La medalla contra las buenas prácticas en el deporte

Myriam Fernández Nevado*

menores-practica-deporte La medalla contra las buenas prácticas en el deporteEsta última semana nos hemos vuelto a levantar con la noticia de un nuevo abuso sexual infantil (ASI) dentro del ámbito del Deporte. La casualidad ha hecho que se descubriera de manera fortuita, pero cuántos hay que no se descubren y siguen amparados en el desconocimiento, el miedo, el silencio, la incapacidad de demostrar el posible delito y la falta de apoyo: institucional, social, jurídico.

Cuando los padres y madres llevan a sus hijos e hijas a practicar un deporte, confían plenamente en las personas que están formando en ese ámbito deportivo a sus hijos e hijas, máxime cuando están cediendo la guarda, el cuidado y el bienestar de esos pequeños durante el tiempo que pasan con estos entrenadores y entrenadoras. Igualmente, cuando los niños y niñas se trasladan a competiciones con estos monitores y entrenadores, tienen estos últimos el deber y obligación de velar por el bienestar de los niños a los que tienen a su cargo.

La práctica de un deporte, sea cual fuere, por parte de un niño o niña, con el beneplácito de la familia, supone a su vez un esfuerzo y dedicación no solamente de ese niño o niña, sino también de la familia cediendo su tiempo, confianza, ilusiones e intereses a favor del buen hacer en la práctica de la disciplina elegida. Cuando este deporte exige una mayor dedicación y esfuerzo en la alta competición, se pasa de un mero hobby a una disciplina encaminada a una superación dentro del ámbito profesional; y la familia y el niño o la niña ceden parte de su vida en beneficio de los resultados a obtener sacrificando ocio, tiempo familiar… La figura del entrenador o entrenadora pasa de ser un mero profesor a alguien de plena confianza para los padres y madres. Una persona en la que en muchos momentos, ejercerá una posición educadora, de trasmisión de valores a través de la relación adulto-niño/a y sobre todo, no de igual a igual, sino con una posición claramente jerárquica, con situación de poder sobre el menor, en verticalidad del adulto hacia el niño o la niña, debido a su condición de formador y conocedor de lo que “mejor le interesa a ese niño o niña” para superarse en el Deporte y poder elegir la dirección y decisión sobre ese menor. Esa confianza de los progenitores hacia los y las entrenadores, hace que la visión y posición de los niños, niñas y adolescentes se vea eclipsada en pro de la consecución del mayor número de éxitos deportivos. Y sencillamente, la voz del entrenador-entrenadora sea indiscutida como la de un pater o mater familias en el entorno deportivo.

La percepción de los niños y niñas de su adulto entrenador o entrenadora es de total aceptación y hasta puede ser desvirtuada por ser considerada como un ejemplo a seguir, engrandeciéndola y sobre todo, ensalzándola en su imaginario como mito o deseo de conquista, por ser igual a ellos o como ellos dicen que hay que ser. De igual manera, la percepción y el deseo de no querer defraudar a la figura adulta, de “querer ser el o la mejor a sus ojos”, “ser el o la única”, “llegar a conseguir el mejor trofeo”, “ganarse la mejor posición personal en el equipo”, o simplemente destacar sobre los demás, puede hacer que los niños y las niñas sellen en silencio las prácticas abusivas o irrespetuosas. Ya que hablar de ello, podría suponer la separación del equipo, el rechazo de los compañeros o inclusive la expulsión.

Además, cuando escuchamos a los niños y niñas que han sido víctimas de los adultos abusadores en el ámbito deportivo, observamos que en todos ellos hay un sentimiento de “pertenencia” al adulto que dirige ese grupo de una forma casi patológica, donde la descompensación mayor sería el distanciamiento de dicho grupo y su profesional, y no del deporte que se practica. Muchas veces, se puede llega a pensar que la posible relación de dependencia subjetiva con el adulto abusador, es la mayor esclavitud para esos niños y niñas sufrientes.

