Las sociedades también se suicidan

Roberto Cataldi[1]

Al parecer la Argentina se quedó «sin salida» hasta dentro de cuatro años, al menos que suceda un fenómeno tipo cisne negro. Ninguno de los candidatos que van al ballotage, Massa y Milei, logró el apoyo de la mayoría, sin mencionar los que optaron por no ejercer su derecho al voto.

El que salga favorecido dentro de unos días, gobernará durante cuatro años, y sin dudas serán años mucho más duros que los que hemos transitado con el gobierno actual, sin que en el horizonte se divise la esperanza de un mañana mejor.

La triste realidad es que desde hace décadas el pueblo es castigado por las malas decisiones políticas, los negociados, y hoy muchos agonizan.

El mal humor social se percibe en la calle y muchos no quieren avalar la continuidad de la actual calamidad con su voto. La clase política que, una vez más, reveló estar inmersa en sus propios intereses, de espaldas a la sociedad aunque viva de ésta, ha manipulado la situación para que un sector considerablemente grande de la población sea obligada a elegir aquello que desaprueba.

Unos días antes de las elecciones escribí una carta abierta que titulé «Descargo de conciencia», donde decía: «Después de décadas de votar en blanco como forma de expresar mi disconformidad o enojo con los políticos, pues, las opciones eran entre lo malo y lo peor (la realidad actual me da la razón), hoy mi conciencia me pide que cambie de tesitura sin traicionar mis principios y valores, se trata de una emergencia: la Argentina corre serio peligro…» Y añadía que, «No creo que nadie esté feliz con la vida que nos están haciendo vivir. No es justo. Debemos reflexionar.»

En efecto, yo nunca caí en la trampa de las ideologías ni milité en ningún partido político, y alertaba sobre la mentira que nos trajo hasta aquí (del que el primero es responsable por ser parte del gobierno) y también la mentira que pretende llevarnos vaya uno a saber dónde (tipificada por el segundo).

Lo insólito es que Massa, quien también ejerce como ministro de economía y «superministro», cuando el año pasado se hizo cargo la inflación anual era del 71 por ciento y hoy es del 148 por ciento o más, y para revertir el resultado de las PASO que lo ubicó tercero apeló a una inveterada práctica de su movimiento, el «Plan Platita» (baja de Ganancias, subas en AUH o asignación universal por hijo y asignaciones familiares, programas para empleadas domésticas) que sumaron $125.790 millones, un 0,27 por ciento del PBI, según un cálculo de la consultora EcoGo (Clarín), en medio del descalabro financiero, más todas las dádivas que su partido brindó en barrios pobres entregando electrodomésticos y otras maniobras non sanctas para obtener votos, pues, todo estaría permitido en aras de mantenerse en el poder, ya que su partido por décadas ha gobernado el país sin hacer jamás una autocrítica y demostrado no saber ser oposición.

El segundo, que no tiene a su disposición los dineros públicos para poder despilfarrar en su campaña, se las arregló con diversos donativos, pero su violencia verbal y las declaraciones temerarias no le permitieron ganar en primera vuelta, más allá de sus denuncias a la «casta» que se eterniza en el poder , lo cual es absolutamente cierto, y al hecho que no es un político que siempre vivió del Estado como su contrincante, por eso gran parte del electorado, sobre todo jóvenes, lo considera la única alternativa de cambio.

Pues bien, ahora tiene que suavizar su discurso y de alguna manera retractarse de varios disparates que dijo, si se propone convencer a los que no lo votaron e incluso a los que adelantaron que votarán en blanco.

Juntos por el Cambio, tercero en discordia, que en su momento llevó a Macri al poder, cometió errores de principiantes, entre sus líderes el ego se impuso, les faltó la grandeza que declamaban y sus desencuentros desmoralizaron a muchos de sus votantes que buscaban una alternativa inteligente. Finalmente cayó en la trampa, y ahora varios de sus principales dirigentes se pasan viejas facturas impagadas como si estuviesen en un teatro de revista.

Massa es considerado políticamente como alguien sin ideología definida que pasa de una posición a otra, lo ha demostrado reiteradamente, dice y se desdice cotidianamente, al extremo que muchos lo consideran un «camaleón» de la política y, su pasión por el poder es más la pasión de un emperador.

Si triunfa significará la continuidad de lo que el ciudadano de a pie rechaza, e hipotéticamente no se conformaría con solo un mandato y hasta su mujer podría sustituirlo, quien está denunciada ante la justicia por supuestos sobreprecios en la compra de 620 vehículos para una institución del Estado.

En fin, la política argentina no solo cultiva el nepotismo, también los matrimonios presidenciales.

Milei se autocalifica de libertario y «anarco-capitalista», y hasta ayer detestaba todo lo que tenga que ver con el socialismo. Hoy está de moda «el fenómeno libertario», que contra lo que suponen sus seguidores difiere bastante del liberalismo. La autora más leída es quizás Ayn Rand, filósofa rusa nacionalizada estadounidense, quien en sintonía con Nietzsche, sobrevaloraba la fortaleza, como la de los creadores de ganancias económicas, y despreciaba a los débiles. Sus ideas y su narrativa novelesca entusiasman a ciertas elites, también fueron satirizadas (Los Simpson).

