Debemos tratar de mejorar cada día. Consolidemos los criterios que nos determinan en positivo, que nos embarcan en la nave de la emoción más sincera. Simpaticemos con nosotros mismos y con los demás.
Subamos a las ilusiones más complacientes. Recordemos de qué somos capaces. Nos insertaremos en los espacios que apartan el dolor. Imprimamos carácter a los criterios de unión, de colaboración, de incremento de lo básico para ser felices.
No rompamos el entusiasmo. Es bueno levantarse con ganas de ser en la alegría, que compartiremos, y surgirá más aún. No apaguemos la llama de la fe en lo humano. Podremos llegar a un futuro extraordinario. Lo sabemos, aunque a veces aparezcan dudas.
Impliquemos a los amigos, a los que nos hemos de dedicar cuando ellos y ellas más lo necesiten. Son un tesoro que cuidaremos. Su brillo se expandirá. Y nosotros con él.
Igualemos esas marcas que nos llaman la atención para transformarnos sin envidias ni vanos anhelos, en lo que será ideal para nosotros mismos. La paz, como la justicia, son esenciales para el presente y el futuro.
Nos hemos de amar, y desde ahí arribar hasta los corazones de los otros, que cultivaremos con garbo y desde lo más auténtico. Estamos preparados para ese incremento en calidad de la jornada. No esperes.