Para Rosi Orozco, presidenta de la organización mexicana Unidos contra la Trata, el coronavirus no cambiará el mundo, porque «en los últimos treinta y un años, el mundo se ha reiniciado, al menos, tres veces».
Así, cree que, cuando cayó el muro de Berlín, «una parte del mundo se desgajó para siempre», y cuando las Torres Gemelas en Nueva York fueron derribadas, «el mundo que conocíamos también se hizo polvo».
Para esta luchadora incansable, a partir de entonces, el mundo ha rozado varias veces el botón de reinicio –la guerra en Irak, la crisis financiera del 2008, la primavera árabe– pero sin tocarlo definitivamente… hasta que el 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud «lo presionó con fuerza» al anunciar que la COVID-19 se había vuelto pandemia.
A partir de esa fecha, el consenso global que ha ido surgiendo es que un nuevo mundo surgirá en automático cuando el enemigo sea vencido, pero ella no lo cree. Está convencida de que el nuevo coronavirus «no cambiará algo».
Consciente de que los lectores puedan extrañarse de esta última afirmación, se explica de la siguiente manera: «La lucha del mundo contra la pandemia de COVID-19 se parece mucho a la pelea global contra otra pandemia, la trata de personas. Ambos son padecimientos que avanzan a gran velocidad en casi todos los países del mundo, cuestan miles de vidas al año, tienen un altísimo costo económico y no distinguen sexo, edad o estatus social de las víctimas. Al igual que el virus, los tratantes de personas se meten bajo la piel y mutan para sobrevivir. Pero si algo hemos aprendido quienes estamos en esas batallas es que, para ganarles, la clave está en reiniciar y empezar desde cero».
México y la trata de mujeres
En 2007, tras años de remedios a medias, México creó su primera ‘vacuna’ contra la pandemia de las niñas que eran enamoradas en sus pueblos y luego forzadas a prostituirse: la ‘cura’ se desarrolló en forma de primera ley contra la trata de personas en el país.
Sin embargo, las secuelas eran demasiado profundas. El ‘virus’ de la trata de personas había dejado a miles de mujeres damnificadas en el país. A algunas, incluso, las dejó en la calle, así que ese mismo año, en México se puso en marcha, desde cero, la Fundación Camino a Casa, el primer refugio para víctimas de este delito.
Dos años más tarde, la trata de personas había desarrollado resistencia a la primera ‘vacuna’. Pese a los esfuerzos, la epidemia seguía visible por todo el país: desde vecindades y bares, hasta hoteles de cinco estrellas y clubs de lujo, la explotación sexual se expandía enfermando principalmente a mujeres y niñas.
En ese momento, Rosi puso en marcha un nuevo proyecto coincidiendo con el año de otra grave crisis sanitaria: la de la influenza AH1N1 de 2009. Lo recuerda con la sonrisa permanente que la compaña siempre «pasé del activismo a mi primera y única experiencia como diputada. De pronto, yo era una novata legisladora al frente de trabajos para borrar la ley de 2005 y arrancar una cuenta nueva con la actual ley general contra la trata de personas».
Con aquel esfuerzo, que califica de gigantesco, y gracias a la unanimidad de quienes integraban la legislatura, reiniciaron la lucha con un tratamiento agresivo frente a la ‘enfermedad’, porque «logramos cerrar más giros negros [clubes de alterne] que nunca, alcanzamos una cifra récord de personas detenidas y obtuvimos un número histórico de sentencias condenatorias».
Sin embargo, asegura que los mejores resultados de la nueva estrategia serían la inédita cantidad de víctimas a las que pudieron aliviar de los terribles dolores de la explotación humana.
Liberadas, ¡por fin!
Ya en 2016, la primera línea de batalla contra el ‘virus’ de la trata de personas había crecido. En la comisión Unidos contra la Trata presionaron el botón de reinicio y dieron paso a una nueva generación: las ‘dadas de alta’ de la prostitución forzada comenzaron a ayudar a otras mujeres. Aquel año, la revista Forbes dio un giro histórico y reconoció a cinco supervivientes –Karla de la Cuesta, Karla Jacinto, Madaí, Neli y Pamela– como parte de las cien mujeres más poderosas de México.
Un año después, nuevamente partiendo desde cero para no darle tregua a la ‘infección’, como la denomina Rosi, levantaron el primer refugio exclusivo para varones víctimas de trata de personas. Y gracias a esa experiencia, este año 2020, a pesar del coronavirus, van a poner en marcha otro proyecto inédito, pues fundarán la Red Nacional de Refugios, con treinta y dos viviendas para víctimas de trata de personas en todos los Estados de México.
Pero para sacar adelante un proyecto así, como todos los anteriores, necesitan de la colectividad. En eso también se parece la lucha contra la COVID-19 a la batalla contra la trata de personas, asegura, porque «a ninguna pandemia se le gana con esfuerzos individuales; solo un ejército de aliados puede triunfar en una batalla de estas dimensiones».
Y hasta el momento, Rosi y su equipo la han ganado gracias a la aportación solidaria de muchos empresarios que cada año donan generosamente «para vacunarnos contra este ‘virus’». No obstante, la pandemia amenaza su esfuerzo, pues salvar los negocios y a sus trabajadores es la máxima prioridad de los industriales. Pero lo que el nuevo coronavirus, dice, «no sabe es que nosotros somos veteranos en esta batalla y que tenemos los mejores anticuerpos: la solidaridad de la sociedad mexicana».
Hoy, la esperanza de Unidos Contra la Trata, y la de miles de activistas contra la explotación humana alrededor del mundo, está puesta en las pequeñas aportaciones de los ciudadanos de a pie, en lugar de las grandes y generosas donaciones de los empresarios.
Por eso, asiente convencida, «yo creo que ningún nuevo mundo surgirá en automático cuando todo esto pase. Sí, el nuevo coronavirus cambiará al mundo, pero no es suficiente. Al fin y al cabo, es un enemigo minúsculo y nuestra solidaridad es enorme».
Los que cambiaremos el mundo, cuando todo esto acabe, concluye, seremos nosotros, «porque si algo hemos aprendido peleando contra pandemias, es que suceden cosas maravillosas cada vez que nos encontramos con situaciones adversas».
[…] Para Rosi Orozco, presidenta de la organización mexicana Unidos contra la Trata, el coronavirus no cambiará el mundo, porque «en los últimos treinta y un años, el mundo se ha reiniciado, al menos, tres veces». [Leer más] […]