Ella se oponía al sacrificio por los otros y al de los otros por uno, pues, el hombre busca su bienestar, su felicidad. El egoísmo es un vicio cuando va más allá de lo moralmente permisible, pero Ayn veía al egoísmo como una virtud y su código moral era el bienestar propio. Claro que para tratar su cáncer de pulmón (empedernida fumadora) aceptó la Seguridad Social y Medicare… Es lógico que el ideario de los libertarios atemorice a quienes son vulnerables.

La realidad es que cerca del 40 por ciento de la población es pobre, y de los menores de diecisiete años la pobreza llega casi al 62 por ciento según estimaciones serias, algo nunca visto en la Argentina. Los desastres que ha hecho el actual gobierno en todas las áreas son inadmisibles, más el caos financiero al que los medios le dedican sus editoriales, sin embargo más de nueve millones ahora votaron al superministro (¿será algo así como el síndrome de Estocolmo?)

Un editorial del Washington Post sostiene que el dilema argentino obedece a que el país se angustia por lo que prefiere y que éste es un problema médico de orden psicológico profundo, dado por la pobreza, y que existe una cultura nacional de resistencia contra la riqueza que es considerada un «pecado».

Pero la riqueza que le repugna al argentino es aquella que se obtuvo legalmente a través del trabajo y que produjo éxito. En efecto, hay un resentimiento por el que se volvió rico con su trabajo lícito y es perseguido como si fuese responsable del descalabro actual.

En el fondo se busca una pobreza igualitaria (pobrismo) dice el Washington Post, a la vez que se tolera la riqueza de los funcionarios corruptos. Y añade que lo que probablemente se consolidará es: «una nueva nobleza compuesta por mafiosos, funcionarios corruptos, narcos amparados por el poder y revolucionarios de pacotilla que vivirán como reyes. Pero los argentinos honrados se hundirán en la pobreza.»

En lo que atañe al llamado «voto popular», la Argentina tiene un pasado que la mayoría de los votantes ignora (desconocen la historia y tienen olvidos selectivos), bástenos la década infame y el «fraude patriótico», instrumentado por los conservadores ante un pueblo que no sabía votar, o «las urnas están bien guardadas» bajo la protección de los militares que no se cansaron de dar golpes de estado para «moralizar el país» con la connivencia de élites civiles (el general Perón participó de algunos a partir de 1930 cuando por primera vez cayó el orden constitucional), o la demagogia, el adoctrinamiento y los populismos arraigados por décadas hasta el presente («el pueblo nunca se equivoca», decía Perón, o «…somos invencibles porque somos la patria misma» arengaba su esposa Eva Duarte). Una escenografía enmarcada por una clase política donde no hay transparencia y los privilegios que goza son algo natural. El bienestar común no les importa, y el reclamo del mismo se lo asocia con el comunismo.

Aquí la democracia se limita al voto periódico y quienes ganan siempre hablan en nombre del pueblo, deciden lo que a ellos les conviene y se adjudican respaldos o rechazos que nunca les dieron los votantes… Una hermenéutica política muy particular instrumentada en beneficio propio.

Durante la crisis del 2001 fui testigo cómo la gente gritaba en las calles: «que se vayan todos», incluso durante meses los políticos no se hacían ver porque eran insultados en los lugares públicos, pero lo cierto es que ninguno se fue…

En estos últimos cuatro años de gobierno, más allá de la pandemia muy mal manejada, el aumento de la pobreza y la indigencia, el deterioro educativo en todos sus niveles, la inseguridad y el narcotráfico en aumento, los escándalos de la corrupción, entre otros varios factores que conforman un abanico de desastres, las excusas sobran y el superministro resultó ser el más votado…

Mientras, en el interior del país se consolidan las estructuras feudales y las dinastías están presentes en los tres poderes del Estado, incluso en el sindicalismo.

Un amigo dice que la corrupción, sin duda núcleo de los problemas estructurales que padece el país, está en el ADN de la población. No sé si es tan así, aunque la corrupción ya estaba mucho antes de que se declarara la independencia, en la época de la colonia (virreyes, funcionarios de la corona, comerciantes venidos a tentar suerte, contrabandistas, militares, etc.).

No sé si la genética tiene algo que ver, pero lo cierto es que hay millones de argentinos que están hartos de este juego sucio, que piden un cambio para que imperen aquellos principios y valores con que nació la patria y que se cobró tantas vidas en su defensa.

Los reacomodamientos que se están produciendo en estos días en las distintas fuerzas políticas, donde reinan las contradicciones y las lealtades quedan hechas trizas, según dicen los expertos son propios de la realpolitik. Lo cierto es que esta política autista está generando rechazo en buena parte de la población, deteriora el espíritu democrático y republicano.

Como decía el canciller alemán Bismark cuando se refería a las leyes, es mejor no ver cómo se hacen las salchichas… En fin, no he visto a ningún político hacer una autocrítica ni renunciar a sus privilegios, e hipócritamente le piden a la gente austeridad y solidaridad… Si algo tengo en claro es que nuestra sociedad, pase lo que pase, no debe suicidarse.

  1. Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldi Amatriain (FICA)

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