La ira de los dioses en el Prado

Las Furias: de Tiziano a Ribera

Cuatro mitos clásicos, Ticio, Tántalo, Sísifo e Ixión, vuelven a poner de relieve en el Museo del Prado la vigencia en cualquier tiempo y lugar  de las consecuencias de las acciones humanas, incapaces de escapar al dominio de la ambición, la ingratitud, la traición, todo ello enmarcado en buena parte en el fuerte deseo de posesión de una mujer, aunque ésta tenga ya un ‘dueño’, es decir, la mujer como objeto de deseo y poco más. De hecho, los mitos griegos van mucho más allá de la oportunista alegoría política, con la que los cuatro mitos de Las Furias fueron encargados a Tiziano por la Emperatriz de Hungría, como un aviso a navegantes a los vencidos en la batalla de Mühlberg por su hermano, el Emperador Carlos V.

 Los pintores del tardo – renacimiento y el barroco encuentran en los orígenes clásicos un enorme repertorio de personajes en una mitología que consideraba a los dioses, semidioses y héroes encarnaciones de todos y cada uno de los comportamientos humanos. El todopoderoso Zeus posee el rayo que fulmina a los que no cumplen con la regla de juego. Emplea buena parte de su eterno tiempo en seducir a mortales, que le dan innumerables hijos e hijas. Zeus en cierto modo legaliza el incesto, desposándose con su hermana Hera, a la que es infiel a todas horas. Hera es vengativa, trata de hacer la vida imposible a las seducidas por su marido, pero no siempre logra vengarse. Caer en las iras del todopoderoso es causa de castigos terribles, alegorías de castigos universales que se reproducen sin fin en todas las sociedades, hasta hoy…

 Este es el caso de Ixión, que primero engaña y luego asesina a su suegro. Aborrecido por todos, acude a pedir perdón a Zeus. Este no solo le perdona, también le sienta a la mesa de los dioses. Pero Ixión no entiende de agradecimientos y osadamente intenta seducir a la mismísima Hera. Fulminado por un rayo de Zeus, es arrojado al Tártaro donde Hermes le ata a una eterna rueda ardiente…

José de Ribera, Cornelisz van Haarlem y Giovanni Battista Langetti, nos hacen admirar el mito de Ixión en la muestra del Prado.  La magnificación de las figuras, su construcción escultórica y la ilimitada libertad de movimiento, añaden significado a este y al resto de componentes del mito conocido como Las Furias. La estatura gigantesca, no esconde a la mirada del poderoso la traición recurrente y perversa. Ixión tuvo la oportunidad de ser feliz, sentándose a la mesa de los dioses, es decir, le incluyeron entre sus pares. Pero quien había traicionado a Deyoneo no duda en volver a traicionar, esta vez, a Zeus, su protector. Ya solo le espera el infierno del dolor, para siempre. El mito encaja perfectamente en personajes conocidos de otras épocas pero también en algún que otro personaje actual. A poco que se ponga en marcha la imaginación, ésta conducirá a identificaciones evidentes.

En los siglos XVI y XVII, cuando la mitología clásica retoma actualidad afortunadamente para el arte, los cuatro mitos de Las Furias fueron concebidos como alegoría política. Hoy sigue ahí la vigencia de la alegoría, pero siguiendo la regla del arte moderno, el espectador es libre de poner en marcha su imaginación y encontrar las respuestas. El paralelismo con conocidos personajes actuales es evidente.

Sísifo es hijo de Eolo, dios de los vientos y las tempestades. Es emprendedor, astuto y taimado. Es promotor de la navegación y el comercio y de los llamados Juegos Ístmicos. Por pura avaricia asesina a viajeros para incrementar su riqueza. Para él, el fin justifica los medios. Es incluso capaz de maniatar a Tánatos, por lo que hasta que Ares la libera, nadie muere. Ares arroja a Sísifo al inframundo, pero hasta en esa situación, sigue engañando. Pide a su esposa que no ofrezca el sacrificio habitual a los muertos, para luego acusarla de no estar cumpliendo con sus deberes. Convence a Hades  para que le deje volver al mundo de los vivos para castigarla, pero una vez de regreso en Corinto no tiene intención de volver, hasta que años más tarde Ares vuelve a buscarle.

