Narendra Modi ha visitado a Vladimir Putin manteniendo la prudencia extrema de la diplomacia de la India ante el conflicto bélico de Ucrania.
Sobre todo, aunque no únicamente por ello, porque más de dos tercios del armamento indio tiene origen ruso. En varios casos, podríamos decir directamente soviético, porque su compra fue anterior a la disolución de la URSS. A la vista de esa dependencia evidente, el gobierno indio es consciente de que en el caso de un conflicto armado abierto con China o Pakistán, o con ambos a la vez, la India estaría obligada a volver sus ojos hacia Moscú para obtener determinados recursos y piezas de recambio, independientemente de las relaciones que pueda establecer a corto o medio plazo con Washington y sus aliados.
Según recuerda el diario Le Monde (10 de julio de 2024), «la India depende de Moscú para mantener el 60 por ciento de sus equipamiento militar». Además, la economía india se nutre de petróleo ruso con precios rebajados, al mismo tiempo que sus refinerías exportan el crudo refinado o transformado hacia la misma Europa que mantiene sus sanciones contra el Kremlin.
Desde la independencia, Pakistán ha buscado necesariamente mantener buenas relaciones con China; mientras la India, desde que se situara con Jawharlal Nehru entre los países No Alineados, vio necesario contrarrestar esa alianza chino-pakistaní estableciendo desde entonces diversos vínculos y tratados con la Unión Soviética, más tarde, con la Federación Rusa.
La diversidad de los conflictos de influencias y territoriales que recorren las fronteras chino-indias (en torno a la soberanía de los estados indios de Arunachal Pradesh, Sikkim, etcétera) ha reforzado siempre esa tendencia geopolítica natural: Nueva Delhi se siente obligada una y otra vez a mostrar y reforzar sus buenas relaciones con Rusia, despegándose de la sombra de los Estados Unidos y sus aliados occidentales (inclúyanse ahí Japón, Australia y Nueva Zelanda).
Tras la independencia, la corta guerra de 1962 con China dejó 38.000 kilómetros cuadrados de teórica soberanía india en manos de Pekín. Se trata de la zona de Aksai Chin, que une las áreas [indias] de población budista o tibetana de Cachemira con el Tibet chino.
Hace dos años, Modi apenas se había reunido otra vez con Putin en un encuentro bilateral, cuando ya había empezado la guerra de Ucrania. «No estamos en la era de la guerra», le dijo en aquella ocasión el primer ministro indio, Narendra Modi, a Vladimir Putin. Fue en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (septiembre de 2022), celebrada en Samarkanda (Uzbekistán).
Pero la lógica geopolítica se impone, aunque –de algún modo– la India pudiera quizá ser un mediador posible entre Kiev y Moscú. Se trata de una potencia asociada a Occidente en numerosos aspectos que, a la vez, es un aliado histórico del Kremlin. Por eso, Modi defiende sus propios intereses al preconizar un tipo de diplomacia, de bella factura, que considera multialineada.
Reclama la paz y el diálogo en Ucrania sin llegar a condenar nunca la invasión rusa. Putin pone cara de póker cuando su amigo Modi le señala que «la guerra no resuelve los problemas» y también que «las soluciones y los intercambios para la paz no pueden conducir hacia nada si continúa el uso de las bombas, las balas y las armas».
Modi tuvo mala suerte: aterrizó en el aeropuerto moscovita de Vnukovo-2 pocas horas después de que las bombas rusas causaran decenas de muertos en varias ciudades ucranianas, especialmente en el mayor hospital pediátrico del país.
Hay que señalar que las fechas elegidas para el viaje de Modi, el 8 y 9 de julio, han coincidido también con la cumbre de la OTAN en Washington, donde no han dejado de reprochar al primer ministro indio sus buenas relaciones con Putin. Un portavoz del Departamento de Estado dijo el lunes 8 de julio que los Estados Unidos están «preocupados» por las relaciones de Rusia con la India.
El caso es que el primer ministro indio había elegido cuidadosamente el primer destino de sus viajes al exterior, desde su reciente y ligeramente cuestionada reelección.
El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, no ha dejado escapar la ocasión de expresar su «enorme decepción» ante el hecho de que «la mayor democracia del mundo abrace al criminal más sangriento del mundo» el mismo día del ataque ruso al mayor hospital infantil de Kiev.
Hay que subrayar que Modi no silenció ese hecho. Pero no mencionó al autor : «Cuando son asesinados niños inocentes, cuando los vemos morir, nuestro corazón sufre y ese dolor no es soportable», dijo. Una declaración ciertamente vaga, muy medida.
El ejercicio de equilibrio circense de Narendra Modi ilustra su necesidad de seguir manteniendo buenas relaciones con Rusia, sin romper sus lazos con Ucrania y con todos aquellos que sostienen los esfuerzos militares de ese país.
También se trata de no dejar que el Kremlin se incline demasiado hacia Pekín, rival mayor de Nueva Delhi: hace apenas cuatro años del último choque fronterizo entre indios y chinos que dejó tras de si varias decenas de muertos.
En apariencia, Modi ha salido bien parado de su viaje y ha logrado, al menos, mantener los intereses de su país en el mismo punto en el que estaban antes del viaje. Lo que ofrece el Kremlin no es desdeñable en Nueva Delhi.
Y Putin ha tenido a bien entregar un regalo propagandístico a su amigo Modi dejando libres a varias decenas de ciudadanos indios reclutados mediante engaños por el ejército ruso. Se trata de hombres, en algunos casos bien formados, que respondieron a ofertas de empleo en Rusia y se encontraron de repente con que eran enviados al frente de Ucrania para luchar junto a las tropas rusas. Consta que algunos han muerto en la guerra y que hay al menos un centenar de afectados por esa peligrosa estafa. Una historia oscura que emergió hace meses ante la opinión pública de la India tras una denuncia del prestigioso diario The Hindu (20 de febrero de 2024).
Rusia sigue ofreciendo a la India la posibilidad de producir conjuntamente diversos tipos de armas, así como otras ofertas relacionadas con la energía –incluida la nuclear– y con diversas tecnologías de vanguardia.
Los equilibrios de la política exterior de Modi con relación a Rusia no están exentos de lógica, incluidas sus reiteradas abstenciones de voto en las Naciones Unidas cada vez que se debate o se vota algo sobre la guerra en Ucrania.