La desmesura argentina o «carpe diem» en su máxima expresión

Cuando Horacio pronunció su célebre frase carpe diem, señaló que había que aprovechar el día y no confiar en el mañana. Claro que traducido a la realidad argentina, significa procurar vivir el día en medio del caos económico, ya que no sabemos cómo haremos para llegar a fin de mes. Pues bien, hoy tenemos un nuevo gobierno que debe hacer frente a inveterados problemas, conflictos y vicios que heredó.

Lo primero que hizo el presidente Javier Miel es un DNU (decreto de necesidad y urgencia) donde lanzó un monumental paquete de medidas (664 artículos) que no deja títere con cabeza. Y no es que muchos de los temas que toca no sean razonables y merezcan una rápida solución, pero confunde las prioridades.

Bajar la altísima inflación y mejorar la economía es el primer objetivo que no admite dilaciones. No creo que la mejora en la reventa de entradas deportivas o la transformación de clubes de fútbol en sociedades anónimas constituyan una urgencia para el ciudadano de a pie.

En efecto, varios de esos temas no son urgentes, podrían ser considerados más adelante, además deben ser debatidos en el Parlamento (núcleo de la casta que combate).

En efecto, es necesario el tratamiento por los diputados y los senadores, pues, mal o bien, fueron elegidos por los ciudadanos (él hasta hace unas semanas era diputado).

Es cierto que en ese ámbito se han cocinado de espaldas al pueblo no pocas leyes injustas y se ha recurrido a distintas maniobras reñidas con la moral y la ética, sin embargo parte de sus integrantes se han renovado y existe presión social para que cumplan con sus deberes o se vayan a su casa.

La reforma que impulsa es enorme y abre numerosos frentes. Sectores del empresariado que temen perder sus privilegios cimentados en un país cerrado, sindicalistas que ven afectado su poder y como siempre esperan negociar, y un sistema político (la casta) que hará lo imposible para desestabilizarlo y que nada cambie.

Entiendo el antiestablishment de Milei, así como sus convicciones de querer cambiar todo, la falta de experiencia, el pragmatismo, su improvisación y, hasta ciertos rasgos autoritarios, pero hay límites que no puede ignorar. Se ha metido con un montón de temas que no le competen al ejecutivo amparándose en el lema de defender la libertad, y en rigor el DNU solo se aplica cuando no se puede esperar a que el Parlamento sancione las leyes.

Ningún constitucionalista apoyó esta forma de actuar, que implicaría «la suma del poder público», mientras un miembro de la casta en una función de máxima jerarquía (curiosamente dinastías políticas también conforman su gobierno), le habría susurrado que el cargo de presidente es asimilable al de un rey… En fin, una deshonestidad intelectual que no distingue una monarquía constitucional de una república, y yo no le daría mayor importancia si el destinatario desechase semejante disparate, pero la duda me asalta.

Hay quienes interpretan que ésta es una estrategia para obligar a que el Parlamento termine aceptando las medidas bajo la presión del 56 por ciento que lo votó (en segunda vuelta), pues, a muchos los unió el espanto ante la posibilidad del continuismo, pero una cosa es llegar al poder y otra es gobernar, también una cosa son las promesas de campaña y otra cumplirlas alcanzado el poder… Es probable que la consigna de «todo o nada» tenga más que ver con su personalidad.

Ahora ha enviado una ley ómnibus para que se trate en el Congreso. Los procedimientos de mala fe por parte de algunos parlamentarios opositores ya se han manifestado de manera grotesca, evidenciando viejas mañas. No todos los que ocupan una banca creen en la democracia y, de la Constitución toman solo aquello que los favorece. De todas maneras Milei tiene que evitar generar rechazo en los que están dispuestos a acompañarlo en su gestión.

Los legisladores honestos no pueden ser agraviados como los legisladores deshonestos. Tampoco apelar al maniqueísmo de que la gente de bien está con él y los que opinan diferente son los malos, que es lo que hace todo populismo.

Milei es un experto en macroeconomía, punto. A sus detractores les resulta irritante, y al día siguiente de haber ganado se hacían pronósticos de que duraría pocos meses en el poder, de que habría un golpe de estado y otra serie de tramas conspirativas sin mayor fundamento.

