Histórica derrota de Macron, sin mayoría en el parlamento
Fuerte abstención y progreso de la extrema derecha
Se me ocurren multitud de títulos para esta crónica sobre el histórico resultado de la segunda vuelta de elecciones legislativas en Francia, pero hay una primera conclusión que me sugiere el análisis de estos comicios: la arrogancia del monarca presidente Emmanuel Macron, principal derrotado con su partido de «godillots» LREM. Si lo separamos de la coalición Ensemble, el partido presidencial no llega a 150 diputados, según las estimaciones, sobre un total de 577. Tendrán que cambiar el nombre pues «en marcha», se paró.
La derrota de Macron
Personajes importantes de la corte como el presidente de la Asamblea nacional Richard Ferrand, o el exministro del interior Christophe Castaner son eliminados. De los quince ministros que se presentaban a elecciones, varios han quedado sin escaño, pero la primera ministra Elisabeth Borne sí fue elegida por poco y en una circunscripción muy favorable a Macron.
El macronismo que pretendía no ser ni de derechas ni de izquierdas, se ha revelado en efecto no ser nada más que un polo de atracción presidencial para oportunistas y chaqueteros, con un programa antiecológico y antisocial, neoliberal en lo económico y de extrema derecha en lo policial y judicial. Macron y su autoritarismo han conducido la quinta república a un callejón sin salida.
Macron, quien pretendía terminar con la extrema derecha en 2017, es el principal responsable del reforzamiento hoy del RN, ex Frente Nacional. Facilitando la implantación de las ideas de la extrema derecha en los medios informativos controlados por un puñado de oligarcas, aplicando una política de represión policial y judicial con el apoyo de las fuerzas más ultraderechistas de la policía nacional, lo que se ha traducido en una violenta represión sin precedentes contra los «gilets jaunes», contra el movimiento sindical y toda protesta social.
Aprendices de brujo con la creación del globo Eric Zemmour, más ultra que los ultras, los macronistas no han logrado contener el progreso de Marine Le Pen, sino todo lo contrario. Mientras Macron suplicaba el voto útil de la izquierda para contener a la extrema derecha en las presidenciales, en esta elección legislativa no ha llamado a votar contra Le Pen. De sesenta duelos entre Nupes y RN en esta segunda ronda, los macronistas han llamado a votar contra la izquierda en 52 de ellos. Espero que en la próxima ocasión que se presente la trampa del voto útil, los electores recuerden que esa gente (ces gens la, como decía Jacques Brel) prefieren mil veces el fascismo a la izquierda democrática.
La abstención era el gran desafío
Mientras la derecha y la extrema derecha han preferido evitar debates, ninguneando la campaña electoral de las legislativas, la NUPES, izquierda reconstituida en Francia sobre el programa de la Unión Popular de Jean Luc Melenchon, han levantado la llama de una magnífica campaña militante, pero sin lograr llevar a las urnas a una inmensa multitud de abstencionistas, entre los que paradójicamente se cuentan numerosos jóvenes.
Pesan aquí por desgracia muchos años de desánimo en la población, de desencanto, de falsas promesas de gobiernos de derechas o de otros que se decían de «izquierdas» y que con el tiempo han sido desenmascarados. Una abstención que le viene como anillo al dedo a una élite en el poder al servicio de las multinacionales, que defiende sus privilegios con uñas y dientes.
No obstante, una fuerte abstención del 54 por ciento del cuerpo electoral en esta segunda vuelta, los electores han dejado claro que prefieren una república parlamentaria, a la arrogancia del presidente monarca.
La Pravda presidencial, perdón, «Le journal du dimanche» titulaba este domingo «¿Macron podrá gobernar?». El título es significativo de la deriva antidemocrática de cierta prensa francesa, súbditos fieles a la corte, que olvidan simplemente la regla número uno de la Constitución de esta quinta república presidencialista: Es el gobierno quien determina y conduce la política de la nación, y es responsable ante el parlamento.
