“Nuestra vida como niños refugiados en Europa”: esos menores que nos miran…

Faltaba su voz. En el descorazonador mapa de las migraciones que atraviesan, mal que bien, el Mediterráneo con la esperanza de encontrar una vida mejor en Europa, faltaba la voz de los menores, de los niños a quien no sólo nadie les pidió permiso para nacer, tampoco para arrostrar los peligros –incluida la posibilidad de una muerte en naufragio– de jugarse el futuro en una tierra normalmente inhóspita.

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Se trata de menores que, en el mejor de los casos, tocan tierra en Grecia, Italia, Malta o España donde, amontonados en campamentos y CIES de diverso pelaje, tienen que esperar, a veces incluso años, a que alguien resuelva su expediente y decida considerarlos ciudadanos con todos los derechos, o devolverlos al lugar de origen.

Siempre extranjeros y con más frecuencia de lo que imaginamos indeseados, los niños que –acompañando a sus padres o incluso solos– han llegado en los últimos tiempos a las costas de la Unión Europea en balsas neumáticas hinchables que se deshinchan, en pateras de fortuna que hacen agua en el momento en que sube la intensidad de las olas, y no digamos cuando ocurre una tempestad por reducida que sea, o rescatados por los barcos de las ONG que hacen el trabajo que no quieren hacer los Estados, se aprietan en campamentos, como el de Moria, en Grecia, donde ha ido a buscarles la realizadora Silvia Venegas (“Boxing for Freedom”).

Con sus palabras, que son un testimonio escalofriante de denuncia de unas autoridades europeas que pretenden sustituir las obligaciones que no cumplen por una ayuda a todas luces menos que mediocre, y también un grito de esperanza en un futuro que solo puede ser mejor que el presente, porque peor solo quedan la muerte o la devolución a la guerra, la persecución o la hambruna de la que huyen, Silvia Venegas ha construido el cortometraje documental “Nuestra vida como niños refugiados en Europa”, algo más de quince minutos de imágenes reales como la vida de esos menores que cometieron el delito de nacer en el país equivocado, y que se encuentra entre los seleccionados para aspirar al premio Goya de 2020, que se entregará el próximo 25 de enero en una gala en el Palacio de los Deportes de Málaga.

Son niños que forman parte del contingente de más de un millón de menores que han ido llegando a Europa en los últimos años, procedentes de países como Libia, Siria, Afganistán, Irak, Irán… y todo el África Subsahariana. Niños de una generación que en la edad en que otros juegan “tienen que enfrentarse a la burocracia, la desconfianza, la espera, la frustración, la incomprensión y el miedo. Este documental mira directamente a sus ojos y escucha sus opiniones, sus sentimientos, sus deseos, sus canciones…”.

Filmado en Grecia, el país que registra la mayor entrada de refugiados, y en Suecia, el “paraíso” con el que sueña la mayoría de esos menores. Las palabras de la directora nos explican todo lo que falta en las de los niños: “En el rodaje conocí a niños que habían vivido veinte vidas más que yo. Conocí a menores que lo han perdido todo, hasta las ganas de vivir (…) Son los más vulnerables y nuestra actitud hacia ellos marcará su futuro y el nuestro. Como escribió la poeta Gloria Fuertes: La patria no es una bandera ni una pistola, la patria es un niño que nos mira.”

Arwa, Abdullah, Laya, Bos, Sefora, Rojaba, Amir… y muchos más nos miran desde la pantalla para contarnos que su patria les ha fallado y están buscando desesperadamente otra que les ayude a hacer realidad unos sueños que ni el viaje, ni el desarraigo, ni siquiera el rechazo van a romper.

Unos sueños que antes que nosotros ya han conocido los asistentes a los festivales internacionales de Tampere Film Festival (Finlandia), Athens International Children’s Film Festival, Festival de Cine de Zaragoza, Festival de Derechos Humanos de Madrid, Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, Semana de Cine de Medina del Campo, Festival Internacional de Cine de Lanzarote….

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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