La ruta de Borges en Buenos Aires

Confieso que es raro visitar Buenos Aires sin Borges

portada-borges-y-los-otros La ruta de Borges en Buenos AiresPara quienes lo veíamos, como yo, que fui su alumna en la Universidad, caminar por la calle Florida, o cruzar por Viamonte hacia la Facultad de Filosofia y Letras donde nos daba clase, o encontrarlo en la librería La ciudad, hoy desaparecida, en alguna conferencia o presentación de libros, interesado en la conversación, mientras la gente lo reconocía y sonreía con agrado, era normal, porque Borges se nos antojaba parte de la magia de Buenos Aires.

Cómo no sonreír si era nuestro poeta, reconocido internacionalmente, siempre con una respuesta audaz, diferente. El vate ciego que transitaba por su ciudad, la ciudad de sus amores y sus fracasos, como dice su poema: “sera por eso que la quiero tanto”.

Cuando salíamos de clase, a veces lo acompañábamos a su departamento de la calle Maipu, si no venía a buscarlo alguna de sus amigas. Un día, al salir de la Facultad de Filosofia y Letras, se paró en la escalinata de la Facultad, enfrente estaba el largo muro del convento. Borges solamente murmuro: la luna. Alzamos la cabeza y allí estaba la luna amarilla y redonda, la luna de enfrente. Borges en su ceguera distinguía el amarillo, además, solía mirar el cielo buscándola.

Enseguida, Borges, cuando lo acompañaban “damas”, nos daba la pared. Nos preguntaba sobre cine, comidas, nombres. Pronto llegábamos a la Plaza San Martin y ya doblábamos para Charcas (Marcelo T. de Alvear) donde estaba su apartamento. Hoy hay una placa que indica que fue su casa.

La última vez que lo vi, fue en el Hotel Dora, tomando té y me acerqué a saludarlo, parecía ya muy lejano, a los pocos días se iría a Ginebra, en secreto, tomando una decisión que sorprendió a muchos.

Actualmente, muchos turistas llegan a Buenos Aires para iniciar la ruta de Borges, conocer los lugares que él frecuentaba y así recorrer la metrópolis en su compañía.

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Estatua en la Recoleta de los escritores Jorge luis Borges y Adolfo Bioy Casares

En el barrio de la Recoleta, el barrio de los Museos y parques, hay un bar que lo tiene como huésped, sentado en una mesa con su amigo, también escritor, Adolfo Bioy Casares. Nunca lo vi allí, pero solía pasar ya que a pocas cuadras esta la Academia de Letras de la cual fue académico de número. En cambio, lo recuerdo en varios cafés de la calle Florida.

Una tarde, Borges nos citó en el Café Richmond, yo acompañaba al profesor y crítico uruguayo Rodríguez Monegal, quien estaba haciendo unas traducciones de sus poemas. Borges llegó puntual y yo tuve el privilegio de asistir a una interesantísima conversación sobre poetas y poemas de la lengua inglesa y también a una de las maravillosas respuestas de Borges.

Rodríguez Monegal le comentó su habilidad en concebir endecasílabos en español que se ajustaban al verso en inglés.

Borges, meneo la cabeza y le dijo a Rodríguez Monegal: “No es mi poesía sino su gran conocimiento como traductor lo que logra esa exactitud”.

Borges estaba feliz con aquella conversación, disfrutaba con la plática, y contagiaba en su vuelo asociativo y de reflexión. En sus clases, sucedía algo similar, nos motivaba, con su fluida evocación, y queríamos leernos la literatura universal.

La calle Florida marcó una época en el joven Borges que se unió al grupo literario de Florida, en oposición a los escritores del movimiento literario del barrio de Boedo. Como bien diría Borges, fue una Guerra literaria de barrios donde a veces se cruzaban de bandos.

borges-escritorio-biblioteca-nacional La ruta de Borges en Buenos Aires

Florida es una calle peatonal que nos conduce a la plaza de Mayo y más al sur, al barrio de San Telmo. Por esas calles empedradas, Borges se dirigía a la Biblioteca Nacional Pública, donde fue nombrado director en 1955, hasta 1973, bello edificio neoclásico en la calle México. Mucha gente importante lo visitaba en su escritorio, y también sus alumnos que lo veíamos, perdido entre los anaqueles, consultando quién sabe qué dato. Ese ámbito le inspiró uno de sus más bellos poemas: Poema de los dones.

Hoy, su escritorio y pertenencias se trasladaron a la nueva Biblioteca Nacional, ubicada justamente en La Recoleta, donde Borges nunca estuvo en realidad en condición de director. Pero se puede visitar el despacho con sus libros, como un homenaje al poeta.

borges-sociedad-argentina-escritores La ruta de Borges en Buenos AiresVolviendo a San Telmo, a pocos metros de la antigua Biblioteca está la sede de la Sociedad de Escritores (SADE) donde fue nombrado presidente en 1950, es una bella casa porteña con un patio y un aljibe, un buen lugar para descansar, tomar un café y continuar visitando el barrio de San Telmo, entre bares, tertulias de tangos y su feria de anticuarios.

Otro lugar importante en la vida de Borges fue el barrio de Palermo, donde vivió a partir de los dos años, en la calle Serrano 2135. Algunos viejos vecinos, años atrás, cuando yo iba por allí, se acordaban de los guapos, del arroyo Maldonado que no estaba entubado, y de la casa de la familia Borges con un bello jardín, que surge en alguna poesía.

Actualmente, hay una placa conmemorativa pero no hay mejor recuerdo que el que expresan sus cuentos, inspirados en este arrabal porteño, donde oyó historias de compadritos y navajazos, escuchó al escritor Evaristo Carriego, amigo de su padre y soñó entre libros y miedos infantiles. Palermo, hoy en día, reboza de bares y galerías de arte, ha perdido la dulce calma de la infancia borgiana. Ningún hogar lo marcó tanto como este barrio orillero donde nació su mitología de guapos y de coraje.

Se han reconocido otras casas donde Borges vivió: la casa maternal donde nació el 24 de agosto de 1899, en la calle Tucumán, hoy es un teatro y centro cultural; la casa de Bulnes, en el barrio Norte, donde viven al volver de Europa y el departamento de Quintana 222, donde escribe su libro La luna de enfrente y una serie de ensayos con el nombre de Inquisisciones.

La ruta de Borges termina en el famoso cementerio La Recoleta donde esta la tumba familiar y donde se supone debió haber sido enterrado, junto a los suyos, según comentarios del propio Borges.

Todos estos lugares llevan placas recordatorias, para guía de los fanáticos borgianos y para aquellos que desean descubrir la misteriosa Buenos Aires de la mano de su máximo poeta.

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