En todo caso, lo que si es cierto es que Macron no podrá hacer lo que le dé la gana en solitario y esta vez tendrá que tener en cuenta la opinión del poder legislativo, cuya Asamblea no da la mayoría absoluta a ninguno de sus componentes. ¿Podremos por fin en Francia respirar con una república parlamentaria más democrática? ¿Para cuándo el paso a una sexta república parlamentaria? La farsa del presidente todopoderoso que representa al veinte por ciento del electorado ha fracasado en esta ocasión.
El resultado de este domingo, pese a no ser un escrutinio proporcional integral, y si se confirman las primeras estimaciones, muestra una Asamblea Nacional con tres bloques importantes:
La coalición Ensemble que ha reunido a un montón de mini partidos oportunistas en apoyo a la corte del rey y mal elegido presidente obtienen según primeras estimaciones 205 a 235 diputados. La Unión Popular (NUPES) entre 170 y 190. El RN extrema derecha entre 75 y 95. La derecha LR entre 60 y 75.
El éxito de Melenchon y de la izquierda de combate
Los sepultureros de la autoproclamada «izquierda de gobierno», como Hollande, Strauss-Kahn o Valls, entregaron el poder en bandeja en 2017 a Macron, candidato del CAC 40, provocando una profunda crisis en el partido socialista. Macronistas, de derechas o exsocialistas, aseguraban a través de los medios dominantes que la izquierda estaba muerta en Francia, y en estos últimos cinco años ha tenido lugar una ofensiva ideológica de la extrema derecha en esos medios informativos, que ha afectado incluso al propio servicio público de radio y televisión.
En mis primeras crónicas sobre la candidatura de Melenchon, saludé su olfato político al ocupar el terreno abandonado por esa supuesta izquierda, esos «socialistas» ganados a las ideas del neoliberalismo más reaccionario. El tiempo le ha dado la razón, primero con la formidable actividad de los diputados de Francia Insumisa, única oposición parlamentaria a Macron. Luego creando la Unión Popular y llegando en tercera posición en la elección presidencial en el mes de mayo.
Y finalmente tras su excelente resultado ampliando la coalición de izquierdas con la NUPES, atrayendo a socialistas, ecologistas y comunistas, pero sobre una base programática de aceptación de puntos esenciales del proyecto político de la Unión Popular.
La izquierda traicionada y abandonada por Hollande y Valls, vuelve a renacer con fuerza y combatividad en Francia gracias a Jean Luc Melenchon, por mucho que les pese a sus múltiples detractores. El resultado electoral de este domingo 19 de junio 2022 es doblemente histórico, con o sin cohabitación, pues se ha producido la derrota de Macron y una clarificación ideológica absolutamente necesaria en el seno de la izquierda francesa.
La NUPES, primera fuerza política de oposición en el próximo parlamento, es una izquierda con un programa de izquierdas, es decir de ruptura con el neoliberalismo y sus políticas de austeridad, de lucha por una ecología radical, de defensa de los derechos de los trabajadores en las empresas, de defensa de los servicios públicos a todos los niveles. Si las estimaciones se confirman no habrá esta vez gobierno de izquierdas, pero habrá eso sí una oposición de combate en el parlamento. Como decía Ruedo Ibérico en otras épocas, por fin tendremos una oposición que se oponga.
Pero seamos claros, para acompañar las futuras batallas parlamentarias que se anuncian agitadas, la cuarta vuelta de estas elecciones será en los próximos meses la movilización social y ecológica, la lucha en las empresas y en la calle, contra la carestía de la vida, y por la dignidad humana.
Incluso en el caso de una mayoría absoluta de la NUPES, esa movilización habría sido necesaria y deseable, si los franceses quieren un día imponer un proyecto de izquierdas a los amigos y socios del CAC 40, en Francia como en Europa.
Una lucha también que debe hacer suya la prensa libre en Francia y en Europa, por una libertad de expresión y una información digna de ese nombre, en esta profesión nuestra con medios informativos mayoritariamente controlados por un puñado de oligarcas.
A propósito, la anunciada extradición de Julián Assange es una vergüenza para la profesión. Sin libertad de expresión no hay democracia.
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