Milan Kundera, 85 años dándonos en qué pensar

Doce campanadas resuenan en el aire de Brno a las once de la mañana. Ellas representan la carga histórica que desde 1645 señala el punto de creatividad para derrotar al enemigo por su propia boca: la astucia bohemia venció la soberbia de sus enemigos.

En Brno, segunda ciudad de la República Checa, el 1° de abril de 1929 nació Milan Kundera, signado sin dudas por la anécdota de la Catedral de San Pedro y San Pablo.

Muerte… impunidad… desolación… indignación… desesperanza… miedo… exilio… y la literatura acude y nos salva.

Desde su primera publicación en 1953, El libro de los amores ridículos, hasta El telón (2005), la obra de Kundera se desplaza sin ningún traspiés entre la esencia (sin ser puramente psicología), la existencia (aunque él mismo diga que no se trata de filosofía), la metáfora (hermosamente literaria) y la realidad (negación de las cartillas).

La insoportable levedad del ser

No hay mal que dure tras un buen escrito, ni gente que se le resista. Por eso es necesario recibir terapia del lenguaje: un texto que se nos revele o se nos repase, que nos anime e inspire, que sea soporte del alma maltrecha o el cuerpo enfermo, una palabra intensiva para seguir luchando.

Todo el dolor del mundo cabe en un verso aunque para construirlo haya que guardar un minuto, un año, un misterio de silencio. Dolor que duele en la indiferencia del mundo, en la aceptación desapegada de lo injusto. Duele en la ausencia del ser querido que nos creció con vocación de muerto. Duele y es lágrima diaria camuflada en la intimidad, la que escondemos y tragamos para no hacer de nuestra vida un puro llanto. Lloramos y avanzamos con pasos inseguros pero con voz sabia imposible de represar, reprimir. Voz y llanto de Teresa que anhela cese la infidelidad de su amado pero que sabe que si eso ocurriera dejaría de ser él.

Todo el entendimiento del mundo cabe en una denuncia, ¿verdad, Tomás? Cuento cotidiano, comunicado vislumbrado en un santiamén; texto y contexto que se entretejen sin censura ni anestesia; descubrimiento de lo interesado de la educación, política, comunicación; invitación a nunca más caer por inocentes y saber que ninguna palabra es desperdicio: asesina, envilece o es caricia perentoria que da vida.

Todo el humor del mundo cabe en un canto, ¿verdad, Sabina? ¿Quién dijo que el arte y la vida son cosa seria? Hay que aplaudir hasta llegar al corazón, preparar la próxima hora con rumor de piel en estricta alegría porque las penas, lo ingrato y el dolor suelen ser escandalosos y dejan heridas que cuesta olvidar. En cambio las cosas bellas, las horas buenas pasan desapercibidas. Necesario es que comencemos a marcarlas, a iluminarlas; que sean como las piedritas que señalan el regreso a casa en aquel cuento de nuestra infancia.

Toda la magia del mundo cabe en un suspiro, ¿verdad, Franz? Nos animamos con el sentimiento propio en palabras de otro, de otra, y de cuento en cuento vamos entendiendo que hoy el deber es luchar con voluntad, resucitar por capricho, compartir el tiempo que se nos quedó en el ombligo; concienciar que la vida es un juego que no admite trampas ni doping y es bueno saber que la chica de nuestros sueños, esa, la de las grandes gafas, puede estar a la vuelta de la esquina.

Toda la ternura del mundo cabe en un gesto, ¿verdad, Karenin? Las luchas son arduas y agotadoras pero qué bueno llegar a la vejez sintiéndonos el ser más amado, poetizando. A veces las posiciones dignas cuestan el exilio, ganan o enemistades pero con qué gusto nos recuperamos si no traicionamos los nobles principios y seguimos en pie de batalla.

En fin, palabreando aprende y se alivia la gente, ¿verdad, Milan?

El ser es trasegado de una interrogante a una angustia con idéntica indefinición hasta que una suave caricia en la espalda, brindada al filo de la madrugada, decanta una respuesta: somos.

“Es posible que no seamos capaces de amar precisamente porque deseamos ser amados, porque queremos que el otro nos de algo (amor), en lugar de aproximarnos a él sin exigencias y querer sólo su mera presencia”.

  • La Broma (1967)
  • La vida está en otra parte (1972)
  • La despedida (1973)
  • El libro de la risa y el olvido (1978)
  • La insoportable levedad del ser (1984)
  • La inmortalidad (1988)
  • La lentitud (1988)
  • La identidad (1998)
  • La ignorancia (1995)
  • El libro de los amores ridículos (1953)
  • El arte de la novela (1986)
  • Los testamentos traicionados (1992)
Ileana Ruiz
Ileana Ruiz (Venezuela). Activista de derechos humanos, investigadora social y periodista. Asesora en resolución de conflictos, educación popular, participación ciudadana y derechos humanos y profesora de la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad. Articulista en el semanario venezolano “Todosadentro” del Ministerio de la Cultura desde 2006. Premio Nacional de Periodismo de Opinión, 2013. Entre sus publicaciones: De la indignación a la implicación (2006); Pueblo de agua: Cuentos para la educación en derechos humanos sobre la identidad del pueblo warao (2009); Servicio de policía bajo la mirada ciudadana (2010); La clave del acuerdo. Practiguía para la resolución pacífica de conflictos (2011); Pasos dados poco a poco. Memoria y cuentos del proceso de constitución de los Comités Ciudadanos de Control Policial (2012).

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