Francia: ¿Crisis sanitaria o crisis del neoliberalismo y de su mundialización?

La primavera pasada en pleno confinamiento planetario, las autoridades publicas y sanitarias nos anunciaron una grave crisis sanitaria, que ponía en tela de juicio las reglas generales del neoliberalismo y del libre comercio internacional. Fronteras cerradas, aeropuertos paralizados, interrumpida la libre circulación de los ciudadanos.

En Francia, el presidente Macron, que había negado toda ayuda financiera a los hospitales públicos, y preconizado un liberalismo a ultranza, se convertía por espacio de pocos días al «antiliberalismo», reconociendo que la penuria de mascarillas, de material médico, de camas en los hospitales, de gel hidro alcohólico, de blusas, de medicinas y de bienes de primera necesidad, mostraban el lado oscuro de la mundialización y la deslocalización de la producción: la dependencia total en sectores claves de su economía de una gran potencia como Francia.

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Metro de París en hora punta

Crisis económica y medidas liberticidas

«Habrá que cambiar el modo de producción, para evitar esa dependencia», había asegurado el jefe del Estado. Pasada la ola más fuerte de contaminación del coronavirus, esa declaración fue una promesa más incumplida del actual presidente que, siguiendo las recomendaciones de la Comisión de Bruselas y del Banco Mundial, persiste en su irresponsable política neoliberal, con graves consecuencias tanto económicas como sanitarias.

Su pretendido plan de «relance», ha sido una descarada ayuda financiera a las grandes empresas y multinacionales, para con el pretexto de la crisis sanitaria proceder a innumerables despidos y reestructuraciones injustificadas, ya que los beneficios de los accionistas y sus dividendos siguen creciendo durante la crisis.

El mundo de mañana, según Macron, debía ser diferente del de ayer, y en efecto con su actual política el mundo de hoy se anuncia mucho, pero mucho peor.

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Movilización de personal sanitario en defensa de la sanidad pública en Francia

En el ámbito económico, 180 euros de aumento salarial para el personal hospitalario, los héroes de la crisis, (cuando los sindicatos reclamaban 300 euros), no son sino el árbol que esconde el bosque de la situación sanitaria en Francia, la reciente manifestación del personal hospitalario el 15 de octubre muestra bien que Macron y su gobierno no han modificado el rumbo de su política neoliberal ni en la sanidad ni en el resto de la economía.

Las condiciones de trabajo no se han mejorado y la contratación de efectivos hospitalarios tampoco ha crecido, los hospitales siguen amenazados de saturación seis meses después de la primera ola de la pandemia, cuando ahora nos anuncian una segunda ola de aquí a fin de año.

La obsesión del gobierno es hoy evitar un confinamiento total o una parálisis general de la economía, y para ello basándose en las «informaciones» de las autoridades sanitarias, va adoptando medidas liberticidas, «para proteger a la población del covid», que sorprenden por su arbitrariedad y su incoherencia.

La más reciente ha sido el toque de queda a partir de las nueve de la noche y hasta las seis de la mañana, en un total de 54 departamentos franceses, la casi totalidad del país.

Como subraya en su última edición el semanario satírico Le Canard Enchainé, el problema es que esas informaciones recogidas por el organismo público «Santé publique France» sobre la evolución del Covid en Francia son poco fiables y engañosas. Las opiniones sobre la situación sanitaria real dividen al propio cuerpo médico, y las decisiones autoritarias del poder político no hacen sino acentuar la desconfianza de la población sobre esas medidas absurdas e ineficaces.

Mientras tanto en el metro, en los transportes públicos, la gente se amontona en las horas punta para ir al trabajo (todos con mascarillas) y no hay ninguna medida restrictiva para regular esa afluencia. ¿Cómo dar crédito a la medida restrictiva que impide reunirse a más de seis personas en un lugar público o privado, cuando los bares o restaurantes respetan con mucho mayor rigor las medidas de protección sanitaria que los transportes urbanos? En cuanto a la esfera privada, felizmente en democracia no es posible ninguna intrusión policial.

