La verdadera cara de los funcionarios del Pentágono y el Departamento de Estado de EEUU

Norman Solomon[1]

«Cuando alguien te muestra quién es, créele la primera vez», dijo la escritora y poeta estadounidense de renombre Maya Angelou. Eso debería aplicarse a las élites de la política exterior que le muestran quiénes son, una y otra vez.

Norman-Solomon La verdadera cara de los funcionarios del Pentágono y el Departamento de Estado de EEUU
Norman Solomon

Los funcionarios estadounidenses que dirigen el Pentágono y el Departamento de Estado llevan más de 250 días apoyando la continua matanza de civiles palestinos en Gaza por parte de Israel.

Supuestamente dedicados a la defensa y la diplomacia, esos funcionarios han trabajado para aplicar y disfrazar las políticas de guerra de Washington, que se han cobrado más vidas que ningún otro gobierno en este siglo.

Entre las armas de guerra, las municiones de racimo son especialmente horribles. Por eso, 67 demócratas e igual número de republicanos de la Cámara de Representantes votaron este mes para impedir que el gobierno de Estados Unidos siga enviando esas armas a los ejércitos en el extranjero.

Pero más del doble de miembros de la Cámara votaron en sentido contrario y derrotaron una enmienda de financiación del Pentágono que habría prohibido la transferencia de municiones de racimo a otros países.

Los legisladores se aseguraron así que Estados Unidos pueda seguir suministrando esas armas a las fuerzas militares de Ucrania e Israel.

Hasta ahora, 124 naciones han firmado un tratado que prohíbe las municiones de racimo, que a menudo destrozan los cuerpos de civiles.

Las «bombetas» de las municiones de racimo «son especialmente atractivas para los niños porque se parecen a una campana con un lazo de cinta en el extremo», explica la organización Just Security.

Pero ningún miembro del Congreso tiene por qué preocuparse de que uno de sus propios hijos pueda coger una bomba de este tipo algún día, tal vez confundiéndola con un juguete, sólo para morir instantáneamente o quedar mutilado por la metralla.

La administración de Joe Biden respondió correctamente a los indicios (que más tarde se demostraron exactos) de que Rusia estaba utilizando municiones de racimo en Ucrania.

El 28 de febrero de 2022, la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, dijo a los periodistas que si los informes sobre el uso de esas armas por parte de Rusia resultaban ser ciertos, «sería potencialmente un crimen de guerra».

Por aquel entonces, la portada de The New York Times describía las «municiones de racimo prohibidas internacionalmente» como «una variedad de armas -cohetes, bombas, misiles y proyectiles de artillería- que dispersan bombetas letales en el aire sobre una amplia zona, alcanzando objetivos militares y civiles por igual».

Días después, el Times informó de que funcionarios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) «acusaron a Rusia de utilizar bombas de racimo en su invasión», y el periódico añadió que «las bombas de racimo antipersona… matan de forma tan indiscriminada que están prohibidas por el derecho internacional».

Pero cuando las fuerzas militares ucranianas se quedaron sin munición el año pasado, la administración estadounidense decidió empezar a enviarles municiones de racimo.

«Todos los países deberían condenar el uso de estas armas bajo cualquier circunstancia», ha declarado la organización Human Rights Watch.

El corresponsal de la BBC John Simpson lo resumió hace un cuarto de siglo: «Utilizadas contra seres humanos, las bombas de racimo son algunas de las armas más salvajes de la guerra moderna».

Como informó esta primavera el Servicio de Investigación del Congreso (CRS,en inglés), las municiones de racimo «dispersan un gran número de submuniciones de forma imprecisa sobre un área extensa». Con frecuencia «no detonan y son difíciles de detectar», y «pueden seguir siendo peligrosos explosivos durante décadas».

El informe del CRS añadía: «Las bajas civiles se deben principalmente a que las municiones se disparan en zonas en las que se mezclan soldados y civiles, a que las municiones de racimo imprecisas aterrizan en zonas pobladas o a que los civiles atraviesan zonas en las que se han empleado municiones de racimo que no han llegado a explotar».

Los horribles efectos inmediatos son sólo el principio. «Hace más de cinco décadas que Estados Unidos lanzó bombas de racimo sobre Laos, el país más bombardeado del mundo per cápita», señala Human Rights Watch.

«La contaminación por restos de municiones de racimo y otras municiones sin explotar es tan vasta que menos del diez por ciento de las zonas afectadas han sido limpiadas. Se calcula que ochenta millones de submuniciones siguen representando un peligro, especialmente para los niños curiosos», añade.

