Cuando inicio esta crónica, la apertura del Salón de la agricultura, feria anual muy popular en Francia, es el escenario de violentos enfrentamientos entre los agricultores que reclaman la dimisión del presidente Macron y las fuerzas antidisturbios que han penetrado en el recinto, mientras el público que venía a la feria seguía bloqueado sin poder entrar.
Para evitar el encuentro con los agricultores que gritaban «Macron dimisión» y protegido por un enorme dispositivo policial, el jefe del Estado ha improvisado en un salón anexo del palacio de exposiciones uno de sus habituales «debates» con una delegación de sindicalistas agrícolas, destinado a marear la perdiz y ganar tiempo ante este rebrote de la cólera que crece cada día en el mundo rural.
Mientras los antidisturbios lanzan gases lacrimógenos contra los agricultores en el recinto del palacio de exposiciones para impedir que la multitud se acerque a la zona «presidencial», Macron lanza su cortina de humo y su retórica demagógica, difundida masivamente por los medios informativos dominantes y los editorialistas de la Corte y de la prefectura. Por cierto, el prefecto de París ha debido abandonar rápidamente el Salón protegido por sus guardaespaldas, cuando era abucheado por los agricultores.
Sabiendo que en este país el argot popular denomina «poulets» (pollos) a la policía, hay que reconocer que nunca en la historia de esta feria había habido una tal super representación de la filial avícola, pero eso sí, armada hasta los dientes.
Otra novedad de este año en el salón de la agricultura: la instalación de un espacio GAV, Garde à vue (detención) bien protegido, una especie de comisaría para mantener en detención a los «agitadores» del mundo agrícola que se atrevan a levantar la voz contra la política de Macron.
Ante la presión de una bronca generalizada que pone en peligro la celebración del Salón (previsto del 24 de febrero al 3 de marzo) Macron ha aceptado hoy la idea de imponer un precio mínimo (Prix plancher) pero con cuenta gotas, sector por sector y a partir del año próximo, una forma de ganar tiempo para intentar desactivar la revuelta actual del mundo agrícola.
Una nueva promesa de hoy que Macron no tiene la intención de aplicar y que contradice la posición de su ministro de Agricultura, de su gobierno y los diputados de la derecha y de la extrema derecha, que han votado contra las medidas propuestas por la Confederación campesina (Conféderation paysanne) y por la izquierda parlamentaria, para fijar un precio mínimo de remuneración agrícola.
Si su promesa aceptando esa vieja propuesta de la izquierda parlamentaria es sincera, su ministro de la Agricultura y su gobierno deberían dimitir inmediatamente.
Macron hace creer a quien quiera escuchar sus mentiras que acaba de descubrir el problema y que va a buscar soluciones, pero cuando la movilización de los agricultores empezó el pasado mes de enero el presidente monarca estaba paseando en carroza en India y en los países nórdicos.
Su objetivo no es ceder a las justas reivindicaciones del mundo agrícola, sino tratar de salvar in extremis la celebración del Salón de la agricultura, amenazado por una importante y profunda movilización.
Macron y la ultraderecha han votado a favor de los acuerdos de libre comercio, Mercosur, Nueva Zelanda etc., que son una de las causas de la «competencia desleal» y del empobrecimiento de los agricultores en cada país europeo.
La financiación y mundialización de la agricultura sometida a la única ley del mercado conduce inevitablemente a la destrucción de los pequeños y medianos agricultores en beneficio de una agroindustria de explotaciones gigantescas, controladas por las multinacionales.
Los neofascistas intentan recuperar este movimiento de protesta agitando el espantapájaros del nacionalismo contra los agricultores de los otros países europeos, pero su política es en realidad favorable a la gran industria agroalimentaria.
Macron y la ultraderecha, siguiendo las consignas de las multinacionales de dicha industria, en Francia representados por la FNSEA, principal sindicato agrícola, hacen el juego de la gran distribución en detrimento de la remuneración de los agricultores, al oponerse al establecimiento de un precio mínimo de los productos agrícolas, y al control de margenes reclamado por la Confederación campesina y la izquierda parlamentaria, tanto en Francia como en el resto de Europa.
De la inmigración a Manouchian, el neolenguaje de Macron
Como un pésimo actor de serie Z, el presidente Emanuel Macron rindió homenaje a Missak Manouchian este miércoles 21 de febrero, con motivo de la entrada en el Panteón de los restos mortales del combatiente antifascista armenio y de su esposa Melinée.
Apenas un mes después de la promulgación de la ultraderechista ley de inmigración aplaudida por los neofascistas del RN en Francia, el jefe del Estado ha presidido la ceremonia de entrada al Panteón del legendario Manouchian, asesinado por los nazis con la colaboración de los fascistas del régimen de Pétain, junto a sus veintidós compañeros de armas del hoy legendario comando del «afiche rouge». Inmortalizado en la memoria colectiva por el poema del comunista Luis Aragón y la canción de Leo Ferré.
Mal elegido presidente para evitar la llegada al poder de los neofascistas, el minoritario Macron ha ofrecido una alfombra roja a la ideología xenófoba del RN, permitiendo el desarrollo de una prensa de opinión fascista, aliándose a ellos en el parlamento y promulgando la ley sobre inmigración y asilo en Francia, aceptando por vez primera en esta quinta república la noción de «preferencia nacional».
No obstante, los retoques del Consejo constitucional, dicha ley tiene una inspiración abiertamente racista y tiene consecuencias nefastas para los inmigrantes y solicitantes del derecho de asilo.
Pero en cuanto una cita electoral se acerca, en este caso las próximas elecciones europeas que podrían ser catastróficas para Macron, el jefe del Estado, experto en la retórica del neolenguaje y la mentira, pasa de elogiar al colaborador Pétain, a rendir homenaje al grupo Manouchian.
Y para mayor escarnio, permite la presencia en la ceremonia de los dirigentes de la ultraderecha, cuyos antepasados fueron los que asesinaron a Manouchian y a sus camaradas, todos ellos inmigrantes, polacos, españoles, italianos, o judíos que habían combatido al fascismo en sus países respectivos, incorporándose a la resistencia en Francia.
Insisto: los veintitrés miembros del comando Manouchian fueron detenidos por la policía francesa de Pétain y asesinados por los nazis. Entre ellos el republicano español Celestino Alfonso, quien participó en el atentado contra un alto responsable nazi en París.
El neolenguaje del que Orwell nos hablaba en «1984», es hoy la lengua oficial de Macron y de su gobierno, cuyos miembros repiten como loros los «elementos de lenguaje» trasmitidos por el Eliseo. ¿Hasta cuándo los franceses aceptarán esta farsa política autoritaria que impide el normal funcionamiento de la democracia parlamentaria?