Tras la desastrosa gestión presidencial y gubernamental de la pandemia del covid, y la debacle municipal del partido LREM de Emmanuel Macron, el jefe del Estado ha optado por un reajuste cosmético de su gobierno, para reafirmar su política antisocial y antiecológica, así como su voluntad de poder absoluto.
El designado es Jean Castex, un enarca (Escuela Nacional de Administracion), allegado a Nicolas Sarkozy (fue su secretario general en el Eliseo), personalidad de la derecha antisocial, quien acaba de dimitir del LR para formar el próximo y último gobierno de Macron.
Nada nuevo en el horizonte… los mismos perros con distintos collares, y un Macron que intenta más que nunca seducir a la derecha sarkozysta. A Jean Castex había confiado ya Macron la organización de la desescalada del confinamiento.
Recordemos también que, según su curriculum, Jean Castex fue director del DHOS, dirección de la hospitalización en el ministerio de Sanidad, y organizó en 2007 la T2A, tarificación de actividad en los hospitales públicos, responsable de la crisis hospitalaria actual, al reclamar austeridad y rentabilidad a ultranza, como si se tratara de una empresa privada.
Esa política neoliberal que encarna Castex es hoy rechazada por el conjunto del personal medico y hospitalario en Francia y ha sido denunciada por la mayoría de los franceses durante la pandemia del covid.
Alcalde de Prades en los Pirineos orientales, con etiqueta LR, Castex goza como su predecesor Edouard Philippe de cierta implantación local, a la diferencia del LREM. El cálculo de Macron es utilizar su experiencia local en la negociación con los nuevos poderes regionales y municipales hostiles a su mayoría parlamentaria.
El perfil del nuevo primer ministro es tan derechista como el de Edouard Philippe, y desmiente las previsiones de los comentaristas que anunciaban un giro ecologista o social de Macron en la ultima recta de su mandato presidencial.
La nominación en el ministerio de la Ecología de la execologista Bárbara Pompili, quien cambió de chaqueta primero con el PS de Valls y luego con LREM de Macron, muestra bien que su pasado verde ha dejado el paso a un presente y un futuro oportunista, oscuro y neoliberal.
En este gobierno, la sociedad del espectáculo alcanza su punto álgido con el nombramiento de Rocelyne Bachelot en el ministerio de Cultura, una exministra derechista de la salud de Sarkozy, que abandonó la política tras ser acusada de conflicto de interés con los laboratorios farmacéuticos y que desde entonces se dedicaba a ser animadora de televisión, en la más absoluta confusión de géneros entre payasos políticos y payasos televisivos.
Del mismo talante es el nombramiento como ministro de Justicia del controvertido abogado penalista Eric Dupont Moretti, quien se ha lanzado también en el mundo del teatro, fiel invitado de los debates televisivos y critico acerbo del sindicato de la magistratura en Francia, pone de manifiesto la confusión de géneros y deja planear serias dudas sobre la esperada «imparcialidad» de su cargo.
El resto de los ministros es un conjunto de sillas giratorias que pasan de un ministerio a otro, como para mejor ilustrar que no son especialistas de nada en particular y de todo en general.
El trágico balance de la violencia policial en Francia en los dos últimos años se salda con la salida de Castaner del ministerio del interior, pero sin rectificar la línea y cediendo a las presiones de la extrema derecha en el seno del aparato policial: Gerard Darmanin, pasa del ministerio de Hacienda al de Interior para asegurar la continuidad.
Con este reajuste ministerial Macron se deshace de un primer ministro que los sondeos de opinión consideran más popular que el propio presidente y que puede hacerle sombra en estos dieciocho meses que le quedan antes de entrar abiertamente en campaña para las presidenciales del 2022.
Recordemos que Edouard Philippe ha sido elegido alcalde de la ciudad de Le Havre, con amplia mayoría, mientras que la debacle macronista ha sido total en los comicios municipales. En el nuevo gobierno se deshace de paso de algunos impresentables, con récord de meteduras de pata y declaraciones infames, esperando que caigan en el olvido, pero reforzando ante todo su poder personal y preparándose a afrontar la próxima campaña presidencial.
Todo a estribor (derecha), tal es el rumbo del Titanic Macron en pleno naufragio político y en plena ruptura de confianza entre la población y su presidente monarca que prepara un «mundo después» mucho peor que el anterior.
Macron cierra filas con su partido «godillot» LERM, y con un jefe de gobierno poco conocido del público, con un plan de batalla en el que conduce el país contra la pared, con ayudas masivas a las grandes empresas, pero sin prohibir los despidos, mientras que la patronal anuncia ya un plan masivo de eres y reducciones de empleo.
En sus declaraciones ampliamente halagadas y difundidas en la prensa regional, Macron reitera su ceguera antisocial y confirma que nada va a cambiar en su política favorable al CAC 40. Rechaza hacer pagar la crisis a los más adinerados, reafirma su incondicional apoyo a la industria nuclear, y confirma que proseguirá su anunciada «reforma» de pensiones que había sido interrumpida durante la pandemia. En cuanto a las promesas para los hospitales, la concertación «Segur de la sanidad» aun no ha terminado.
El rey está desnudo, y su corte mediocre al final de la escapada. El presidente de los ricos abandona sus promesas durante la crisis del covid, afirma todo y lo contrario «al mismo tiempo», según su expresión favorita, y se lanza a la recta final de su mandato más preocupado por su poder personal que por el futuro de la nación. El otoño se anuncia pues explosivo en estos pagos.