Nos interpretaremos con vuelos que nos han de servir para observar la vida con sus entrañables respuestas. No siempre las queremos o las comprendemos, pero hemos de asumir que las opciones son muchas y buenas. Usemos las ópticas que aclaran, las que añaden.
Coloquemos las ilusiones sin reclamos inútiles ni explicaciones que nos lleven al dolor. Idealicemos sin regresos: vivamos. Los detalles son importantes. Sin embargo, no debemos obsesionarnos. El deambular ha de ser sencillo, porque ahí, en lo humilde, está la esencia, lo que auténticamente precisamos.
Participemos. Seamos amor. Nos hemos de emplazar con resortes que nos unan. Busquemos el pacto. Nos hará más fuertes, mejores. Concordemos. Unamos con paciencia, armonía, caridad y piedad, fundamentalmente con nosotros mismos. Crezcamos a partir de ahí.
Seamos sin diferencias que comprometan la dignidad. Nos declararemos honestos. Nos multiplicaremos sin defectos o deterioros, o, al menos, sin que nos demoren o distancien. La perfección no existe, ni seguramente conviene. Los intereses y objetivos han de ser presididos por las buenas intenciones. Nos consolidaremos con transparencia. Ayudemos.
Lancemos mensajes que nos procuren creer en las oportunidades que han de cundir con actitudes coloridas, atractivas. Seamos imanes.
Expandamos la riqueza espiritual. Nos trasladaremos al conocimiento de manera recurrente. Nos veneraremos como ejes de la historia, y lo haremos con simplicidad.
Edifiquemos aspectos principales y hagamos que convivan oportunamente con los secundarios. Estemos tranquilos, sin complejos.
Marchemos poco a poco. Con seguridad arribaremos.