“Antes del Diluvio” produce efectos contradictorios cuando se ha paseado bajo el sol ardiente de la antigua Mesopotamia
Hace unos días estuve viendo la exposición en Caixa Fórum, “Antes del Diluvio”, con una muestra de unas cuatrocientas piezas arqueológicas procedentes en origen de la antigua baja Mesopotamia y en la actualidad de una buena treintena de museos del mundo, unos excelentes documentales de lo que debió ser el mundo más antiguo conocido, los mundos de Sumer y Acad, que se desarrollaron entre el 3500 y el 2100 aproximadamente antes de Cristo.
Una exposición que como ya esperaba me produjo una serie de sentimientos contradictorios a consecuencia, creo yo, de haber tenido la oportunidad de visitar hace unos años, in situ, los lugares que produjeron entre otras cosas la ciudad–estado como núcleo cultural, político y religioso, la primera arquitectura monumental y planificación territorial, la primera escritura de la que tenemos noticia, la primera medida del tiempo que curiosamente, como la nuestra actual, estaba dividida en unidades sexagesimales, la primera contabilidad, los primeros poemas épicos contenidos en doce tablillas que relatan la epopeya de Gilgamesh, rey o héroe legendario de la primera ciudad, Uruk.
Tuve el privilegio de visitar Iraq por segunda vez en el verano de 1989. En agosto de 1988 se había producido el alto el fuego entre Irán e Iraq, tras ocho años de guerra y en 1990 se produjo la invasión de Kuwait por parte de Sadam Hussein. En febrero de 1989 los agentes de viajes iraquíes hicieron una magna operación de lanzamiento turístico del país invitando a agentes de viajes de todo el mundo a un extraordinario viaje incentivo para informarles de su oferta turística. Como consecuencia hubo un poco de turismo en 1989, que hubiera seguido creciendo si no hubiera sido por los hechos de 1990 y todas sus consecuencias. Hasta hoy.
Tuve la oportunidad de ver, en los alrededores de la antiquísima Eridu, lo que se supone que fue el paraíso terrenal bíblico, donde aún había un árbol llamado de Adán. Eridu estuvo en la orilla derecha del Eúfrates, cerca de lo que hoy sería el estrecho de Shatt-El-Arab con desembocadura en el Golfo Pérsico, muy diferente a la geografía de entonces. Tuve la oportunidad de visitar lo que queda de la ciudad de Ur, probable patria del patriarca Abraham, quién supuestamente retornó desde la tierra de Canaan a Ur para morir. Yo doy fe de haber bajado a la tumba de Abraham en Ur, las dos veces que he estado allí. Se conocía el emplazamiento del zigurat postdiluviano conocido como Torre de Babel, no lejos de Babilonia, según la Biblia como tabla de salvación por si había otro diluvio, aunque este argumento suene un tanto legendario, ya que parece ser que el primer zigurat fue el construido antes del diluvio en Ur.
De cualquier forma en 1989 la Torre de Babel según nos contaron estaba siendo reconstruida por orden y deseo de Saddam, cosa que parece bastante verosimil. No nos acercaron a la supuesta torre en reconstrucción, pero sí tuvimos oportunidad de ver lo que pensaba Saddam de la arqueología. Desde luego estaba reconstruyendo Babilonia, por cierto que Alemania, tras llevarse tranquilamente la Puerta de Isthar y preciosos bajorrelieves de los palacios babilónicos que pueden verse en el museo de Antigüedades Asiáticas en Berlín, habían hecho los correspondientes facsímiles para generosamente instalarlos en Babilonia en el lugar de los auténticos.
Donde más recuerdos juntos pude ver de Summer y Acad, -aparte de los que ví en los museos del Louvre y Británico antes de mi viaje a Iraq-, fue en el Museo Arqueológico de Bagdad. Por suerte me traje un libro, Tesoros del Museo de Bagdad, del Dr. Faraj Basmachi, de edición bastante modesta, con fotografías en blanco y negro. Estos días le he sacado de mi fondo de biblioteca, así como el libro de lectura obligada de Samuel Noah Kramer, La historia empieza en Sumer.
¿Qué queda hoy de las más o menos ciento treinta y seis mil piezas arqueológicas del Museo de Bagdad, después del saqueo de abril de 2003? Saqueo cuya autoría nunca ha sido aclarada aunque sí fundadamente sospechada: hay versiones muy fundadas de que estaba organizado previamente a la invasión con fines de venta millonaria a coleccionistas muy privados de varios países. La versión que da Julia Navarro en su novela La Biblia de barro, es cuando menos verosímil. Que fueran antiguos nazis o no los ladrones, poco importa. Pero algo así tuvo que ser. Suena mucho el ACCP (American Council for Cultural Policy), pero no certeza absoluta. Pero el saqueo del Museo de Bagdad ha sido el mayor expolio impune de la historia de la humanidad, el fruto del trabajo de un siglo de expediciones arqueológicas, que habían puesto de manifiesto los orígenes de la civilización y su indudable influencia en Egipto, Grecia, Roma, es decir, en la nuestra. Baste decir que la Ur del período neosumerio llegó a tener 400.000 habitantes. Hasta Roma, dos mil años después, no hubo ciudad con población semejante.