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Gaza: niño entre los escombros de su casa en Rafah ©Eyad El-Baba-Unicef

Los miembros del Congreso que acaban de dar luz verde a más municiones de racimo están esquivando realidades espeluznantes. El planteamiento básico es proceder como si esas realidades humanas no importaran si un aliado utiliza esas armas (o si las utiliza Estados Unidos, como ocurrió en el Sudeste Asiático, Yugoslavia, Afganistán, Iraq y Yemen).

En general, con la matanza que persiste en Gaza, es bastante fácil decir que el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, nos ha mostrado quién es. Pero también lo ha hecho el presidente Biden y los republicanos y demócratas más poderosos del Congreso.

Mientras que Estados Unidos ha estado suministrando una gran mayoría de las armas y municiones importadas por Israel, un enfoque similar por parte del Washington oficial (con refunfuños ineficaces) ha permitido a Israel restringir letalmente los alimentos que llegan a Gaza.

Durante su discurso sobre el Estado de la Unión a principios de marzo, Biden anunció planes para que Estados Unidos construyera un puerto en la costa de Gaza para introducir alimentos y otra ayuda vital. Pero su discurso no mencionó la previsión del Pentágono de que dicho puerto marítimo podría tardar sesenta días en estar operativo.

En aquel momento, un titular de Common Dreams resumía la vacuidad de la táctica: «El plan de Biden para un puerto de ayuda es tachado de ‘patético’ esfuerzo de relaciones públicas mientras Israel mata de hambre a los gazatíes».

Incluso a pleno rendimiento, el puerto previsto no compensaría ni de lejos el metódico bloqueo de los camiones de ayuda por parte de Israel, que es, con diferencia, la mejor forma de hacer llegar alimentos a 2,2 millones de personas que se enfrentan a la inanición.

«Estamos hablando de una población que se muere de hambre ahora», afirmó Ziad Issa, responsable de política humanitaria de ActionAid: «Ya hemos visto niños que mueren de hambre», añadió.

Un funcionario de Save the Children ofreció un baño de realidad: «Los niños de Gaza no pueden esperar para comer. Ya están muriendo de desnutrición, y salvar sus vidas es cuestión de horas o días, no de semanas».

The Nation describió «el trágico absurdo de las políticas de Biden para Gaza: el gobierno de Estados Unidos está haciendo elaborados planes para mejorar una catástrofe humanitaria que no existiría sin sus propias bombas».

Y hace unos días -más de tres meses después del bombo y platillo sobre los planes para un puerto en la costa de Gaza- saltó la noticia de que todo el asunto es un fracaso colosal incluso en sus propios términos.

«El muelle temporal de 230 millones de dólares que el ejército estadounidense construyó con poca antelación para enviar rápidamente ayuda humanitaria a Gaza ha fracasado en gran medida en su misión, según las organizaciones de ayuda, y probablemente finalizará sus operaciones semanas antes de lo previsto inicialmente», informó The New York Times el 18 de junio.

«En el mes transcurrido desde que se fijó a la costa, el muelle sólo ha estado en servicio unos diez días. El resto del tiempo, se ha estado reparando después de que el mar embravecido lo rompiera, se ha desprendido para evitar más daños o se ha puesto en pausa por motivos de seguridad», añadió.

Como patrocinador militar crucial de Israel, el gobierno estadounidense podría insistir en el fin de la continua masacre de civiles en Gaza y exigir el cese total de la interferencia con las entregas de ayuda. En lugar de ello, Israel sigue infligiendo «muerte y sufrimiento desmesurados» mientras se acerca la inanición masiva.

El consejo de Maya Angelou es ciertamente aplicable. Cuando el presidente y una gran mayoría del Congreso demuestran que son cómplices voluntarios de asesinatos en masa, hay que creerles.

Resulta apropiado que Angelou, poeta y escritora de renombre, además de cantante y activista de los derechos humanos, diera su voz a las palabras de Rachel Corrie, quien murió aplastada un día de 2003 cuando se encontraba delante de una excavadora del ejército israelí que se dirigía a demoler la casa de una familia palestina en Gaza.

Unos años después de la muerte de Corrie, Angelou grabó un vídeo mientras leía un correo electrónico que la joven activista había enviado:

«Todos nacemos y algún día todos moriremos. Lo más probable es que hasta cierto punto solos. ¿Y si nuestra soledad no fuera una tragedia? ¿Y si nuestra soledad es lo que nos permite decir la verdad sin tener miedo? ¿Y si nuestra soledad es lo que nos permite aventurarnos, experimentar el mundo como una presencia dinámica, como algo cambiante e interactivo?».

  • Norman Solomon es director nacional de RootsAction.org y director ejecutivo del Institute for Public Accuracy. Es autor de numerosos libros, entre ellos War Made Easy. Su último libro, War Made Invisible: How America Hides the Human Toll of Its Military Machine, fue publicado en verano de 2023 por The New Press.
  • Artículo difundido por https://ipsnoticias.net/

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