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Tiziano. Sísifo o el esfuerzo inútil

El castigo de Sísifo es el del esfuerzo inútil. Debe empujar eternamente una enorme roca hasta la cima de una montaña, pero apenas alcanzada la cumbre la roca vuelve a rodar hasta el valle. Y así una y otra vez, para siempre, aún estando ciego. El motivo del castigo varía según los autores. Homero en La Odisea no lo menciona. Otros autores clásicos dicen que Sísifo es castigado por haber revelado a los mortales los designios de los dioses o bien por la acción perversa de asesinar viajeros por codicia. Un autor moderno, Albert Camus abunda en la idea de revelar secretos. Y el castigo. La inutilidad del enorme esfuerzo o del engaño. A la postre todo se sabe.

Realmente es maravillosa la vigente actualidad de este mito. Revelar secretos de los dioses y sus consecuencias. ¡Qué sabiduría, la de la antigüedad clásica! ¡Que profundo conocimiento del ser humano! Esa aparentemente desaparecida Grecia no lo está tanto. Podríamos interpretar la actualidad en la que estamos inmersos a base de mitos. De las Furias y de otros.

Tiziano, uno de los grandes innovadores en la historia del arte, es  uno de los primeros pintores de dioses y héroes griegos. Renacentista en todas sus fases y precursor del barroco, es también uno de los pioneros del desnudo masculino y femenino. Esto tuvo sus repercusiones. Ningún mecenas del círculo de la iglesia católica, como no podía ser de otra forma en la Europa de ese tiempo, para su fervor mitológico. Tuvo la suerte de ser contemporáneo de ese gran príncipe del Renacimiento que fue Carlos V y más tarde su hijo, Felipe II. Tiziano vivió más de noventa años, por fortuna para el arte y para España, ya que gracias a ese importante mecenazgo, tenemos concretamente en el museo del Prado, más obras de Tiziano que en toda Italia. Fue motivo de inspiración para Rubens y otros grandes pintores del siglo del barroco. En el caso de Las Furias tenemos muestra de ello.

Tiziano. Dánae recibiendo la lluvia de oro

Del desnudo femenino de Tiziano tenemos en el Prado una obra maestra absoluta, un prodigio anatómico, cromático y de emociones prohibidas a cualquier mujer de entonces. Se trata de Dánae. Un oráculo había dicho a su padre que moriría a manos del hijo de su hija. El padre la encierra en un sótano. Pero para Zeus no hay barreras. El oro abre las puertas cerradas, así que Zeus se transforma en lluvia de oro para penetrar en la habitación y seducirla, tan placenteramente, que Dánae aparece tranquila, relajada, gratificada y muy satisfecha. ¡Qué expresión la de su rostro! De esa unión nacerá el héroe Perseo. Tiziano pintó esta maravillosa Dánae por encargo de Felipe II para acompañar al cuadro Venus y Adonis. El Sísifo de Tiziano expuesto pertenece a la colección permanente del Prado.

Hasta el más profano ha oído hablar del suplicio de Tántalo, que se ha convertido con el paso del tiempo en una forma de expresar tenerlo todo y no poder alcanzar nada. Hijo de Zeus, fue invitado por éste a la mesa de los dioses en el Olimpo. No tuvo mejor idea para presumir de ello entre los mortales, que revelar los secretos que había oído en la mesa, ¡otra vez la revelación de secretos! y por si eso fuera poco, robó  néctar y ambrosía para obsequiar a sus amigos. Pero su perversidad definitiva fue invitar a los dioses a un banquete en el que decidió ofrecerlos como manjar a su hijo Pélope. Los dioses no tocaron tal ofrenda. El padre Zeus furioso con su indigno hijo ordenó a Hermes que reconstruyera el cuerpo de Pélope, que fue devuelto a la vida por las Moiras. Poseidón se le llevó al Olimpo para hacerle su amante, considerado como un gran honor.

Tántalo había cometido los tres grandes pecados de la mitología griega: ofender a un anfitrión, hacer daño a un niño y desafiar a los dioses. Murió fulminado por un rayo  de Zeus y fue arrojado al Tártaro. Allí, sumergido en un lago en el que nunca podía calmar su sed, pasaba la eternidad viendo sobre su cabeza un jardín de suculentos frutales que jamás podía alcanzar.

