poniendo en práctica “una gestión mediante el terror”.
Siempre en su línea de frivolizar con el drama, en septiembre de 2009 Didier Lombard habló de “una moda de suicidios”. La expresión, que lamentó al día siguiente, dio pie a investigaciones que sacaron a la luz una serie de dramas personales: Jean-Michel, de 53 años, se había arrojado al tren el 2 de julio de 2008 después de hablar por teléfono con un sindicalista; Stéphane, de 32 años, se arrojó por la ventana de su despacho el 11 de septiembre de 2009, tras enviar un correo electrónico a su padre: “Mi jefe no lo sabe pero yo seré el 23 asalariado que se suicida. No acepto la nueva organización del servicio, prefiero morir». El 9 de septiembre del mismo año, Yonelle Dervin, un técnico al que acababan de comunicar el traslado, se levantó en medio de una reunión, pidió disculpas a sus compañeros, sacó un cuchillo y se lo clavó en el vientre.
Es cierto que algunos cuadros intentaron alertar a la dirección sobre el preocupante estado de algunos trabajadores. Un ex director regional, entrevistado en la revista LesInrocks en 2010, aseguró haber explicado la situación a Recursos Humanos en 2006, lo que le valió recibir amenazas: “Harán de todo para que te marches, y si no te destruirán”.
En julio de 2007, el diario Le Monde explicaba que los sindicatos denunciaban que se estaba poniendo en peligro la salud de los trabajadores de France Télécom. Al año siguiente, tras los primeros suicidios, hubo quejas de médicos del trabajo, asustados por el gran número de empleados que tomaban ansiolíticos, antidepresivos y somníferos. Algunos médicos escribieron a la dirección que había «un clima de violencia persistente (…) con efectos sobre la salud mental y física de los trabajadores».
La situación se prolongó durante un par de años más. En 2010 se ahorcaron en su domicilio Dominique y Annie, ambas de 53 años. En abril de 2011, Rémy, de 56 años, se inmoló a lo bonzo delante de una oficina de France Télécom en Gironde… Aunque la investigación judicial se ha centrado en los casos de 39 empleados, el Observatorio del stress y la movilidad forzada (creado por los sindicatos CFE-CGC y Sud-PTT) tiene constancia de más de sesenta suicidios y cerca de cuarenta tentativas más.
Preguntados por FranceInfo, los sindicatos sitúan el final del período de “catástrofe social” en febrero de 2011, cuando Didier Lombard renunció a su cargo de Presidente y Director General, siendo reemplazado por Stéphane Richard, quien abandonó los planes NExT y Act. «Evidentemente, el período 2008-2009 sigue en la cabeza de todos », asegura ahora el delegado sindical Cédric Carvalho. Una afirmación que comparte la actual dirección de Orange: “La experiencia fue traumática para todos”, según Jean-Bernard Orsoni, portavoz del grupo.