Colombia: Javier Osuna Sarmiento no renuncia al periodismo

El 22 de agosto del 2014 desconocidos entraron al domicilio del periodista Javier Osuna Sarmiento e incendiaron el material de 18 meses de investigación. En el contexto violento del departamento de Norte de Santander (Colombia), donde continúa la presencia de los grupos paramilitares, los periodistas ejercen su oficio bajo mucha presión, informa RSF.

Javier Osuna. Foto: Lina Vanegas

Javier Osuna Sarmiento estaba investigando sobre las víctimas de los paramilitares en el Norte de Santander cuando sufrió el atentado a sus equipos. El comunicador se volvió el blanco de los depredadores de la libertad de información, como otros periodistas que indagan sobre la región y los hechos acaecidos en el departamento. Es el caso de Renson Said Sepúlveda, amenazado de muerte en 2013 o la situación de Jairo Jacomé, intimidado por excomandantes paramilitares, ambos vinculados al periódico La Opinión de Cúcuta. Todos trabajaron estas temáticas sensibles en la región, han interpuesto las debidas denuncias ante las autoridades, y a pesar de contar con algunas medidas de protección su situación de riesgo continúa.

Javier Osuna Sarmiento expresa, en una carta publicada por Reporteros sin Fronteras, las dificultades de ser periodista en Colombia, y la importancia de valorar este oficio. Exhortamos al gobierno colombiano y a las autoridades a fortalecer las investigaciones que lleven a la sanción de los responsables de estos hechos. Urgen las medidas de protección pero deben ser complementarias a la justicia para garantizar el la libertad de información.

Bogotá, 3 de septiembre de 2014

CARTA ABIERTA A LA OPINIÓN PÚBLICA

Mi nombre es Javier Osuna Sarmiento. Soy periodista y amo este oficio; oficio que dejaré de ejercer de viejo, no de miedo.

Escribo esta carta abierta a la opinión publica porque el pasado 22 de agosto desconocidos ingresaron a mi domicilio en Bogotá e incineraron mis dos computadores (portátil y de escritorio) en los que existía evidencia de mi próxima tesis de maestría, un libro periodistco llamado “Me hablarás del fuego”: un texto escrito en homenaje a la memoria de los desparecidos de los hornos crematorios de los paramilitares en Norte de Santander.

El incendio se produjo apenas tres días después de mi regreso de un viaje a la ciudad de Cúcuta, donde me reuní con víctimas que, además de haber perdido a sus seres queridos, continúan siendo amenazadas en el proceso de la la Ley de Justicia y Paz.

En el momento mi situación de seguridad es incierta. Las autoridades vinieron a investigar la escena del crimen después de diez días. Hoy, el centro cibernético policial de la Dijin (Dirección de Investigación Criminal e Interpol) pidió acelerar el estudio de riesgo. La UNP (Unión de Protección Nacional) me asignó medidas de protección temporales que espero sean implementadas en un corto tiempo, un par de días. Pero es posible que la medidas definitivas de protección podrían tardar hasta 3 meses en caso de ser aprobadas.

Insto a las autoridades a valorar la seguridad de las personas vinculadas a la investigación, incluso mis fuentes. La capacidad de acción y daño de los autores de este hecho debe ser debidamente valorada: conocían mis movimientos e ingresaron a mi domicilio en una ciudad diferente a la que realicé las entrevistas (como ya ocurrió con otros comunicadores de la La Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos ASFADDES en 2010). Invito a la sociedad en general a valorar este oficio que, como yo, cientos de periodistas regionales realizan poniendo en riesgo su vida en contextos de violencia.

No dejaré de hacer mi trabajo, como miles de personas en nuestro país, que soportan diariamente el flagelo de la violencia. Me siento profundamente orgulloso del camino que he trazado con mis manos, acompañando por la valentía de cientos de víctimas que siguen luchando por sus derechos en medio del conflicto.

“Ni pena, ni miedo” dijo el poeta Rául Zurita en plena dicatudra de Pinochet en Chile, lo cavó en el desierto de Atacama para que sólo pudiera verse desde arriba sobrevolando en helicóptero, como las líneas de Nasca en Perú. Pues bien, no tengo, “ni pena, ni miedo”, en exigir un país mejor para las victimas del cobarde crimen de la desaparición forzada, “ni pena, ni miedo” de exigir a las autoridades que cumplan con sus funciones.

Agradezco a las instituciones nacionales e internacionales que intentan ayudarme, entre ellas la la FLIP, Reporteros Sin Fronteras y ASFADDES, quienes han manifestado su solidaridad desde el momento mismo del incendio. Envío un abrazo fraterno a las víctimas de desaparición forzada en nuestro país con la promesa de continuar aportando a la causa de sus seres queridos.

Cordial Saludo,
Javier Osuna

editor
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