El 28 de febrero de 1967 el MoMA de Nueva York acogió una exposición titulada New Documents que proponía la renovación de la fotografía documental, reorientando la técnica y la estética hacia motivos más personales como acción reflexiva potenciadora de emociones subjetivas.
El urbanismo, centrado sobre todo en la ciudad de Nueva York, fue el tema central de los fotógrafos de este Nuevo Documentalismo: Diane Arbus, Garry Winogrand, Lee Friedlander, Tod Papageorge y Joel Meyerowitz, pero la mirada de los fotógrafos se posó también en los usos y gratificaciones de las clases media y baja de la sociedad occidental.
En Gran Bretaña el ejemplo fue seguido por Roger Mayne (Calle Southam, 1956-1961) y Tony Ray-Jones (Un día libre: diario inglés, 1974) y sobre todo por Martin Parr, que acaba de morir este domingo 8 de diciembre 2025 en su casa de Bristol, en el Reino Unido.

Martin Parr nació en Epson en 1952 y estudió Arte y Fotografía en la Escuela Politécnica de Manchester. Fue uno de sus abuelos quien le contagió la pasión por la fotografía y desde aquellos años de la infancia ya nunca dejó de hacer fotos.
Miembro destacado de un grupo de fotógrafos británicos independientes de principios de los años setenta, obtuvo un gran prestigio con su obra The Last Resort: Photographs of New Brighton, sobre la decadencia causada por el turismo de masas en New Brighton, un pueblo de la costa del norte de Inglaterra.
Los turistas de la clase obrera que aparecían allí eran, según el crítico de arte David Lee, «gordos, simples, sin estilo, tediosamente conformistas». Inglaterra fue el principal escenario de su obra: «Amo y detesto a mi país –dijo en una ocasión- y busco la imagen que contiene a la vez este amor y este odio».
Se especializó en escenas de la vida cotidiana contemporánea de la clase media y obrera británica (y después de todo el mundo), sobre las que proyectaba una mirada irónica a través de imágenes nítidas y detallistas de las personas que captaba con su objetivo: el turismo de masas, la multitud de los supermercados, las playas abarrotadas, las discotecas petadas, la belleza artificial y cosmética de los cuerpos al sol, la comida basura, la opulencia, el despilfarro.
Lo hizo sin incluir comentarios en sus pies de foto y sin denunciar nada; únicamente exponía. De ahí las múltiples interpretaciones y lecturas de sus series fotográficas.
Parr fue un fotógrafo documentalista que a media carrera investigó la utilización del color, un color que utilizó de forma violenta y estridente después de haber desarrollado hasta 1980 su obra exclusivamente en blanco y negro: «El color sintoniza mucho mejor con el mundo real», dijo.
Descubrió la utilización del color durante una estancia en Irlanda, influido por las obras de Stephen Shore y William Eggleston, y utilizando su personal visión se especializó en documentar la vida cotidiana de la clase obrera británica en la etapa decadente de los gobiernos de Margaret Thatcher.
A través de la fotografía denunciaba cómo el progreso iba destruyendo el mundo.
En 1988 ingresó en la agencia Magnum, a pesar de la oposición de Cartier-Bresson (tal vez por eso no fue miembro de pleno derecho hasta 1994), y llegó a presidirla entre 2013 y 2017.
Coleccionista infatigable e historiador de la fotografía, poseía una de las mayores colecciones de fotolibros, con miles de ejemplares de todo el mundo, que inició con «Los Americanos» de Robert Frank. En colaboración con Gerry Badger escribió una gigantesca «Historia de los libros de fotografía».
En 2009 la Rocket Gallery de Londres acogió la exposición «Parrbooks», con algunos de aquellos miles de libros, una parte de los cuales llegaron también a la Galería Foto Colectania de Barcelona. Ahora se acumulan en la Martin Parr Foundation de Bristol que el fotógrafo inauguró en 2017.
Parr era también coleccionistas de cosas insólitas, como objetos relacionados con la figura de Martin Luther King o relojes de personajes famosos.
Entre sus últimas series destacan «The Phone Book», una visión crítica sobre la invasión de los teléfonos móviles en todos los ámbitos de la vida, «Butlins by the Sea», «The Cost of Living», «Common Sense», que allí donde se exponen siempre levantan controversias.
Entre sus experimentos conceptuales destacan «Home Sweet Home», una serie dedicada a la habitación que ocupaba de joven en la casa de sus padres, y «Love Cubes», de 1972, que muestra nueve retratos en blanco y negro de chicas jóvenes y otros tantos de chicos, parejas encontradas por Martin Parr en la calle. El fotógrafo invita a los espectadores a adivinar cuál es la pareja de cada uno de ellos.
En sus últimos trabajos insiste en la crítica a la masificación turística de las costas británicas y al consumismo comercial nacido a su sombra.
En la serie «Luxury», de 2009, en la que invirtió cuatro años de trabajo, muestra cómo la gente rica exhibe el dinero y presume de sus bienes materiales en escenarios que van desde una muestra de joyas en Dubai a un desfile de moda en Moscú, protagonizados por gentes de rostros operados vestidos con trajes de marca.
Un epitafio a una era que desapareció con la crisis económica de 2008. En «Beach Therapy» experimentó por primera vez con un teleobjetivo
La versatilidad de su obra hizo que sus fotografías pudiesen estar al mismo tiempo en la Tate Gallery de Londres y reproducidas en postales baratas.
El Museo Reina Sofía de Madrid le dedicó en 2003 una retrospectiva, en 2014, La Virreina Centre de la Imatge (Barcelona) presentó la exposición Los inconformistas; y en 2021 se expuso otra más completa en Valencia con el título «Martin Parr. Parrathon». Fue la última vez que estuvo en España.



