Juan Carlos Muñiz, conocido como Rigoberto y el TX, fue asesinado el viernes pasado, 4 de marzo, en el municipio de Fresnillo, perteneciente al Estado de Zacatecas. Es el octavo que desaparece este año.
Trabajaba desde hace en el portal de noticias Testigo Minero, donde realizaba reportes periodísticos. y fue abatido mientras trabajaba como taxista (en México, la profesión no da para comer si no tienes un segundo trabajo, por lo menos). Precisamente por ello, también colaboraba con otros medios de Zacatecas.
Actualmente, este Estado es uno de los más golpeados por la violencia del narcotráfico como consecuencia de la guerra entre el cártel de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación. Precisamente el día anterior al asesinato de Muñiz ejecutaron a dos hombres en el centro de la localidad de Guadalupe, a la vista de los transeúntes que circulaban en ese momento. Realmente, no se esconden: disparan todo lo que pueden cuando encuentran a su víctima y se alejan rápidamente.
Aunque tampoco dudan en enfrentarse a la policía, como ocurrió el mismo día en Caborca (Sonora), en donde son habituales las disputas a balazos de los delincuentes: los uniformados escucharon detonaciones, acudieron al lugar, y los criminales no dudaron ni un segundo en disparar a los uniformados. Murieron dos delincuentes, detuvieron a otros dos, y la policía acabó con un elemento fallecido y cuatro más heridos.
Según contaba la publicación Blog del Narco, de hace unos días, la violencia con la que operan los de Jalisco Nueva Generación ha llevado al ejército mexicano a incrementar sus efectivos en Zacatecas y mejorar el equipamiento con el que los combate. Este cártel dispone de lanzacohetes que pueden neutralizar vehículos blindados de hasta 300 milímetros de acero laminado y paredes de hormigón de metro y medio de espesor. Ya el año pasado, tras un tiroteo, requisaron un lanzador de cohetes soviético conocido como RPG y un lanzamisiles.
¿No se acabará nunca esta espiral de asesinatos?