Por ello, es complicado no solamente pensar en la denuncia por parte de los niños y las niñas ante las situaciones agresivas vividas, sino también la denuncia de las propias familias. El miedo, la ruptura de los esquemas psicorelacionales entre adulto-niño/a, la pérdida de la confianza, de las aspiraciones, de los posibles triunfos deportivos, la estigmatización deportiva y social … son elementos a tener en cuenta a la hora de entender la falta de denuncias en el ámbito deportivo de los abusos sexuales infantiles. Sin olvidar, que el niño y la niña quedarán estigmatizados simplemente por el hecho de denunciar. El mundo del Deporte ha sido ante todo endogámico, cerrado a los profanos, donde el esfuerzo y el sacrificio era en pro de la recompensa del triunfo en la disciplina elegida; y por ello, ese esfuerzo y sacrificio era determinado por el entrenador o entrenadora, dejando al margen a la familia y a los propios chavales, como profanos en la consecución del premio. La voz de estos formadores profesionales gozaba de la máxima consideración, pero ¿quién decidía si lo que hacían estaba bien o mal? ¿Y quién se atrevía a llevarles la contraria? ¿Dónde estaba y está la participación en igualdad de los niños y las niñas como verdaderos protagonistas de sus logros y para sus triunfos futuribles?

Ahora vemos con perspectiva de tiempo casos denunciados como el del entrenador Carballo, el entrenador de artes marciales de Tenerife etc,… unos sin prosperar jurídicamente y otros con condena; donde la anulación de los chicos y chicas era evidente. Y donde la prueba de los posibles delitos es difícil y costosa por variables diversas como el miedo que se tiene a declarar ante la estigmatización, la contradicción de declaraciones y el propio rechazo de compañeros del ámbito deportivo. Donde la credibilidad del adulto –por la fama que le precede por sus méritos obtenidos-, es aún más importante que la del niño o la niña posible víctima y donde aún no se tienen garantizadas las medidas procesales para que estos chavales puedan declarar, tanto como testigos o como víctimas. Eso sin olvidar que, en algunos casos ante el miedo a no haber declarado años atrás, nos encontramos la prescripción del posible delito, y la posterior estigmatización de la presunta víctima, como adulto sin haber superado todavía los miedos y las secuelas provocadas.

En España no hay protocolos para las federaciones deportivas, los centros deportivos oficiales como polideportivos municipales, asociaciones deportivas…. No hay una legislación procesal determinada que ayude a conocer y detectar a estos delitos en niños y niñas, facilite su investigación y les inhabilite posteriormente tras el cumplimiento de la condena, en profesiones en contacto con menores de edad.

La modificación del Código Penal supone una modificación en la prescripción, al empezar a tenerse en cuenta, a partir de alcanzar la mayoría de edad del niño o niña posiblemente víctima, teniendo el tiempo de condena contemplado en el delito para su posible denuncia antes de dicha prescripción. Pero, ¿las victimas están suficientemente preparadas para denunciar un hecho delictivo en este ámbito a partir de los dieciocho años? ¿Gozan el suficiente apoyo familiar, institucional, social…para la denuncia? ¿los medios de comunicación tratan por igual los casos que van apareciendo y se convierten en públicos? ¿Como se seguirá o no interpretando socialmente la denuncia por los ASI en el Deporte?

Está claro que la necesidad que surge es la del trabajo conjunto interdisciplinar entre todos los agentes implicados. La mejora no solo con la aplicación de protocolos de Buenas Prácticas en el Deporte, formación a profesionales y encargados afines al ámbito deportivo en contacto con niños y niñas, sean escuelas deportivas, federaciones…, medidas procesales nuevas, asistencia jurídica, asistencia psicológica, formación a las familias, formación en habilidades sociales y personales a los chicos y chicas que practican deporte, transparencia a la hora de las credenciales y formación de los entrenadores y monitores deportivos… son algunas de las medidas que se deberían contemplar.

Ahora nos veremos todos ante el próximo Mundial de Futbol del 2014 en Brasil. Muchos niños y niñas tendrán puestas sus ilusiones a través de sus mitos deportivos de referencia. No solamente la imagen deportiva, sino su buen hacer será el vehículo de transmisión del ejemplo positivo para el mundo del Deporte en general. Los niños y las niñas de hoy serán nuestros profesionales deportistas en próximas Olimpiadas y Campeonatos mundiales en las diversas disciplinas deportivas. No podemos permitir que el deporte base sea un coladero de Malas Prácticas en el trato de los niños y las niñas, por falta de apoyo, supervisión y ante todo, responsabilidad en el cuidado y bienestar de los más pequeños. No olvidemos, que los niños y las niñas son responsabilidad de todos nosotros, y de las instituciones, también.

*Myriam Fdez. Nevado es consultora internacional en Infancia y Derechos Humanos.

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