Aunque suelo evitar los análisis geopolíticos que me parecen pretenciosos desde un punto de vista periodístico, leyendo la crónica de nuestro colega Mac Liman y su análisis sobre Francia, Macron y las inquietudes de los industriales alemanes, quiero no obstante hacer algunas precisiones.
En efecto la locomotora europea (neoliberal) ya no tira. Y esto desde hace ya numerosos años. La crisis europea viene de lejos, pero su punto culminante fue en 2005: el No en los referendos en Francia y en Holanda, contra la tentativa de imponer una constitución económicamente neoliberal en la Unión Europea. Creo recordar que en España el sí paso por los pelos, para evitar la caída del gobierno socialista. En 2010, el golpe de estado financiero de la troika europea y el FMI contra la democracia griega marcó otro hito de esta deriva neoliberal.
El proyecto neoliberal europeo ha fracasado, pues los pueblos europeos más desarrollados (los motores del desarrollo europeo) no aceptan las políticas de austeridad, que consisten en empobrecer a las clases medias y trabajadoras, mientras la riqueza financiera de las multinacionales sigue aumentando, con el más absoluto desprecio de la justicia social y fiscal.
Nos dice Mac Liman que la situación en Francia es poco boyante. Bueno, depende para quien. Los multimillonarios y oligarcas en Francia se han enriquecido más que nunca, sobre todo desde la pandemia del covid. En cuanto al «terremoto» de los chalecos amarillos, yo prefiero analizarlo como un primer síntoma de los estallidos sociales mucho más graves que se preparan en este país, si se prosigue la política ultraliberal de Macron.
Surgido de la nada Macron y su LREM, con un poderoso y misterioso apoyo financiero, no es un gran teórico por mucho que lo piensen algunos veteranos diputados, sino una marioneta en manos de las multinacionales y del Cac 40 que dictan hoy la política a seguir en la Unión Europea. No olvidemos que Macron se instaló en el poder gracias a Hollande y otros exsocialistas, hoy ya podemos llamarles así, puesto que han abrazado abiertamente el programa de derechas de Macron. Lo que queda en Francia de verdaderos socialistas se han aliado con la izquierda en la Nupes, nueva Unión Popular.
Muy de acuerdo en cambio cuando Mac Liman constata que «Macron ya no dispone de la mayoría parlamentaria indispensable para llevar a cabo su programa neoliberal inspirado por gurús alejados de la vida cotidiana». Pienso que se refiere al gabinete norteamericano McKinsey, gran escándalo nacional aquí, que se han apresurado a apagar mucho más rápidamente que los incendios actualmente en curso.
Pero lo que ha pasado en Francia en las legislativas no es, simplemente, la pérdida de mayoría absoluta de Macron, sino una histórica y saludable clarificación política en el seno de las fuerzas que hasta hace poco se decían de izquierdas, desde los socialistas a los ecologistas. La Quinta república está agonizando y el sistema presidencialista francés en evidente crisis institucional. Para defenderse Macron utiliza a los fascistas hoy como un seguro de vida, para mantenerse en el poder. El neoliberalismo prefiere el fascismo al generoso reparto de las riquezas.
La política de Macron ha sido y sigue siendo: destruir el derecho laboral, proseguir las privatizaciones a ultranza, la destrucción de servicios públicos, hospital público, educación nacional, transportes, telecomunicaciones y un largo etc. Destruir el aparato del Estado nación con los consejos de McKinsey. Para los consejeros de Macron, personalidades como Keynes o Roosevelt son sin duda peligrosos bolcheviques.
Macron representa en Francia a los oligarcas del CAC 40 y a las multinacionales, el secreto y la «optimización fiscal», la inacción en materia ecológica, la oposición a todo aumento salarial y a un reparto de la riqueza más justo. Como los Chicago boys el credo de Macron es «libertad del mercado a ultranza», empobreciendo a la población y alimentando la riqueza de una elite nacional e internacional que esconde sus beneficios en los paraísos fiscales. Su actual política, si no conseguimos pararla, conducirá inevitablemente a un estallido social, mucho más poderoso que el de los chalecos amarillos.
La reciente pandemia del covid ha mostrado, por otra parte, los límites a los que ha llegado el proyecto neoliberal de globalización a ultranza. La dependencia de Francia y de Europa con respecto a China, Rusia, o los Estados Unidos, se ha puesto de manifiesto de forma evidente. A mi modo de ver solo una desglobalización inteligente puede impedir el empobrecimiento de las clases medias y la deriva actual del neoliberalismo hacia el neofascismo.
Los casos de Polonia y Hungría, que cita Mac Liman, muestran ese resurgimiento del fascismo en Europa, desde Italia, a España o Francia. En cuanto a la guerra de Ucrania y las tensiones con China, forman parte a mi entender de la política belicista de los Estados Unidos, que buscan redefinir las reglas geopolíticas del planeta, para impedir una Europa social, generosa y políticamente independiente de las grandes potencias que son hoy China y los Estados Unidos.
Los EEUU necesitan la guerra de Ucrania para reactivar la OTAN. Putin necesita la agresión contra Ucrania por razones de política interior para mantenerse en el poder. La guerra sirve para enriquecer a los industriales del armamento, en Francia dicen «les marchands de canons».
A este respecto comparto la posición de los que en Francia dicen «No a la guerra» y reclaman una política de independencia nacional y de no alineamiento entre Rusia y la OTAN, entre el totalitarismo chino y los Estados Unidos.
En cuanto a la amenaza de una nueva guerra fría, quiero señalar que es precisamente la gran paradoja de la actual y compleja situación geopolítica, pues las grandes potencias: China, EEUU, Rusia, Unión Europea provocan guerras y amenazan con sus declaraciones, pero en el fondo ninguno de ellos está interesado en poner fin a esa globalización económica, que lejos de favorecer a la población, favorece sobre todo a los oligarcas del planeta.
Unos y otros juegan a aprendices de brujo, como a menudo en la Historia y les importa un bledo la destrucción ecológica del planeta y el empobrecimiento de la mayoría de la población a la que conducen inevitablemente sus nefastas políticas industriales.
Muchas gracias por las puntualizaciones, Julio. Coincido con tu análisis. Pero… como me gusta dosificar la información, suelo dejarme «cosas» en el tintero. Habrá más artículos sobre Europa; estoy en ello. Y… espero reacciones, críticas, sugerencias.
Recuerdo, si, con cariño, las charlas de López de Hoyos.