Quizá ningún otro país como Iraq sirva para darse cuenta de la importancia de las expediciones arqueológicas europeas, norteamericanas y alguna japonesa. Todos los tesoros sumerios, acadios, caldeos, asirios, caldeoasirios y muchos más estaban a muchos pies bajo tierra. Las expediciones arqueológicas en Iraq comienzan prácticamente en el siglo XX. El primer museo arqueológico de Bagdad fue inaugurado en 1926, el que yo conocí databa de 1966, y en 1975, fecha de la publicación del libro aludido contaba con cien mil piezas y según dice su prefacio las excavaciones seguían. Parece ser que el número de joyas arqueológicas en 2003 antes del saqueo era de más de ciento setenta mil. Las noticias que nos llegaron hablaban de un museo desmantelado sistemáticamente.
Es cierto que desde entonces muchas piezas han sido devueltas, algunas encontradas en Estados Unidos e Inglaterra. Otras fueron encontradas en diversos lugares de Iraq, o en las cajas acorazadas del Banco Nacional en Bagdad. El museo reabrió al público seis de sus veinticuatro salas el 23 de febrero de 2009. Se encuentra mucha información dudosa en internet, por eso creo que la mejor fuente de información para interesados es la página del Museo.
Es cierto que los gobiernos que patrocinaron las expediciones arqueológicas se cobraron bien los servicios prestados. Se llevaron a sus museos arqueológicos verdaderas montañas de historia ajena. Lo mejor de Sumer, Acad, Caldea, Asiria, etc. lo tengo visto en los departamentos de antigüedades mesopotámicas del Louvre, Británico, Pérgamo… Por no hablar de Egipto, Grecia…
Hay que escuchar a los iraquíes de hoy, a los egipcios, a los griegos y tantos otros. De poco le sirvió a Melina Mercouri cuando fue ministra de Cultura griega, reclamar a los británicos todo lo que se llevaron de la Acrópolis ateniense y otros lugares de Grecia. Nunca lo devolverán, lo consideran suyo, ¿no fueron ellos los que financiaron las expediciones arqueológicas?
El hecho de que las cuatrocientas preciosas piezas de la exposición del Caixa Fórum procedan de treinta y dos museos y colecciones privadas de Europa y América del Norte, y el hecho de que estas piezas sean una pequeñísima muestra del total de lo que poseen esos museos ya es un dato. Es una maravilla verlo aquí, en Madrid, como antes lo vieron en Caixa Fórum Barcelona y recomiendo a todos los que lean este escrito que no se la pierdan, que cierren los ojos en algún momento para situarse en aquel tiempo y lugar y tratar de vivir lo que vivieron esos ilustres antepasados. Pero…
Por todo lo anterior mis sentimientos ante esta exposición son contradictorios. Quizá si nunca hubiese estado en Iraq, mis sentimientos serían diferentes. Pero yo he estado en dos ocasiones en esa tierra y he visto mucho de su maravilloso pasado histórico, los primeros en tantas cosas, sus aportes fundamentales a tantas civilaciones actuales… Cuando se ha paseado bajo el sol ardiente de la antigua Mesopotamia, -tierra entre dos ríos- los ríos del paraíso, de las ciudades de Uruk, Eridu, Ur, Kish, Lagash y tantas otras, Babilonia, Assur, Nínive, Khorsabad…-se supone que la antigua Acad, capital del imperio acadio pudo estar en el emplazamiento de Bagdad,- ha creado un sentimiento de admiración, afecto y cercanía hacia aquellos creadores, los primeros urbanitas de la historia. Y se siente dolor por el inicuo expolio hecho a la luz del día, en el siglo XXI, expolio que nos hace preguntarnos si alguna vez, en alguna otra parte, volveremos a tener la posibilidad de ver lo que desapareció y hasta hoy nunca apareció de Bagdad. Si todas aquellas joyas están perdidas para siempre en algún lugar o lugares que nunca conoceremos.
Al menos podemos decir, siempre nos quedarán los museos europeos y americanos conservadores del fruto de un trabajo impresionante para poner a la luz del día nuestro pasado más remoto cinco mil quinientos años después.