Covid y sostén

Teresa Gurza¹

Tras la segunda guerra mundial, la cantidad de tela en los trajes de baño fue reduciéndose conforme avanzaba la liberación sexual en la sociedad y, actualmente, nadie se escandaliza por un bikini diminuto.

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Rihanna vestida por Swaroski en 2014

Algo parecido está sucediendo con la pandemia, porque cambió nuestra relación con el sostén. Me encanta la lencería cuando es bonita y cómoda, y me parece curioso que algunas mujeres hayan requerido del coronavirus que llevó a quedarnos en casa, para liberarse de brasieres molestos.

Varias veces quise tratar este tema, pero cuestiones de coyuntura me llevaban a otros asuntos y ahora mismo estuve a punto de dejarlo, para referirme al enojo del presidente mexicano López Obrador por el rechazo de diputados de la oposición a su reforma eléctrica, cuando debiera de estar agradecido, porque lo liberó de nuevos enfrentamientos con Canadá y EEUU, y le dio tema para que el resto de las mañaneras del sexenio los acuse de traicionar a la patria.

Pero dado que el asunto del sostén sigue vigente, decidí retomar el artículo de Leticia García en El País del 28 de julio del año pasado titulado El verano en el que las mujeres quemaron sus sujetadores, en el que preguntaba si después de meses sin llevarlo, queremos volver a él.

Antes del virus, las películas mostraban escenas de mujeres que, al regresar a casa luego de su jornada laboral, se lo quitaban con gran alivio físico y psicológico.

Y las revistas de moda vanguardista llaman a dejar de usarlo, precisando que la historia de la indumentaria femenina es, en buena parte, la historia del control del cuerpo para deleite de la mirada masculina.

La mayoría de los modistos famosos han sido hombres, y las pocas excepciones de mujeres, con Coco Chanel al frente, han apostado por la comodidad. Cierto que en 1914 el sostén fue patentado por una mujer, Mary Phelps Jacobs, pero fue un paso revolucionario para poder deshacernos del opresivo corsé y sus varillas y cordones.

Con los años, afirmaba Leticia, las mujeres han logrado eliminar muchas prendas incómodas «pero el mito del pecho turgente ha sido una barrera mental inquebrantable». Y citaba a la escritora Hillary Benhouse, quien escribió un largo ensayo en el New Yorker sobre el proceso desde que decidió quitarse el sujetador, hasta que se acostumbró a no llevarlo.

«Ahora me gusta la forma en la que mis pechos chocan con mis costillas cuando bajo las escaleras corriendo. Me gusta acarrear con su peso, como acarreo con el del resto de mi cuerpo. Mientras me muevo por el mundo, aunque sea con los gestos más nimios, siempre hay una parte de mí que está bailando» dice Hillary.

Otras mujeres, como la influencer Sabina Socol, han sido criticadas por no llevarlo: «Al principio no lo vi como un gesto feminista, pero me he dado cuenta de que muchas mujeres se sienten avergonzadas sin él».

En el artículo de El País, García advierte que eso no significa avance, porque realmente hemos retrocedido, puesto que ya el año 1968, en el certamen de Miss América, miles de manifestantes tiraron al contenedor de la libertad sostenes, zapatos de tacón y utensilios de cocina. Y señala que, en los años setenta, Halston diseñó vestidos para usarse sin sostén y Brigitte Bardot, Jane Birkin o Bianca Jagger prescindieron de llevarlo sin que nadie gritara.

Sin embargo, actualmente hay inconformidad cuando algunas celebridades no lo llevan. Como sucedió en 2014, el mismo año en que Lina Esco inició la campaña #freethenipple, para hacer normal esta parte de la anatomía, y la cantante Rihanna, incómoda por la evidente reprobación que suscitó al recoger su premio CFDA con un traje transparente, espetó «¿Te molestan mis pechos? ¡pero si están cubiertos de cristales de Swarovski!».

La pandemia ha afectado a todos los sectores de economía, incluyendo la moda, pero el de la ropa interior es el que menos se ha desplomado, porque no es fácil deshacerse de un plumazo de siglos de sujeción del cuerpo femenino.

No hay evidencia científica de que no usar sostén sea malo para los senos, pero se sabe que hay daño por usar la talla incorrecta, como le sucede al ochenta por ciento de las mujeres. Su uso está relacionado, más que nada, con criterios «morales», y quienes han experimentado la comodidad de no usarlo, claman por seguir así.

En casi todos los países han bajado las restricciones del coronavirus, y dejamos de estar día y noche en nuestros hogares para salir de nuevo al mundo. Y hacerlo con o sin sostén debiera de ser una decisión libre, y no estar sujeta a condicionamientos sociales ni, menos, ser motivo debate.

  1. Teresa Gurza es una periodista mexicana multipremiada que distribuye actualmente sus artículos de forma independiente.

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