Tántalo fue padre de una dinastía rica en héroes y mitos: Pélope fue padre de Atreo y éste de Menelao y Agamenón. Este último lo fue de Orestes, Electra, Ifigenia y Crisótemis. Su hijo Tiestes fue padre de Egisto. La guerra de Troya estaba servida. La Historia del Arte, de enhorabuena.

En la muestra del Prado, el Suplicio de Tántalo está pintado por Giulio Sanuto, Cornelisz Van Haarlem, Giovanni Battista Langetti y Gioacchino Assereto. Cuatro magníficas versiones de uno de los mitos más conocidos de la mitología clásica.

Ticio, también hijo de Zeus, es sin duda el que sufre el castigo más cruel. Encadenado a una roca, sufre a diario los embates de dos buitres que devoran su higado a picotazos sin posibilidad de protegerse ni defenderse. El higado se regenera cada noche y así por toda la eternidad.

¿Cuál fue el crimen del gigante Ticio? Se dice que instigado por la vengativa Hera, intentó violar a una de las mujeres más amadas por Zeus, la titánide Leto, por ser la madre de sus hijos gemelos Apolo y Artemisa. Los gritos de Leto atrajeron a los jóvenes hermanos, que asaetearon a Ticio hasta la muerte. Otras versiones dicen que Zeus le fulminó con un rayo, también muy verosimil. Arrojado al Tártaro, es posible que siga pagando su deseo compulsivo por poseer una  mujer  de su poderoso padre, y madre de dos de los dioses más importantes del panteón griego,  con un hígado nuevo cada noche y destrozado a picotazos brutales cada día.

José de Ribera. Ticio

El suplicio de Ticio es el más representado en la muestra del Prado, nada menos que con un dibujo y siete cuadros, comenzando por el excelso dibujo de Miguel Ángel, que a mi entender supera en valores artísticos y estéticos a bastantes pinturas de la misma temática. La llamada ‘estética del horror’ atribuida a Caravaggio y Ribera está maravillosamente representada por este último y por Salvatore Rosa. De Miguel Ángel en 1532 a Rosa en 1650, toda la evolución desde el Renacimiento al Barroco en la forma de representar el horror del sufrimiento, haciendo abstracción del castigo. Ribera es ‘el anatomista’ por excelencia y esto lo demuestra no solo con sus personajes mitológicos. En el Prado puede verse un Martirio de San Bartolomé que es una clase magistral de anatomía sometida a una situación de intenso estrés muscular bidireccional y espíritu de supervivencia. Y por supuesto sus Cristos yacentes. Hay uno en el Thyssen frente a un Martirio de Santa Catalina de Caravaggio, que en términos de tenebrismo son pares, pero en anatomía gana claramente Ribera.

 Creo que esta es una magnífica ocasión para tras haber degustado en las 28 obras de la exposición estas historias de dioses, monarcas, traidores y amantes despechados, en las  Furias y otros mitos, como Prometeo, Faetón, Ícaro y Laocoonte y sus hijos,  seguir profundizando en el conocimiento de los pintores representados en las colecciones permanentes del Prado. Solo con Tiziano, Rubens, Snyders y Ribera hay materia para un largo disfrute de la vista y la psyque. Así, a la griega.
Ficha de la exposición:

  • “Las Furias, de Tiziano a Ribera”.
  • Museo del Prado, Salas A y B, Edificio Jerónimos.
  • Del 21 de enero al 4 de mayo de 2014
  • Comisario: Miguel Falomir, Jefe del Departamento de Pintura Italiana y Francesa hasta 1700.
  • Catálogo por Miguel Falomir.
Teresa Fernandez Herrera
Algunas cosas que he aprendido a lo largo de mi vida. Soy Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, master en Psicología del Deporte por la UAM, diplomada en Empresas y Actividades Turísticas, conocedora de la Filosofía Védica. Responsable de Comunicación y Medios en Madrid de la ONG Internacional con base en India, Abrazando al Mundo. Miembro de la British Association of Freelance Writers. Certificada en Diseño de Permacultura. Trainer de Dragon Dreaming, metodología holística para el crecimiento personal, grupal y comunitario en el amor a la Tierra. Colaboradora en Periodistas-es y en las revistas Natural, Verdemente, The Ecologist para España y América Latina. Profesora de inglés avanzado.

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