El peronismo jamás admitió dejar el poder. Tenemos movilizaciones callejeras y marchas por las medidas anunciadas. Aquellos que callaron durante los cuatro años del gobierno anterior responsable en gran medida del caos actual (los sindicalistas), despertaron ante el peligro de perder sus privilegios, porque en la Argentina los privilegios se llaman «derechos adquiridos». Una dirigencia que desde hace décadas pregona «justicia social», pero a la vez hace ostentación de riqueza e impunidad… Estamos acostumbrados a que ciertas minorías que solo se representan a sí mismas, a través de la fuerza y la propaganda ganen la calle e incluso logren imponerse a los deseos y la voluntad de las mayorías que toleran con su silencio.

No hay duda de que ante el caos económico actual se necesita liberalizar la economía, pero un presidente no puede cargarse miles de leyes de un día para otro por su soberana voluntad. La reforma planteada recae sobre una clase media muy castigada (garante de la democracia) y sobre el sistema jubilatorio que viene perdiendo poder adquisitivo dramáticamente, que en su mayoría le ha dado un voto de confianza.

El aumento de la pobreza va de la mano del deterioro de la política, y la simbología de la motosierra que él invocó en la campaña yo la reemplazaría por la del bisturí …

Contra lo que prometió en campaña ya subió impuestos y la emisión de dinero al parecer no cesó. Las recetas de laboratorio suelen estrellarse con la realidad, de allí la necesidad de estar muy atento para implementar las correcciones que sean necesarias.

Milei pretende facultades legislativas excepcionales hasta el final de su mandato, un disparate. Él no proviene de la política, hecho que sus votantes consideran un mérito, pero tampoco es original. Se autopercibe como un mesías, y pretende hacer de la política un principio metafísico, invocando «las fuerzas del cielo» cuando le recuerdan que no tiene mayoría parlamentaria y que la justicia puede frenar sus decretos por ser inconstitucionales.

Loris Zanatta califica su política de «antipopulismo económico e hiperpopulismo político», y añade que su relato es una parábola mesiánica, una promesa escatológica.

Estoy de acuerdo. Para legitimarse en el pasado histórico, se remonta al Siglo diecinueve de manera peculiar y, como sostiene Hilda Sabato: «El liberalismo que él plantea es una caricatura: mezcla a Sarmiento con Alberdi y pone a Roca como líder liberal».

Un verdadero disparate, pues, en 1953, cuarenta años después de declarar la Independencia, con el auspicio de la generación del 37 (jóvenes idealistas que entre sus líderes contaban con Esteban Echeverría), se sancionó una constitución liberal para asegurar la libertad.

Milei cita reiteradamente a Alberdi y omite a Echeverría autor del manifiesto de esa generación (El Dogma Socialista) cuyas ideas tuvieron que ver con la pujanza del país, pero Milei se enfurece cuando oye las palabras socialismo y comunismo. Cree que todo pasa por la libertad del mercado. Se declara «libertario anarcocapitalista».

Tengo la impresión que no conoce a fondo la historia del liberalismo (hay varias corrientes) y mucho menos el anarquismo, y ser libertario no implica necesariamente ser liberal… En fin, no me gustan las etiquetas, menos los prejuicios que éstas conllevan.

Más allá del gravísimo problema económico que tiene a la mayor parte del país en la pobreza, me preocupa que no se haya atacado a fondo la corrupción, porque el mayor problema estructural de la Argentina fue, ha sido y es la corrupción, que ya estaba presente antes de la Independencia.

Muchos esperábamos que la asumiese como una prioridad, que de entrada la combatiese con todo rigor, al estilo de Alfonsín que cuando no bien se hizo cargo del poder convocó a la justicia para implementar el «Nunca Más».

Aquí la corrupción es como una telaraña que llega a todos los estamentos del Estado y los rincones de la sociedad, al extremo que es algo naturalizado. Y por más que se achique el Estado, se privatice todo lo que se pueda, y mejore sustancialmente la economía, el gran problema seguirá siendo la corrupción. Por otra parte, en cualquier país civilizado el Estado tiene funciones indelegables.

Milei no cultiva la moderación, su desmesura lo traiciona, lo sabe, pero a pesar de su debilidad parlamentaria y a que no cuenta con gobernadores, tiene una gran oportunidad, ya que hoy el ciudadano de a píe está dispuesto a acompañarlo si actúa con inteligencia, dejando de lado sus extremismos ideológicos, pues, Trump y Bolsonaro no son buenos modelos a seguir, mucho menos el gobierno de Menem con la crisis social que provocó, cuya génesis forma parte del caos actual.

Él debe entender que el mesianismo lo padecimos durante décadas, que ahora pretendemos un sistema democrático y republicano transparente, que funcione sin trampas, y sobre todo que priorice las necesidades de la población.

  1. Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldi Amatriain (FICA)

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