La actual medida de toque de queda penaliza en particular a los bares, restaurantes y a todo el sector de la cultura, pues cualquier persona puede constatar que es más fácil la contaminación en los transportes públicos que en la calle a partir de las nueve de la noche, cuando los trabajadores han regresado a sus casas.

El motivo invocado por las autoridades para decretar el toque de queda ha sido, sobre todo, el de limitar las reuniones festivas y nocturnas de los jóvenes en las zonas urbanas.  Sin embargo, los jóvenes siguen reuniéndose en casas y apartamentos privados, cuando no pueden hacerlo en bares o locales públicos. La medida gubernamental es en consecuencia ineficaz y liberticida para el conjunto de la población.

En cuanto a los controles sanitarios para evitar la propagación del Covid, no han sido aplicados de forma estricta en las fronteras de los países europeos, y la tentativa de control policial de la población, como se practica en el régimen totalitario chino, con aplicaciones numéricas con internet de reconocimiento facial, no tienen ninguna posibilidad de prosperar en los países democráticos de Europa, al menos por el momento. A Dios gracias.

Crisis sanitaria, crisis económica, terrorismo y elecciones

París-je-suis-prof Francia: ¿Crisis sanitaria o crisis del neoliberalismo y de su mundialización?
París, manifestantes enarbolan un «je suis prof» en solidaridad con Samuel Paty

A esta grave situación sanitaria y económica que vive el país, se ha añadido en los últimos días un nuevo capítulo del cobarde horror terrorista. Un joven fanático de origen checheno asesinó por decapitación a Samuel Paty, un profesor de un colegio que había mostrado a sus alumnos una caricatura del profeta Mahoma en un curso de educación cívica. Las mismas caricaturas que provocaron el asesinato de los dibujantes de Charlie Hebdo en 2015.

Tras la condena unánime de tan cobarde agresión, con manifestaciones de solidaridad con el profesor asesinado en todo el país, la vergonzosa tentativa de recuperación política por el gobierno derechista de Macron, así como por la extrema derecha, no se ha hecho esperar.

Las infundadas acusaciones contra la izquierda francesa, por su supuesta condescendencia con el islamismo, intentan esconder la verdadera complicidad del poder en su política exterior, con los regímenes árabes o de obediencia islámica, en donde se encuentran los proveedores de fondos del terrorismo islamista internacional, como son Arabia Saudita o el régimen turco de Erdogan.

Pero también esos ataques muestran el fracaso del gobierno en el control de la enseñanza del islam en Francia, donde existe una importante comunidad musulmana de nacionalidad francesa y no solo de inmigrantes, ya que los imanes en las mezquitas francesas proceden de países como Argelia, Túnez, o Marruecos, y a menudo son de obediencia islamista radical o salafista. Según Le Monde solo veinte a treinta por ciento de los imanes en Francia son de nacionalidad francesa.

Apenas a un año del comienzo de la campaña electoral para las presidenciales del 2022, Francia parece haber entrado ya en precampaña, con la habitual vergonzosa amalgama en la temática del terrorismo, la inmigración y la delincuencia, para mejor escamotear el debate de fondo sobre la situación económica y la desastrosa política neoliberal en Francia y en Europa.

Solo una alternativa electoral unitaria de centro izquierda y ecologistas podrá evitar aquí la abominable opción entre el cólera con Macron, presidente de los ultras ricos, candidato del CAC 40, y la peste de la extrema derecha siempre al acecho.

Julio Feo Zarandieta
Periodista profesional en Francia desde 1976. He trabajado durante 35 años como periodista (Responsable de edición y critico de cine) en el servicio en castellano de Radio Francia Internacional. Pero también como corresponsal en Paris de diversos diarios y semanarios españoles y critico en Cine Classics (canal plus). Jubilado desde el 2013, escribo ahora en Periodistas en español y en Aquí Madrid. Miembro del Sindicato Francés de la critica de cine y de Fipresci, he cubierto numerosos festivales de cine internacionales, muy especialmente Cannes y San Sebastián. Militante antifranquista en los años sesenta, resido en Francia desde 1974, fecha en que me acordaron el asilo político. Hoy en día tengo la doble nacionalidad hispano francesa.

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