Nada mejor para distraerse del bombardeo trumpista sobre Irán y sus posibles consecuencias, que leer y escribir sobre animales.

Empecemos por el excepcional talento que muestran para encontrar el camino de vuelta a casa sin importar los cambios del paisaje por la actividad humana y utilizando el magnetismo de la Tierra, el oleaje, el sol, las estrellas y la luna.
Una nota de Miguel Criado para El País, sostiene que la nocturna polilla bogong, ‘Agrotis infusa’, usa las estrellas para no perderse en su viaje de más de mil kilómetros.
Estas polillas nacen al iniciar la primavera en el sudeste de Australia y para huir del calor cuando empieza el verano, miles de millones vuelan durante varias noches guiándose por la luz de las estrellas, hasta llegar a unas cuevas de las Montañas Nevadas situadas a más de mil kilómetros y a principios del otoño, regresan a donde nacieron para aparearse y morir.
Para demostrar lo extraordinario de esta doble migración heredada, porque las polillas nacieron poco antes de emigrar, los investigadores capturaron centenares de ellas -unas al iniciar viaje y otras al volver- y las engañaron con un simulador de vuelo y un fieltro negro.
Colocaron primero en el fieltro, imágenes del cielo nocturno con la posición verdadera de estrellas y constelaciones y las polillas volaron perfectamente y luego al ponerles un mapa con sus lugares alterados, las pobres revolotearon confusas y dejaron de moverse.
«Parece que entienden los cambios del cielo en diferentes épocas del año y pueden migrar en una dirección heredada» explicó Eric Warrant, profesor de biología sensorial de la Universidad de Lund y autor sénior de esta investigación.
Advirtió que los científicos no saben aún cómo las polillas ajustan su vuelo a la llamada rotación estelar, aunque en realidad sea la Tierra la que rota, que en el hemisferio sur es en el sentido de las agujas del reloj y en el norte, al contrario.
Y que ansían seguir estudiándolas, pero desgraciadamente las poblaciones de bogong han disminuido en los últimos años y ya entraron en la Lista Roja de Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
También sobre las capacidades animales para encontrar sus rutas, trata el libro Los viajes más increíbles del explorador David Barrie, quien retomó Agathe Cortes para escribir un interesantísimo publicado así mismo, por El País.
Refiere Barrie que el charrán ártico vuela miles de kilómetros en 273 días, que pasa lejos de su casa, pero siempre encuentra el camino de regreso.
Que los vencejos pueden estar hasta diez meses volando y comiendo lo que el viento les trae y los cascanueces americanos, tienen una vista excepcional que encuentran siempre las más de treinta mil semillas que escondieron en unos seis mil sitios distintos.
Y explica que los sonidos de la naturaleza ayudan a los animales a orientarse y algunas especies escuchan muy por debajo del umbral que podemos oír nosotros.
Son los insectos los animales que más lo atraen y en particular, la diminuta hormiga del desierto que para encontrar su hormiguero bajo tierra «cuenta sus pasos».
Esto, precisa, fue probado en 1904 por el biólogo de la Universidad de Friburgo (Alemania) Matthias Wilttinger; quien para su experimento cortó a algunas la mitad de sus patitas y a otras les pegó zancos que hizo con pelo de cerdo para alargar sus pasos; las primeras no llegaron, las segundas se pasaron de largo.
Y por increíble que parezca los biólogos de la Universidad de Lund en Suecia, Eric Warrant y Marie Dacke descubrieron que los escarabajos peloteros van en línea recta junto a su pelota de estiércol, guiados por la órbita solar y la luz de las estrellas.
El olfato, es también una forma de orientarse y todas las especies memorizan los olores más esenciales.
Hacerlo, es vital para los salmones; porque cada río tiene un conjunto de fragancias diferentes, que se graban antes de emigrar al océano y son su señal para identificar ya adultos, el río donde nacieron y poder volver ahí para reproducirse.
Otros peces utilizan el oleaje para navegar y las ballenas usan, además, los campos eléctricos.
Y las tortugas llegan a dejar sus huevos en las mismas playas donde nacieron.
Dedica Barrie páginas enteras a las cualidades de mariposas, abejas, caballitos de mar y tortugas entre muchos otros.
Y concluye llamando a educar a las nuevas generaciones, porque tienen contacto escaso con la naturaleza, y como no salen al campo ni exploran el mundo, «necesitamos ayudarles para evitar que la Tierra termine en pedazos».



